La proximidad de la repetición de las elecciones legislativas me anima a escribir de nuevo sobre la naturaleza de lo que sostiene a todo Gobierno. Así lo hice en una pieza titulada “Gobierno y consentimiento” que se publicó hace unos años en el diario El Independiente de Cádiz y en estas mismas páginas.
El sostenimiento de toda forma de Gobierno procede del consentimiento de los gobernados. Y esto no es así porque previamente se pudiera haber pactado que así fuera. Su supervivencia descansa en nuestro consentimiento. Basta con que los gobernados dejemos de consentir la forma de Gobierno para que ésta caiga como un ídolo de barro. No hay Gobierno capaz de resistir que más de la mitad de los gobernados deslegitime su poder negándose a participar en la farsa electoral proporcional.
El único medio pacífico del que disponemos para manifestar nuestro no consentimiento es no cooperar con la forma de Gobierno: absteniéndonos de votar en estas elecciones trucadas de proporcionalidad. Te dirán que abstenerse es tirar el voto o que la abstención beneficia a tal o cual partido. No es cierto. Todo eso no es más que propaganda, cuentos de charlatanes y trileros.
Una abstención tiene el mismo valor que un voto. Suma lo mismo que un voto. La abstención no va a parar al saco de ningún partido. Cuando votas con un sistema electoral proporcional, una ecuación convierte tu voto en una fracción cuyo valor cambia en función de a quién votas o dónde lo haces. La abstención es la única opción política actual con la que el valor de cada ser humano es igual a uno.
¿Un hombre, un voto? El fraude proporcional ha hecho una farsa de esta conquista política al convertir cada voto en una fracción de voto. La abstención no puede ser manipulada. Una abstención suma uno. El no consentimiento no puede ser manipulado. Una abstención no beneficia más que a los que la defendemos como único medio pacífico de acabar con la partitocracia del Régimen del 78. La abstención no beneficia a ningún partido estatalizado, los perjudica a todos.
El sistema electoral proporcional siempre me estafará, da igual lo que vote. Pero soy libre para dejar de consentir. No me pueden obligar a consentir. Puedo elegir no consentir y expresarlo con mi abstención. Nadie puede manipular mi abstención. Guardo mi voto para cuando pueda elegir a mi Gobierno y a mi diputado en elecciones separadas. Ni consiento el fraude ni coopero con él. Me abstengo.
Cuando la suma de abstenciones haga evidente que hemos dejado de consentir, el Gobierno caerá. Y con él, la forma de Gobierno y este chanchullo atroz que es el Régimen del 78.