El gobierno Ibarreche ha propuesto a su Parlamento que legitime, mediante ley, una consulta al pueblo vasco para que éste exprese su aprobación o su rechazo del derecho a decidir su futuro, o sea, a su autodeterminación. Este término filosófico no equivale a independencia. En el campo de la política significa, exactamente, derecho a la independencia. Lo que el nacionalismo vasco quiere, por ahora, no es independizarse de España, sino el derecho de hacerlo cuando lo considere oportuno o posible. Para entender la propuesta sustantiva de Ibarreche hay que separarla del tema adjetivo de ETA, cuyo desarme, a cambio de que sea legalizado el derecho de autodeterminación, solo es un anzuelo para incautos ignorantes de que el terrorismo vasco se basa en la visión de la independencia como derecho natural de liberación, frente a un ocupante extranjero, y no como derecho positivo derivado de la existencia legal en el pueblo vasco del derecho a decidir su futuro. Pero Ibarreche no es el creador de la amalgama de lo sustantivo -el derecho de los vascos a decidir su futuro- con lo adjetivo -la negociación con ETA para que se desarme, como contrapartida al reconocimiento por el Estado español de ese derecho. La consulta popular propuesta por Ibarreche se limita a copiar, casi al pie de la letra, la fórmula ideada por Zapatero en la frustrada negociación directa con ETA. La única diferencia está en que ahora el negociador quiere ser el PNV. La igualdad de la fórmula no expresa, sin embargo, un mismo sentimiento reaccionario contra la identidad y la integridad de España. En el PSOE predomina la ambición de prolongar indefinidamente su hegemonía, mediante la confederación de autogobiernos territoriales en un solo Estado. El PNV quiere retirar al terrorismo la exclusiva de la independencia estatal del País Vasco, asumiendo la causa de ETA, pero no los efectos de su acción terrorífica . La diferencia sentimental que separa al PSOE del PNV es la que existe entre la abnegación y la renegación. Mientras que el renegado nacionalista expresa la doble negación de España y de lo español, para dotarse de una nueva identidad mediante la construcción de una nueva nación con Estado propio, el abnegado socialista realiza el doloroso sacrificio de negarse a sí mismo, para afirmarse en el poder gubernamental que los nacionalismos le propicien en un Estado laico en cuestión de nacionalidades. florilegio "El sacrificio que implica la abnegación no depende de la aparente nobleza o vileza de la causa a que se inmola. En realidad, no hay tipo alguno de altruismo que, sin ser monstruoso, pueda justificar la negación de sí mismo."