MAX TURIEL / SUSANA HEILMANN.

Majestad, Vd. es un hombre de carácter que reconoce sus faltas. Nos abstendremos de acusar a quienes carecen de él y no reconocen nada, sean policías, jueces, forenses, magistrados o abogados. Víctimas o verdugos, cómplices o encubridores.

Si no hay vanidad, hablar de cosas sucias es coraje, mi hija no es vana, eso es seguro. Lo simple siempre es verdadero pero… ¿Por qué alcanzar la verdad en esta tierra democrática donde Vd. reina, sometido al imperio de la Ley, es tan difícil…?.

Ya no hay zolas, no somos Zola, no somos una “z”, ni el Alfa o la Omega de un Crismón. Somos una madre y un letrado. Y ella, “la modelo”, mi hija, veinte años recién cumplidos y su virginidad intacta, tampoco es nada, ni es nadie. En otro tiempo y en otra España quizás la herradura por la que se perdió un caballo, etc…

Nada de lo que hemos escrito pretende ser original, frases conocidas cambiadas o retocadas. Nada es nuevo ni bajo el sol ni bajo el oscuro cielo protector. Todas las lagrimas se derraman bajo la lluvia y aunque nada pudiera devolver el esplendor a la hierba del camino, ni la gloria a su reino, no se aflija porque sabio como es y sabios como son los que le sirven, la injusticia quizás permanezca siempre en el olvido. Pero una mujer valerosa, a la que su consuelo no le llega, seguirá buscando la verdad en las entrañas de las aves, en las rotas arenas de los desiertos de la desesperación y en los secretos de las flores, sean rosas o lises.

Majestad, que Dios le guarde en la palma de su mano.

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