Me bebo el café de tres tragos. Son las siete y media de la mañana. El pasillo me contagia su frialdad oscura; apenas una débil luz me despide entre el silencio de un edificio en el que se adivina el ruido de anónimos pasos por los descansillos. Llamo al ascensor. Mientras sube, saco el teléfono móvil del bolsillo izquierdo de la camisa; luego deslizo mis dedos por la pantalla, la desbloqueo, pulso el botón de la aplicación de audio una o dos veces, pues el sueño resta habilidad, doy al play, se escucha una melodía tan delicada como una madre tempranera. El bolero se adentra en mis oídos y atraviesa mi espíritu hacia el alma, un día más… Tomo el ascensor embebido en las notas y cierro los ojos como si viviera un sueño… empieza Radio Libertad Constituyente.
Una vez en mi coche, enciendo el aparato de manos libres. Arranco el motor y me dispongo a iniciar el trayecto rutinario a la oficina. Llego a la rampa de salida del garaje, la luz del sol me deslumbra como si quisiera observarme con atención. Justo entonces, escucho la voz de Baldomero Castilla o, tal vez, la de Adrián Perales o, quizá, la de Pedro Gómez o la de Jesús Murciego, presentadores del programa.
– Buenos días queridos repúblicos, hoy lunes, estamos aquí en Somosaguas, les habla (…) Con nosotros se encuentra nuestro amigo y maestro Don Antonio. ¿Cómo está usted?
– Muchas gracias por lo de maestro, buen amigo. Hoy me encuentro un poco peor de la pierna, me duele, no he dormido bien, pero la falta de sueño me ha permitido reflexionar. Estoy ansioso por comentar las noticias que me hayas preparado este día frío, claro, que invita a la meditación y al pensamiento profundo. El frescor de la galería nos ayudará a permanecer bien despiertos ante los hechos de la actualidad.
Don Antonio comienza su exposición aludiendo a la naturaleza y, con ello, a la lealtad. Sentado en su cátedra de la universidad que de hecho es Radio Libertad Constituyente, el maestro generoso nos regala sus palabras meditadas, instruye política, historia, arte, filosofía, el buen uso del idioma español; nos enseña a interpretar con sentido común y de la historia los hechos sucedidos en una realidad que otros tratan de ocultar. Sus seguidores aguardamos con impaciencia y pasión los comentarios de este joven español de 86 años. Yo soy uno de los privilegiados, soy consciente de ello, he rectificado, he dejado atrás la mochila de los prejuicios, puedo escucharlo todo y masticarlo una y otra vez hasta llegar la verdad. ¡No soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme!
Dicen que la ignorancia es muy atrevida. Lo explicaba recientemente Don Antonio en uno de los programas. “¡Claro!” Decía. “Es atrevida porque ignora las consecuencias de sus palabras y de sus hechos; como no sabe lo que dice, no es consciente de que está cometiendo un grave error, no tiene sentido ninguno del ridículo”. He aquí el problema de España. En la era de las tecnologías y del boom de las redes sociales y los medios de comunicación digitales, la mayoría se deja guiar por una horda de serviles periodistas y tertulianos, cómplices de la traición y de la mentira en lo político. Por contra, el verdadero padre de la democracia, aquél que arriesgó su vida tantas veces y hasta el último minuto para la conquista de la libertad política en España, el enemigo número uno de los dictadores y de los herederos de los dictadores, ¡de los farsantes!, se ha visto obligado montar una radio y un diario casi clandestinos para salvaguardar la lealtad a la verdad y a la libertad. ¡Qué orgullo poder vivirlo y abanderarlo! ¡Gracias por rescatarnos! ¡Va por usted, Don Antonio!