Durante más de medio siglo se hizo creer a los europeos la idea, nacida bajo los imperativos de la guerra fría y de la reconstrucción posbélica, de que la unidad politica de Europa solo podría ser el último fruto de la unificación económica de los Estados que reconocían las libertades individuales. Este pesimista panorama descartó de la imaginación la perspectiva de que la unidad política pudiera lograrla la voluntad común de la libertad colectiva de los pueblos europeos. Una libertad, definitoria de la democracia, que no existe en la Europa de los partidos estatales. No fue, por ello,  un azar que, tras la caída del muro de Berlin, fuera el presidente de Francia, Mitterrand, quien tanteara el terreno para poner en pie la idea de una Confederación europea, anunciándola el 14 de junio de 1991, en la ciudad de Praga, por un hombre simbólico de la resistencia anti-soviética, el escritor Václav Havel, que luego sería Presidente de la República Checa.    Aquella improvisada idea quedó eliminada cuando el Presidente de EEUU, Bush senior, exigió a Havel que desistiera de todo proyecto político que incluyera a Rusia en una Confederación de Europa. Lo recordamos ante la crisis de la UE para no caer en el infantilismo de atribuir a factores externos la causa del fracaso de la unidad politica de Europa. Pues no  se puede creer que el NO a la Constitución de la UE o al Tratado de Lisboa se deba a la hostilidad de EEUU, ni a la incompetencia de los ordenancistas de la UE. Las grandes frustraciones de los pueblos deben explicarse ante todo por profundas causas políticas internas. Y más potente que la idea de federar políticamente a los pueblos europeos ha sido hasta ahora el designio nacionalista de mantenerlos no ya separados, o ignorantes  unos de otros, sino enfrentados por sus intereses económicos a corto plazo.   Esto explica que los federalistas europeos, a diferencia del oportunismo de Mitterrand, se inspiraran en los movimientos culturales y las ambiciones económicas donde el nacionalismo se inclinó ante el internacionalismo, como sucedió en Francia bajo el Segundo Imperio,  o se superó en federaciones interiores, como en Suiza o Alemania. La UE continuará fracasando como proyecto de unidad politica mientras no se transforme en una Federación basada en la democracia interna de sus Naciones, y siga exclusivamente apoyada en las oligarquías de sus Estados de Partidos.   florilegio "No hay mayor euro-escepticismo que el de quienes no creen en la potencia unificadora de la libertad política de los pueblos europeos, o la temen."

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