En una viñeta de ABC, “El tic de Oriol”, sienta Nieto en un velador a Oriol Junqueras pescando con un fartón en el café con leche de María Soraya, que viene de pronunciar una frase descomunal, y no sabe ella hasta qué punto:
–Todos somos Estado.
Uno creía que el tic de Oriol sería ese guiño suyo de ojo que en el mus es la seña de tener 31 (el artículo 31 de la Constitución, oh, justicia poética, habla del reparto de la socaliña fiscal), pero la viñeta de Nieto me ha transportado al “Jardín de las delicias” de la abadesa alsaciana Landsberg, que en el siglo XII pinta a Dios como pescador, a Cristo como carnada en el anzuelo y al Leviatán (¡el Estado!) como un gigantesco pez capturado.
Si todo el Estado de Felipe González estaba en la cabeza de Fraga, todo el Estado mariano está en esa taza de café con leche de María Soraya, paisana de Umbral, a quien impresionaba mucho el tazón de chocolate con soconusco de Franco merendando.
–Todos somos Estado.
El Estado que pregona María Soraya, que es abogada del Estado, es una mezcla del Estado total de Ledesma (“Pueblo y Estado son algo indisoluble, fundido, cuyo nombre es todo un designio gigantesco”) y del Estado como central hidroeléctrica (red de sueldos, dietas y gratificaciones para enchufados) de Camba. Después de todo, ¿qué español conoce la distinción entre Estado y Gobierno? Legisla la Nación, dicen, pero el Boletín Oficial que publica las leyes no se dice “de la Nación”, sino “del Estado”. Por eso Oriol, que finge querer una nación, lo que pide es un Estado, conseguido lo cual, sobre la viñeta de Nieto con Junqueras y Soraya merendándose la cena en Barcelona como Fischer y Spassky en Reikiavik, escribe Carl Schmitt:
–Entre Estados no hay Estado y, por lo tanto, no hay guerra legal ni paz legal, sino únicamente una condición de naturaleza pre y extra-legal de mutuas relaciones de tensión entre Leviatanes, superada de manera insegura por pactos inestables.
Menudo tic, el de Oriol.