Roberto C. Insua

ROBERTO C. INSUA

Las contradicciones  éticas del poder fraguan  la pobreza, la  iniquidad y la violencia institucional silenciosa que incrementan la corrupción e impiden la construcción democrática.

La grave fractura social motivada por un maltrato atroz de los malos hacia los débiles y  de los `buenos´ que permiten con su silencio la degradación de las convicciones éticas, tiene por consecuencia el detrimento de la integridad de las personas, generando la fatalidad de la confrontación entre clases. El bipartidismo en el cual crece la corrupción de las costumbres, el intercambio del tráfico de influencias y las luchas de poder para conseguir grandes capitales, han movido la honestidad a la marginalidad.

Este expolio de los caudales comunes, que deberían financiar el estado del bienestar, pone en peligro a muchos ciudadanos que despojados de sus derechos sociales son empujados por la inercia del sistema corrupto, generando el pensamiento generalizado en la sociedad  de la inviabilidad de la construcción social pacífica. Mientras la mayoría de las personas sigan anestesiadas, adormiladas, carentes de educación de la templanza, asumiendo la incompetencia, la hipocresía, la corrupción  y prefiriendo la mentira y la apariencia como modelo; la maduración de la democracia no sera posible. Este sistema nos dirige al derrumbe de la convivencia: entregada a la tiranía de los instintos y por tanto a la impulsividad que incapacita para aprender o anticipar nada, erigiendo seres disolutos que vacían el final de sus vidas en la tristeza, la soledad y la miseria.

Cuando la hipocresía  sustituye al  sentido común se emprende el camino de la esclavitud del pensamiento.

Asumir la responsabilidad ciudadana actuando racional y consecuentemente en el entorno más cercano promoviendo espacios de reflexión en los cuales podamos observar las  virtudes y carencias de la sociedad, nos encauzará a un estado de libertad interior.

Es inaplazable exigir el control y la transparencia financiera en las cuentas de las instituciones y guiar a los gobernantes por la senda de la honestidad. Son precisos  ciudadanos que acometan la clarificación ética, que abran el debate sobre el comportamiento que tenemos y el que la ética nos dicta. De nosotros depende la sustentación en la equidad de la interacción social.

 

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