La Asamblea Constituyente acordó disolverse tras la aprobación de la Constitución de Septiembre de 1791 para dar paso a una nueva Asamblea Legislativa y adoptó la siguiente prohibición: sus miembros no podrían ser elegidos en las nuevas elecciones.
Las criticas a esta decisión dicen que no es posible encontrar tantos hombres de talento como para llenar dos Asambleas en tan poco tiempo (cosa que no fue cierta) y que nada sale más caro al Estado que unos nuevos diputados que tengan que ganarse una reputación que aún no tienen (Madame Stäel). Sin embargo, es digno de alabanza el deseo de la Constituyente de distinguir radicalmente el poder constituyente del poder constituido. El juego de la jugada.
El análisis de Antonio Gª-Trevijano para explicar el fracaso de la Legislativa pone el acento en otro sitio: la debilidad del poder legislativo fue fruto de su decisión de perdonar al rey tras su fuga. La fortaleza momentánea de Luis XVI parecía paradójica pero en realidad no era más que la consecuencia de que la Asamblea le prestara su prestigio. Este préstamo no le saldría gratis al poder legislativo, pues sería a costa del suyo propio. A partir de entonces, dirigiría la suspicacia que el pueblo antes tuvo por la aristocracia hacía ella misma.
Perdió la carrera por ganarse el favor popular tratando de desvincularse de todo resto reaccionario de la Monarquía. Terminaría cediendo su poder al Ayuntamiento de París 10 meses después.
Presenta: Adrián Perales Pina
Edita: César Bobadilla
Locuciones: David Cabrera
Dirección técnica: Carlos Ferrándiz
Coordinación de producción: César Bobadilla
Música: Brandenburg Concerto No. 3 – Allegro Moderato – Johann Sebastian Bach.
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