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miércoles 17 diciembre 2025
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La anomalía política que une a España y a Hispanoamérica

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Este 12 de septiembre Marcelino Merino, asociado del MCRC y colaborador en medios, ha conversado con Eric G. Cárdenas en su canal de YouTube México Antes de México sobre la anomalía política que comparten los países de habla española.

Cárdenas es un divulgador que, entre otras cosas, plantea que la Hispanidad es un fenómeno cultural vivo y espontáneo, no fruto de ideologías ni de proyectos políticos, sino de una raíz común que une a pueblos de ambos lados del Atlántico. Frente a la Leyenda Negra y los mitos fundacionales, reivindica la labor de autores que, con rigor histórico y científico, están sacando a la luz el verdadero legado compartido de «las Españas».

Marcelino Merino enlaza la visión de Cárdenas con el presente político: lo que hoy se llama democracia es, en realidad, una partitocracia. Un sistema en el que los partidos sustituyen la representación ciudadana, controlan las listas electorales y subordinan a la judicatura al poder político. En él, el ciudadano ha sido apartado de la vida pública y reducido a mero espectador de consignas y liderazgos.

Ambos coinciden en señalar que esta anomalía atraviesa por igual a España y a Hispanoamérica, revelando un problema común: la ausencia de libertad política colectiva. Y concluyen que solo con la recuperación de la verdadera representación y la separación de poderes será posible que la comunidad hispana despliegue todo su potencial en el siglo XXI.

A vueltas con la apertura del año judicial

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El ceremonial con que se abre el año judicial no es sino la prolongación del engaño en el que España permanece desde la fundación de la monarquía de partidos. Bajo la pompa vacía de togas y solemnidades, lo que se escenifica no es el inicio de curso de una función estatal independiente (comúnmente llamada poder judicial), sino la representación degradada de un orden político en el que la Justicia ha sido reducida a órgano burocrático de la Administración.

El discurso de Perelló, como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, es la voz de un magistrado cautivo, no la de una institución independiente. Una vez más, sus palabras han carecido de la audacia necesaria para denunciar la colonización del órgano de gobierno de los jueces por los partidos políticos. Se ha limitado a la admonición cortés, a la recomendación tibia, con la esperanza de que el legislador —es decir, los partidos— se dignen a reparar la ruina que ellos mismos han causado.

Un verdadero rector de la vida judicial no solicita ni ruega: afirma con autoridad su independencia. Perelló, en cambio, se pliega al guion que lo reduce a funcionario del régimen.

Más grave aún resulta la intervención del fiscal general del Estado, cuando, en un ejercicio de malabarismo verbal impropio de quien debe ser garante de la precisión conceptual, afirma que «cree en la verdad», para justificar su presencia en el acto estando próximo su enjuiciamiento por un delito de revelación de secretos.

La verdad no admite creencia. O se es veraz o se es mendaz. La verdad no depende de un acto de fe, sino de la correspondencia entre el discurso y los hechos, entre la afirmación y la realidad. Decir que «se cree en la verdad» equivale a convertirla en objeto de convicción subjetiva, como si la verdad fuera opinable, relativa o contingente.

Un fiscal cualquiera que confunda el terreno de la fe con el de la verdad desnaturaliza la función esencial de su cargo. El deber del Ministerio Fiscal no es creer, sino probar; no es adherirse, sino demostrar. La fe pertenece al ámbito religioso, la verdad al campo racional. Cuando se mezcla lo uno con lo otro, el resultado es el relativismo: que todo sea reducible a un acto de voluntad, que la verdad dependa de la fe del fiscal.

No hay que engañarse: estos deslices retóricos no son inocentes. La trivialización conceptual es siempre instrumento del poder para domesticar a la opinión pública. El pueblo español se habitúa a escuchar frases solemnes que nada significan, y al cabo de repetirlas termina aceptando como naturales la corrupción de los conceptos y la subordinación de la Justicia.

Cuando un fiscal habla de «creer en la verdad» en lugar de exigir la veracidad de las pruebas, lo que está haciendo es trasladar el campo de la justicia mutando la objetividad en subjetividad, pasando de la demostración a la creencia. Y con ello se confirma que en el régimen actual la justicia es ideología, no institución.

La apertura del año judicial de 2025 nos ha dejado, una vez más, un testimonio nítido del deterioro institucional: jueces que se quejan pero no se emancipan; fiscales que confunden la fe con la verdad. Todo ello enmarcado en una liturgia que pretende dar apariencia de solidez a lo que, en realidad, es solo un edificio carcomido por dentro.

En un Estado de partidos, la justicia independiente no existe: hay, en su lugar, un servicio jurisdiccional sometido, y la «apertura del año judicial» no es más que un rito vacío, sostenido por palabras huecas y por conceptos adulterados.

La anomalía que nos une

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No es algo novedoso que los hechos históricos sean cuestionados una y otra vez por el discurso político. Los procesos por los que se configuran y nacen las naciones y los Estados son tan complejos como numerosos. Pero todos coinciden en un punto: la creación de mitos fundacionales.

Las valientes, originales, bien documentadas y primorosamente redactadas obras —narradas según los usos característicos de nuestra lengua común, en cada uno de nuestros países— que hablan hoy de la Hispanidad, lo hacen desde una perspectiva científica: sea ésta histórica, en el análisis de calidad de la moneda, en las pruebas documentales, en los monumentos o mediante los más avanzados estudios empíricos de las ciencias sociales.

Estos autores, luz y avanzadilla de una Hispanidad para el siglo XXI, han descubierto el sepulcro del pasado común y, al levantar la pesada losa que lo cubría, desvelaron una verdad sepultada bajo la escombrera de la Leyenda Negra.

La verdad, bajo la capa de broza, era bien distinta de la del relato político. Una verdad incómoda en la que los mitos fundacionales se tambalean, iluminando con su destello un pasado en el que la mayor prosperidad de las Españas se daba en las provincias de ultramar. El conocimiento recíproco y el reconocimiento mutuo conformaron las sociedades hispanas del Nuevo Mundo que, junto con la transmisión de los saberes de la época, convirtieron a la América española en el centro del mundo.

Nuestros autores hablan también de la pujanza y el impulso que está tomando la comunidad hispana en toda su diversidad a través de Internet y las plataformas digitales, considerándolo como un fenómeno de creación espontánea y no como fruto de una voluntad política o ideológica.

Este pasado compartido nos arrolla con su verdad y, querámoslo o no, nos envuelve e integra en su torbellino. «¿De qué pueden hablar un nigeriano, un indio, un neozelandés o un gentleman británico?» se preguntaba Eric G. Cárdenas. Esta pregunta carece de sentido en el mundo hispano: somos ramas de un mismo árbol. Un español, un chileno, un venezolano o un salvadoreño comparten algo más profundo que la lengua común.

En los últimos días, en España se escucha incesantemente desde las vocerías partidarias de la oposición hablar de «anomalía democrática», para referirse a la heterodoxa manera de conducirse del señor presidente del Gobierno en su objetivo de conservar el poder, poniendo en almoneda los recursos del Estado para la consecución de tal fin. Pero, en realidad, se trataría de la anomalía de una anomalía. Toda vez que estas actuaciones heterodoxas se producen porque no existen mecanismos eficaces de control al poder, lo cual nos advierte sobre la verdadera naturaleza de la anomalía fundacional.

Una anomalía que une aún más, y desde una perspectiva diferente, a la comunidad hispana, pues los regímenes de poder que padecemos anulan y conculcan la libertad política.

En las partitocracias u oligarquías de partidos, ya sea en forma de república, monarquía o —como en el curioso caso de las partitocracias presidencialistas hispanoamericanas—, son los partidos los únicos y exclusivos sujetos políticos admitidos por el sistema. Se arrogan para sí la representación política del ciudadano mediante las listas de partido, sustituyendo la verdadera representación por la identificación ciega con el líder que mejor se balconee ante sus seguidores. El interés concreto del ciudadano se diluye en un mensaje político simple y reduccionista, mediante consignas y eslóganes. Cualquier asunto de carácter civil, una desgracia colectiva o el trágico suceso de una persona concreta pasa de inmediato a ser materia política en la que, además, se exige posicionarse.

Esta ‘nueva’ imagen de la representación ciudadana ha quedado como la única admitida por estos regímenes, enterrando su carácter y significado originales y suprimiendo de un plumazo todos los matices, la riqueza y la diversidad propias de la representación genuina. El representante de distrito ya no representa al elector: representa al partido o, por mejor decir, al jefe del partido —que es quien lo puso en la lista—, convirtiéndose en su deudor.

El ideólogo boliviano Álvaro García Linera llegó a afirmar que «una Constitución se redacta siempre en contra de alguien», legitimando de esta manera la vía de la dictadura y la tiranía, en nombre de vaya usted a saber qué cosa. Pero, sin llegar a tal extremo, se redactan constituciones de derechos otorgados que, de manera ladina, consagran la exclusión de la ciudadanía de la participación política, imponiendo, con uno u otro matiz, un Estado de partidos. El mundo hispano es tan rico y diverso que sólo mediante la libertad política de sus naturales en sus países de origen se puede proyectar en su verdadera dimensión para dar el impulso definitivo.

Podemos concluir que, sin excepciones, en todos los países de habla española gobiernan oligarquías de partidos maquilladas como democracias o, directamente, dictaduras. Es en el terreno de la confusión donde mejor lucen los afeites de la mentira política que compartimos.

Las palabras, a fuer de ser repetidas e introducidas maliciosamente en contextos ajenos a su significado, comienzan por adoptar una polisemia ambigua que, indefectiblemente, acabará sepultando su significado original. Bajo el fuego incesante de una miríada de conceptos y proclamas confusos, adoptan nuevas formas y terminan significando otra cosa.

La palabra «democracia», que contiene en sí misma un pensamiento complejo, significa hoy cualquier cosa. De los tres pilares originales que habían de sustentarla (representación política del ciudadano, separación de los poderes ejecutivo y legislativo, e independencia judicial) tan sólo quedan los nombres.

¿Qué entendemos hoy como separación de poderes? Podemos buscar la respuesta en boca de cualquier diputado, cargo público, periodista de cualquier tendencia, ciudadano de a pie, catedrático de Derecho Constitucional o magistrado del Tribunal Supremo. Todos entenderán la pregunta y darán la misma respuesta: la separación de poderes se refiere exclusivamente al poder judicial.

El tal poder judicial que, en puridad, no debería ser un poder, sino una facultad del Estado cuya finalidad y cualidad debe ser la independencia frente al poder político: el tantas veces reiterado pouvoir presque nul enunciado por Montesquieu. Lo cierto y verdad es que, tras la apariencia de la incontenible logorrea de «hay que respetar la separación de poderes», esgrimida desde todos los ámbitos sociales y de poder, se oculta precisamente la subordinación política de los órganos de gobierno de jueces y fiscales. Los primeros, último reducto de la independencia de los jueces, dejarán de instruir las causas por corrupción, que pasarán a manos de la Fiscalía, un órgano jerárquico encabezado por un fiscal general del Estado nombrado por el Gobierno de turno. Los magistrados del Consejo General del Poder Judicial y los del Tribunal Supremo son nombrados por consenso entre los partidos políticos para asegurarse su agradecimiento posterior. Lo estamos viviendo. Jueces y ministros entran y salen de la judicatura para integrarse en la clase política y volver después, como si nada, a la carrera judicial. No existe, pues, independencia judicial en España: su sometimiento al poder político queda evidenciado por los hechos.

En México, asistimos a un proceso similar de intromisión del poder político en la judicatura, ofreciendo cursillos de pocos días a los candidatos a «juzgadores».

Respecto del poder ejecutivo, podemos apuntar que, en el caso español, la manera de detentarlo es mediante el reparto del botín del Estado, expandiendo la industria política de una manera nunca vista. Lo estamos viviendo. Lo que nos advierte de que el ejecutivo también legisla, usurpando esta facultad a la cámara legislativa, y lo hace precisamente para convertir en ley el ignominioso reparto. En las partitocracias, quien accede al poder obtiene todo el poder: gobierna, legisla, controla la cámara y nombra a los jueces.

Todas estas palabras y conceptos que definen la democracia y sus características han sido desalojados de su álveo original. Ni las palabras significan lo mismo, ni tampoco los conceptos. Ahora se nos aparecen como cenotafios devorados por la espesura nemorosa de la confusión y el olvido. De lo que llegaron a significar o representar ya nadie sabe qué es qué. Ni siquiera los integrantes de las listas de partido, por lo demás, gente poco instruida, sin experiencia vital ni profesional, amamantados desde niños por la Luperca estatal al calor del partido.

De México a la Tierra de Fuego, haciendo escala en España, la anomalía política une a nuestros pueblos.

Apertura teatral del curso judicial

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 277 de «La lucha por el derecho» analiza la apertura del año judicial.

La oligarquía precede a la democracia

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La monarquía de partidos no es una degeneración de la democracia. La corrupción y la sed de poder de los partidos estatales ha degenerado el régimen de partidos instaurado en 1978.

Fuentes del audio:

Radio libertad constituyente: https://go.ivoox.com/rf/25624339

Música: Allegro. BWV 1052. J.S.Bach.

Del hecho nacional a la conciencia republicana de España

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 276 de «La lucha por el derecho» nos explica el concepto de conciencia republicana de España.

Conciencia republicana de España

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La conciencia republicana de España no es un fruto de la voluntad caprichosa ni una invención retórica de doctrinarios que se ilusionan con formas abstractas de gobierno. Antes que un acto de querer, es un hecho del ser como la propia existencia de la nación española. Se trata de la percepción clara de que mientras que la democracia se construye, el hecho nacional no.

Las naciones, en tanto que comunidades fruto de la historia, no eligen su conciencia: la padecen. Es la sedimentación de experiencias políticas, y también de traiciones y esperanzas truncadas, lo que va constituyendo su memoria profunda.

El hecho republicano no se reduce a la proclamación efímera de dos regímenes que no fueron democráticos ni a la tragedia posterior de la Guerra Civil. Su verdad más honda reside en su factor liberador de la servidumbre voluntaria que reveló, tras la coronación de Juan Carlos y por primera vez en la historia contemporánea de España, que la legitimidad política no podía provenir ya de la herencia dinástica ni del pacto entre facciones de poder, sino de la libertad constituyente del pueblo entero. Esa revelación de que la corona trajo de la mano la oligarquía de partidos, actuando simbióticamente, una vez producida, no puede borrarse: constituye el núcleo irreductible de la conciencia republicana.

Pero esa conciencia, por pertenecer al orden de la existencia y no al de la voluntad, no desaparece aunque sea reprimida, difamada o ignorada. O lo que es peor, tergiversada ideológicamente hasta la confusión. Subyace como un hecho latente, incluso cuando los españoles se resignan a vivir bajo la farsa consensual de una monarquía de partidos sin representación ni separación de poderes. El hecho de que exista una «cuestión republicana» permanente en España no es obra de partidos ni de ideólogos: es la consecuencia inevitable de que el país vivió, en carne viva, la posibilidad frustrada de ser dueño de su destino político.

De ahí que la conciencia republicana no necesite justificarse en encuestas ni en la mayoría numérica de ciudadanos que hoy puedan declararse republicanos. Su existencia es anterior a toda opinión. Se impone como se impone la evidencia de una herida abierta en la historia. Es un dato innegociable de la existencia nacional, como lo es la de la propia España.

La falsedad del nacionalismo, la ideología de que el hecho nacional depende de la voluntad, mutó en estatalismo. Paralelamente, la idea de la república se enterró en la nostalgia de experiencias fracasadas y en la apropiación ideológica de los monarquicanos, los falsos republicanos de la monarquía.

La tarea, por tanto, no es convencer a los españoles para que «quieran» la república, como si se tratase de un programa electoral más. La tarea es hacer que reconozcan en sí mismos esa conciencia, que despierten del letargo en que los ha sumido la propaganda consensual, y que comprendan que solo con la libertad constituyente puede nacer la dignidad colectiva de España.

En este sentido, la república constitucional es una necesidad histórica que está inscrita en la verdad de lo ya acontecido. Y contra la verdad de la existencia, ninguna propaganda ni consenso de élites puede prevalecer indefinidamente.

Carta II: La igualdad que estrangula la libertad

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Estimado lector:
‘Crónicas de un cadáver adornado’ se publica en la revista del MCRC Diario de la República Constitucional, fundada por Antonio García-Trevijano, arquitecto de la teoría pura de la democracia. Inspirada en Montesquieu ―cuya separación de poderes Trevijano llamó «alma de la libertad»―, esta columna presenta al Omar ibn Hassan, viajero persa que desmonta los mitos democráticos de Europa con ironía coránica y bisturí trevijanista.

El espejismo europeo que confunde justicia social con democracia

Querido hermano Naser al-Din:

En el zoco de Barcelona —donde los indignados venden sueños revolucionarios junto a pulseras hippies—, un joven de rastas enmarañadas como serpientes me dijo: «Aquí construimos la verdadera democracia: sin jerarquías, sin propiedad». Lo seguí a un edificio ocupado llamado «Utopía 3.0», donde el olor a cannabis y pizza fría se mezclaba con gritos sobre «opresión capitalista». Observa, hermano mío, cómo estos europeos han convertido la noble aspiración a la igualdad en un látigo contra la libertad. Hoy te demostraré que su «democracia social» es el ataúd donde entierran la democracia política.

El joven, que respondía al nombre de «Libre» (¡ironía que hasta un asno del desierto detectaría!), me presentó su asamblea horizontal. «Aquí todos decidimos todo», proclamó mientras un camarada barbudo imponía el orden del día. Trevijano, ese lúcido español que estudiamos en Isfahán, lo anticipó: los europeos confunden democracia política (reglas para controlar el poder) con democracia social (quimera igualitaria). En su obsesión por el igualitarismo, han creado monstruos: Estados que reparten migajas sociales mientras los partidos saquean las instituciones como beduinos en caravana desprotegida.

Te relataré una escena reveladora. Durante la asamblea, una mujer propuso turnos para limpiar los retretes. «¡Eso es fascismo!» —gritó un tipo con pañuelo palestino—. Tras tres horas de discusión estéril, los baños seguían siendo un pantano. ¡Oh sabio al-Farabi! Cuánta razón tenías: «La justicia sin orden es como un mercado sin reglas: todos venden nada». Estos jóvenes, hermano, son víctimas de la gran trampa ideológica que Trevijano denuncia: la izquierda europea levantó la bandera de la democracia social contra la democracia política. Buscaban igualdad en el reparto del botín, mientras entregaban las llaves del reino a oligarcas con bandera roja.

En un rincón, una chica traducía a Marx a lengua de signos. «El Estado burgués es la dictadura del capital», afirmaba. Le pregunté: «¿Y vuestro centro okupado? ¿No es acaso la dictadura de los que gritan más fuerte?». Su silencio fue la respuesta. Europa, hermano, vive la paradoja más grotesca: mientras derriban estatuas de colonizadores, arrodillan su libertad ante nuevos sacerdotes: los expertos en igualdad, los comisarios de lo políticamente correcto. Trevijano lo sintetiza con precisión: «La democracia social ha sido el gran obstáculo igualitario […] contra la posibilidad misma de la democracia política».

Fíjate en el engaño: llaman «conquistas sociales» a lo que un burócrata otorga y otro puede arrebatar mañana. Como el Estado de bienestar que ahora desmantelan —«concesión desde arriba», diría Trevijano—, no surgido de instituciones libres. ¡Contrástalo con nuestra shura! En la tradición islámica, consulta y justicia son dos pilares de un mismo templo. Ellos los han separado: regalan justicia social como limosna, mientras venden la consulta política al mejor postor.

Aquella noche, «Libre» me confesó entre vapores de hachís: «Odiamos el parlamento, pero queremos sanidad universal». ¡Ah, hermano! Qué bien retrata su esquizofrenia: anhelan los frutos de la libertad política (derechos sociales estables) mientras dinamitan sus raíces (instituciones representativas). Como quien quiere higos sin plantar higuera. Trevijano lo explica con amarga claridad: «Lo que se concede desde arriba […] desde arriba se puede revocar». Sin democracia política, hasta la justicia es un juguete en manos de cínicos.

Al despedirme, vi pintado en un muro: «¡Viva la democracia real!». Pregunté a «Libre» qué significaba. «Que el pueblo mande», respondió. «¿Y cómo se revoca a un mal gobernante aquí, en vuestra asamblea?». Su risa incómoda fue más elocuente que cien tratados. En ese instante comprendí la profecía de Trevijano: Europa ha creado un espejismo moral. Creen que la pureza de los fines (igualdad) santifica la vileza de los medios (oligarquía partidista). Como si un médico usara veneno para curar la fiebre.

Conclusión:
Mientras caminaba hacia la mezquita de Barcelona —isla de cordura en este mar de confusiones—, recordé las palabras de nuestro poeta Saadi: «Quien construye su casa sobre sombras, habita en el reino de la intemperie». Europa ha edificado su justicia social sobre las arenas movedizas de la tiranía partidista. Cuando llegue la tormenta (¡y Trevijano anuncia su cercanía!), veremos si entienden que sin libertad política, la igualdad es solo un pastel de barro: hermoso a la vista, pero veneno al paladar.

Tu hermano que ve trampas donde ellos ven alfombras rojas.
Sheij Omar ibn Hassan.
*Barcelona, a 17 de Rajab de 1419*

Anomalías y soluciones (II)

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Continuando con las «anomalías» del sistema que impiden la independencia de la Justicia, y si bien la eliminación del Tribunal Constitucional (TC) contribuye decisivamente al avance de esta última, tal medida por sí sola resulta insuficiente. A la atribución de competencia sobre la materia constitucional a los juzgados y tribunales ordinarios, deben sumarse otras, que a modo de guía sintética y por su utilidad —pese al detrimento de calidad periodística— son las siguientes:

1. Sustitución del CGPJ por un Consejo de Justicia, cuyo presidente sea elegido por todo el mundo del derecho. Desde jueces y magistrados, pasando por abogados, procuradores, peritos judiciales y fiscales, así como personal funcionario de la Administración de Justicia, notarios, registrados y profesores de las facultades de derecho.

2. Independencia económica del Consejo de Justicia, mediante un presupuesto elaborado por el mismo y sometido a la aprobación y enmienda de una comisión mixta formada por miembros escogidos a partes iguales por la Asamblea legislativa y el Ejecutivo.

3. El control deontológico, de acceso a las profesiones libres del derecho (abogados y procuradores), de honorarios, la justicia gratuita y turno de oficio dependerán de la Sala de Gobierno de los Tribunales Superiores de Justicia de cada demarcación, quedando los colegios profesionales como asociaciones de libre adscripción.

4. La fiscalía y la judicatura se unifican como una sola carrera a la que se accede exclusivamente por oposición, siendo una u otra simples puestos de destino. El puesto de fiscal general del Estado debe desaparecer.

5. Desaparición del Ministerio de Justicia y las consejerías autonómicas del ramo. Sus competencias han de quedar en manos del Consejo de Justicia.

6. Creación de una auténtica Policía judicial que no dependa del Ministerio del Interior, sino del Consejo de Justicia y al servicio exclusivo de jueces y magistrados para la investigación criminal, diferenciando así la función de policía represora del delito, de la investigadora de las causas judiciales una vez incoadas.

Esta independencia de la facultad judicial del Estado, no supone poder ilimitado. Dentro de la jurisdicción hay varias de las denominadas «profesiones» (jueces, abogados, funcionarios…), todas ellas con su estatuto propio e intereses contrapuestos, que se compensan y dirimen precisamente a través de su integración en la misma, por las instituciones jurisdiccionales y por la elección conjunta del presidente del Consejo de Justicia.

El control externo a la Justicia es múltiple. Además de la vigilancia y función estatal de policía (policía administrativa) se sigue a través de la potestad legislativa de la cámara y también con la aprobación presupuestaria de su economía de forma mixta, entre otros mecanismos.

El peligro de corporativismo de los «altos estamentos judiciales» queda neutralizado por la propia proporción de los electores del censo electoral específico de la Justicia en la que los miembros de la élite son franca minoría. Sólo hay que darse cuenta de la proporción entre jueces y secretarios y personal administrativo de los juzgados. El voto de cada uno de éstos vale lo mismo, neutralizándose cualquier posibilidad de corporativismo.

En USA y los países de derecho anglosajón en que el derecho es de producción consuetudinaria y no codificado la intervención de los ajenos al mundo de la Justicia está justificada precisamente por esa forma de creación del derecho. Es el precedente y no la ley la que rige la construcción jurisprudencial, por lo que queda justificada la integración electoral de toda la ciudadanía. Sin embargo en nuestro derecho, de origen romanista y codificación a la francesa, la jurisprudencia no es fuente del derecho (artículo 1 del Código Civil) sino que sólo sirve de guía interpretativa de la ley que se aplica con carácter técnico. Ello impide su creación consuetudinaria más allá de los principios generales del derecho y la costumbre supletoria. Por eso se precisa de un cuerpo electoral también técnico que sea controlado por la ciudadanía ex ante al ser ésta quien nombra con mandato imperativo a los legisladores que fijan las normas de acceso a tal cuerpo técnico y la pérdida de la condición de miembros de la jurisdicción.

Pero aún existe otro control externo. Y es la institución del jurado en el ámbito del enjuiciamiento de la prevaricación, el cohecho y en general los delitos cometidos por los políticos, funcionarios y jueces en el ejercicio de sus funciones. Actualmente, la generalización del jurado en el proceso penal y sobre todo para los delitos más graves es fruto de una moda más extraña a un derecho codificado de origen romanista, como es el nuestro, en el que el precepto legal determina el ilícito y sus consecuencias y no el precedente. Se trata de una institución característica de los países anglosajones, con derecho consuetudinario.

De la mima forma que en estos sistemas jurídicos la elección de los cargos en la fiscalía y judicatura por votación popular es lo característico, nuestro derecho codificado exige como regla general un enjuiciamiento por técnicos. Sin embargo el jurado sí y sólo quedaría justificado en los presupuestos en que el bien jurídico lesionado fuera general y no individualizable, es decir, en aquellos delitos cometidos contra los intereses generales de la sociedad civil, como el cohecho, la prevaricación o el tráfico de influencias, así como en general los cometidos por funcionarios públicos, jueces o políticos en el ejercicio de sus funciones.

Alta velocidad y larga espera: un país incendiado donde la culpa siempre es de los otros

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Este mes de agosto en el que, como suele ser habitual durante el periodo estival, las noticias escasean y los escándalos de corrupción ya son cosa del pasado, el twitterólogo a tiempo completo Óscar Puente se está dedicando a incendiar la red social Twitter para reírse de los afectados por los incendios. Una muestra más de que cuando ocurre una desgracia, la prioridad de la clase política española no es solucionar el problema, sino aprovechar la catástrofe para polarizar aún más a la sociedad e intentar sacar rédito político de la situación. Mientras España arde hasta las cenizas, canalizan las tensiones sociales con sus tweets, echando gasolina en las redes y la culpa «los unos» a «los otros».

La adicción a las redes sociales del ministro de Transportes y Movilidad Sostenible de España —cuanto más inútil, más largo es el nombre— sería irrelevante si no fuera por el deterioro y la falta de mantenimiento de la red ferroviaria que depende de su gestión, lo que está ocasionando los retrasos e incidencias a los que ya empezamos a estar acostumbrados. El calor veraniego hace que el metal de los rieles se dilate, causando varios problemas en las vías, lo que unido a la falta de mantenimiento hace que vibren y se deformen, con el riesgo de descarrilamiento que ello conlleva. Por eso, los maquinistas se han visto obligados a reducir la velocidad de los trenes entre 50 y 85 km/h.

Si Puente dedicase a Renfe una décima parte de la energía que destina a sus poco ingeniosas publicaciones, seguramente las estaciones de tren no estarían colapsadas de viajeros atrapados esperando a sus trenes de alta velocidad y larga espera. Al menos, cuando se acuerden del ministro, les quedará el consuelo de poder leer sus tweets, pero lo que ya no podrán hacer es reclamar la devolución del importe de su billete con las mismas condiciones que hace un año. Efectivamente, hasta el 1 de julio de 2024 los retrasos en larga distancia de más de media hora eran indemnizados con el 50% del importe del billete y los de más de una hora con el 100%. Sin embargo, a partir de esa fecha sólo se indemnizan los retrasos de como mínimo una hora, con el 50%, debiendo transcurrir más de 90 minutos para recuperar el importe íntegro del billete.

El Estado de partidos no ha parado de expandirse desde 1978 —se calcula que en 1978 había 765000 empleados públicos y en la actualidad hay casi 3’5 millones, suma que va en aumento—. Algunos, por ignorancia o mala fe, hablan de Estado fallido, pero el Estado, cuando quiere, es una máquina eficiente, como demuestran los récords históricos de recaudación que está batiendo Hacienda. Sin embargo, aunque los impuestos no han parado de subir, el gasto en prevención de incendios forestales ha sido reducido en un 51% en los últimos años con los Gobiernos del PSOE y el PP. El resultado es el de siempre: la duplicidad del gasto propia del Estado de las Autonomías no multiplica por dos el bienestar de los contribuyentes, sino que divide a la mitad la eficiencia de los servicios públicos y da excusas a los políticos para eludir responsabilidades, echándose la culpa los unos a los otros, sobre todo aquellos twitteros más empedernidos. Pero, cuando no echan la culpa a la cogobernanza lo justifican con el mantra del cambio climático antropogénico.

No obstante, es curioso que en las cumbres del calentamiento global, pese a la amenaza climatológica, las elites viajen en aviones y jets privados a los palacios de lujo donde deciden los impuestos que van a imponer a los trabajadores. Allí no se habla de prevenir incendios, pero sí de cómo controlar al ciudadano de a pie. La iglesia de la calentología es eficiente al calcular minuciosamente lo que contamina el coche de cada trabajador, pero olvida calcular el gasto de los aviones gubernamentales; debe de ser que desde sus despachos y laboratorios de ideas financiados con capital privado son eficientes dictando a los agricultores y ganaderos cómo deben gestionar el entorno rural, pero estériles a la hora de recordar al Gobierno de España que no es buena idea reducir el gasto en prevención de incendios forestales.

Es lo bueno que tienen los enemigos que, como el cambio climático, son invisibles. A la clase política le encantan, pues permiten recortar derechos, imponer impuestos y vender un relato catastrofista, a la par que posibilitan recortar el gasto público en prevenir el apocalipsis. Estos enemigos, además de intangibles, son particularmente selectivos, puesto que en este caso se han cebado con los parques naturales —futuros yacimientos mineros— de la zona noroeste de la península ibérica —casualmente la más húmeda—.

La falta de planificación a largo plazo, la ineficiencia administrativa y la ausencia de preparación de los políticos —por mucho currículum que adornen o falsifiquen— no son un fallo del sistema sino que son características idiosincrásicas del Estado de partidos que padecemos en España. Cuando el poder no tiene control, tampoco tiene límites. Y cuando un señor como Óscar Puente es ministro (poder ejecutivo) además de diputado (poder legislativo), como ocurre con muchos miembros del Gobierno, es solo una prueba más de que no hay separación de poderes. Eso explica que pueda estar jactándose de los damnificados por los incendios sin ningún tipo de responsabilidad. Lo mismo aplica para los dirigentes autonómicos, como ya sabemos por experiencias anteriores como la DANA. Mientras ellos se esconden en restaurantes de lujo o disfrutan sus vacaciones en palacetes, a los bomberos les reparten bocatas de mortadela.

Hasta que no se derribe el régimen del 78 y su Estado de las Autonomías, seguiremos atrapados esperando trenes que no llegan, mientras unos apagan fuegos y otros incendian las redes sociales.

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Recogemos los datos estrictamente necesarios para garantizar el correcto funcionamiento del boletín, la provisión de los servicios de venta ofrecidos en la Tienda, así como para asegurar que cumplimos con lo que nos piden los Usuarios, ya sea mediante la solicitud de información como el envío de compras realizadas a través del Diario. Recabamos información sobre ti cuando:
  • Nos solicitas información, ya sea vía email o a través de nuestro formulario web.
  • Te suscribes a nuestro boletín informativo, y/o solicites el envío las publicaciones por Whatsapp.
  • Nos remites obras para su publicación en el Diario.
  • Realizas una compra en la Tienda.
  • Dejas un comentario en la sección de comentarios de los contenidos del Diario.
Para que la información facilitada esté siempre actualizada y no contenga errores, recuerda comunicarnos las modificaciones que se vayan produciendo de tus datos de carácter personal a través de un correo electrónico a nuestra dirección. Además, cuando navegues por el Diario, podrán instalarse en tu dispositivo distintas cookies y otros dispositivos de seguimiento con el fin de asegurar un correcto funcionamiento de la página web, tal y como te explicamos en la Política de Cookies que puedes consultar en el Diario.

¿De dónde hemos obtenido tus datos?

Como puedes ver en el apartado anterior, los datos personales que necesitamos tratar en relación con el Diario, nos los aportas libremente a través de distintos canales. No obstante, en caso de que aportes datos personales de un tercero, garantizas que le has informado de esta Política de Privacidad y has obtenido su autorización para facilitarnos sus datos con las finalidades indicadas. Igualmente, te haces responsable de cualquier daño o perjuicio, directo o indirecto, que pudiera ocasionarse como consecuencia del incumplimiento de tal obligación. Como Usuario, garantizas que los datos que nos facilites -ya sean tuyos o de un tercero- serán veraces y exactos, debiéndonos comunicar cualquier modificación de los mismos. Nos reservamos el derecho a excluir del Diario a aquellos usuarios que hayan facilitado datos falsos, sin perjuicio de las demás acciones que procedan en Derecho.

¿Cómo funciona el boletín y la lista de difusión de Whatsapp?

El MCRC cuenta con un boletín informativo digital mediante el cual se comunica con sus asociados y suscriptores para mantenerles informados de las últimas publicaciones, novedades, acciones y participaciones. Suscribirte al boletín es muy sencillo, simplemente tienes que indicar tu correo electrónico en el apartado al efecto del Diario. Así mismo, el MCRC dispone de una lista de difusión de Whatsapp mediante la cual realiza avisos informativos con las publicaciones del boletín. Si quisieras recibir los avisos mediante la lista de difusión simplemente tendrás que aportar tu número de teléfono. Todos los datos que nos proporciones serán tratados de conformidad con esta Política de Privacidad.

¿Cómo usaremos tus datos y en base a qué?

Los datos de carácter personal recabados por el MCRC podrán ser utilizados para las siguientes finalidades: (i) Información. (ii) El envío del boletín informativo del MCRC mediante correo electrónico, y para enviarte mensajes informativos por Whatsapp en el caso de haberte suscrito. (iii) El envío de compras realizadas en la Tienda. (iv) La publicación de comentarios en el Diario. Desde el MCRC utilizaremos tus datos con las siguientes finalidades:
  1. Atender tus peticiones de información.
  2. Enviarte el boletín informativo en el case de haberte suscrito.
  3. Enviarte cualquier compra realizada en la Tienda a la dirección que nos proporciones.
  4. Generar facturas relacionadas con las compras realizadas en la Tienda.
  5. Atender cualquier solicitud de ejercicio de tus derechos que nos puedas hacer llegar, en cumplimiento de nuestras obligaciones legales.

¿Durante cuánto tiempo guardamos tus datos?

Sólo mantendremos tus datos durante el tiempo que sea estrictamente necesario para ofrecerte la información que requieras y poder realizar los envíos y realizar un seguimiento de los mismos, y posteriormente durante el periodo que resulte indispensable para poder cubrir eventuales responsabilidades o para la formulación, ejercicio o defensa de reclamaciones. No obstante lo anterior, podrás solicitar la eliminación de tus datos, y en caso de resultar aplicables dichos plazos legales de conservación, se mantendrán bloqueados durante el tiempo que la normativa establezca. En cuanto a nuestro boletín, conservaremos los datos proporcionados en tanto no manifiestes tu voluntad de darte de baja de los servicios.

¿Vamos a comunicar tus datos a terceros?

No cederemos tus datos a terceros excepto cuando se nos requiera por Ley, y en particular, podremos comunicar tus datos a las siguientes entidades, siempre en relación con las finalidades descritas:
  • A los órganos competentes de las Administraciones Públicas en cumplimiento de las obligaciones legales que nos sean de aplicación.
  • A nuestros proveedores de servicios auxiliares, necesarios para el normal funcionamiento de los servicios contratados, incluido el envío de las compras realizadas en el portal. En el caso de que algún proveedor se encuentre en una jurisdicción ajena al ámbito de aplicación del RGPD, te garantizamos que se encontrarán adheridos al Escudo de Privacidad (Privacy Shield) UE - EE. UU. Puedes aprender más haciendo click en este hipervínculo: https://www.aepd.es/sites/default/files/2019-09/guia-acerca-del-escudo-de-privacidad.pdf
    • A nuestros colaboradores, en el seno de prestaciones de servicios, los cuales estarán obligados a su vez a guardar la más estricta confidencialidad.

¿Cuáles son tus derechos y cómo puedes ejercitarlos?

  1. Derecho a acceder a tus datos personales para saber cuáles están siendo objeto de tratamiento y con qué
  2. Derecho a rectificar cualquier dato personal inexacto -por ejemplo, si necesitas actualizar la información o corregirla en caso de que fuera incorrecta-.
  3. Suprimir tus datos personales, cuando esto sea posible. Si la normativa vigente no nos permite eliminar tus datos, los bloquearemos durante el tiempo restante.
  4. Solicitar la limitación del tratamiento de tus datos personales cuando la exactitud, la legalidad o la necesidad del tratamiento de los datos resulte dudosa, en cuyo caso, podremos conservar los datos para el ejercicio o la defensa de reclamaciones.
  5. Oponerte al tratamiento de tus datos personales.
  6. Llevar a cabo la portabilidad de tus datos.
  7. Revocar el consentimiento otorgado -por ejemplo, si te suscribiste al boletín y ya no deseas recibir más información-.
  8. Ejercer tu derecho al olvido.
Podrás ejercitar tus derechos en cualquier momento y sin coste alguno, indicando qué derecho quieres ejercitar, tus datos y aportando copia de tu Documento de Identidad para que podamos identificarte, a través de las siguientes vías:
  1. Dirigiendo un correo electrónico a nuestra dirección: [email protected]
  2. Dirigiendo una solicitud escrita por correo ordinario a la dirección Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, 28223, Madrid.
  3. Además, cuando recibas cualquier comunicación nuestra, clicando en la sección de baja que contendrá esa comunicación, podrás darte de baja de todos envíos de comunicaciones del MCRC previamente aceptados.
  4. Cuando te hayas suscrito a la recepción de mensajes informativos a través de Whatsapp podrás cancelar la suscripción desde el formulario del Diario donde te diste de alta, indicando que deseas darte de baja.
Si consideras que hemos cometido una infracción de la legislación en materia de protección de datos respecto al tratamiento de tus datos personales, consideras que el tratamiento no ha sido adecuado a la normativa o no has visto satisfecho el ejercicio de tus derechos, podrás presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, sin perjuicio de cualquier otro recurso administrativo o acción judicial que proceda en su caso.

¿Están seguros tus datos?

La protección de tu privacidad es muy importante para nosotros. Por ello, para garantizarte la seguridad de tu información, hacemos nuestros mejores esfuerzos para impedir que se utilice de forma inadecuada, prevenir accesos no autorizados y/o la revelación no autorizada de datos personales. Asimismo, nos comprometemos a cumplir con el deber de secreto y confidencialidad respecto de los datos personales de acuerdo con la legislación aplicable, así como a conferirles un tratamiento seguro en las cesiones y transferencias internacionales de datos que, en su caso, puedan producirse.

¿Cómo actualizamos nuestra Política de Privacidad?

La Política de Privacidad vigente es la que aparece en el Diario en el momento en que accedas al mismo. Nos reservamos el derecho a revisarla en el momento que consideremos oportuno. No obstante, si hacemos cambios, estos serán identificables de forma clara y específica, conforme se permite en la relación que hemos establecido contigo (por ejemplo: te podemos comunicar los cambios por email).

Resumen de Información de nuestra Política de Privacidad.

Responsable del tratamiento MOVIMIENTO DE CIUDADANOS HACIA LA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL (MCRC) Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. NIF: G-86279259
Finalidades de tratamiento de tus datos personales - Atender tus solicitudes de información, comentarios, peticiones y/o consultas en el marco de tu relación con el MCRC. - Atender las solicitudes para el ejercicio de tus derechos. - Enviarte todas las comunicaciones a las que te hubieras suscrito, incluido el boletín (si te hubieras suscrito) y comunicaciones por Whatsapp. - Enviar cualquier compra realizada en la Tienda del MCRC.
Origen de los datos tratados - Nos los has facilitado libremente tú mismo o un tercero en tu nombre. - Los hemos recabado a través de nuestro Sitio Web mediante cookies. Puedes obtener más información sobre este tratamiento en nuestra Política de Cookies.
Base de Legitimación para el tratamiento - El tratamiento es necesario para la ofrecerte la información necesaria en atención a tu condición de asociado del MCRC. - Para determinados tratamientos, nos has dado tu consentimiento expreso (ej participación en una acción; boletín…). - Contrato de compra entre las partes.
Cesión de datos a terceros - Cedemos tus datos a proveedores de servicios, incluidos aquellos relativos al envío de las compras realizadas en la Tienda. - En ningún caso se cederán tus datos a personas ajenas a la actividad del MCRC (ya sean asociados o ajenos a la asociación) y los servicios que nos has sido solicitado. - Cedemos tus datos a determinadas autoridades en cumplimiento de obligaciones legales (ej. Administraciones Públicas).
Plazos de conservación - Conservaremos tus datos durante el tiempo que siga vigente tu relación con el MCRC. - Si nos pides expresamente que los eliminemos, así lo haremos salvo que exista una obligación legal que nos lo impida o que, por ejemplo, necesitemos utilizarlos para la formulación, ejercicio y defensa de reclamaciones.
Derechos del interesado Podrás solicitarnos el ejercicio de tus derechos por correo electrónico: [email protected], o por escrito a nuestro domicilio social en Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. Puedes pedirnos el derecho a acceder a tus datos, a solicitar su rectificación o supresión, a limitar el tratamiento de tus datos, o a oponerte a determinados tratamientos, a retirar el consentimiento que nos hubieras prestado, a la portabilidad de tus datos o a no ser objeto de una decisión basada únicamente en el tratamiento automatizado. Si no estás de acuerdo con el tratamiento que realizamos de tus datos, puedes presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos: www.aepd.es. Si tienes alguna duda sobre esta Política de Privacidad o el tratamiento de tus datos, escríbenos a nuestra dirección de correo electrónico [email protected], y estaremos encantados de atenderte.

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