La historia de España es una historia sin democracia, una ausencia clamorosa porque siempre ha estado falta de una ontología fuerte: un discurso democrático, una ciencia de la democracia. Desde Marsilio di Padua, la Democracia es un sistema basado en la representación y el mandato imperativo, la separación de poderes y la elección del Jefe de Gobierno. Un verdadero ejercicio de la representación por parte de la “melior pars” de la sociedad.
En España no ha habido demócratas ni en la derecha ni en la izquierda. Ambas han usado la palabra democracia a todo paréntesis entre sus reales intenciones: La Dictadura fascista o la comunista y sin que estos paréntesis llegaran nunca a ser siquiera una sombra de la Democracia Política, para ellos la libertad tenía un sentido eminentemente negativo, la libertad era simplemente la liberación del enemigo pero no un espacio de juego democrático, de ahí la fatalidad del consenso, puro miedo a la Libertad. Sin embargo, la Teoría Pura de la República (TPR) lleva a la culminación el proyecto político intuido pero inacabado por Baruch Spinoza en su Tratado Teológico-Político, esto es, acabar con una política del dominio para hacer someter el poder a la libertad, identificando Libertad y Potencia, más que Poder con Potencia.
El Respeto por la Libertad y la Democracia tiene que inspirar a toda ideología con carácter previo a la participación en el sistema, lo cual implica necesariamente una forma de pensar la aporía entre absolutez y libertad como condición dinámica del proceso político. Por eso la TPR a pesar de confiar totalmente en la victoria lógica de la República Constitucional lidera un proceso de Libertad Constituyente que supone precisamente traer en igualdad de condiciones a los rivales políticos que se la enfrentaran en una contienda democrática. Es lo que Spinoza consideraba un imposible: el Omnino absolutum democraticum imperium. La TPR lo acaba de traer.
La libertad Constituyente por la que lucha actualmente el MCRC es conditio sine qua non para la legitimidad de la futura República Constitucional, inauguraría así por primera vez la democracia en España al exigirse así mismo el respeto al juego democrático en el sentido fundante que tuvo en su origen, e instaurándolo por tanto para el futuro: la República Constitucional se hace depender de la existencia de la Democracia porque sólo vendrá democráticamente; esta autoexigencia es fundante de la democracia misma. Igualmente es la forma de superación de la Razón de Estado que ha generado a las partitocracias como suplantadoras ilegítimas de la Democracia en Europa.