Dos temas ocupan la atención de los medios informativos y no porque sean nuevos, insólitos o extraños a esta Monarquía de los Partidos. A primera vista parece que no guardan relación entre si, que no tienen la misma causa, que obedecen a motivos diferentes. Pero bien examinados se descubre pronto que los dos problemas tienen la misma fuente de procedencia, el mismo vicio institucional. Nos referimos a la agitación de los jueces, no acallados con el nombramiento de un nuevo ministro de Justicia, y al continuo afloramiento de la corrupción en todos los partidos estatales, que no cesa de manifestarse desde los primeros años de la Transición, tanto en los centrales como en los autonómicos o municipales. Las mentes superficiales, acomodadas a la situación y conformadas por el tiempo transcurrido sin afrontar siquiera el examen de la naturaleza de estas anomalías, las atribuyen a los inevitables factores subjetivos que se derivan de la escasez de medios para el desempeño honorable de la función judicial o para cubrir las necesidades financieras de las campañas electorales de los partidos. El vulgo cree que son males perennes e incorregibles del egoísmo anclado en la naturaleza humana. La mentalidad que no disculpa el crimen individual motivado por la pobreza, es la misma que considera normal el maltrato de los jueces por el Gobierno y el robo de dinero público por todos los partidos. Se entiende bien que los patrones de la Monarquía, o sea, los partidos constitucionales, se indignen tanto con la rebelión judicial y tan poco con su propia corrupción. Pero fallan en su misión todos los medios de comunicación, sin excepción, que después de treinta años de vigencia del problema, siguen alejándose de su análisis y, por tanto, de la solución. A los medios informativos, verdadero sostén del Régimen, les aterroriza la crítica destructiva. Siendo así que, tanto en la física como en la moral, sólo se construye destruyendo lo necesario para construir. No es el caso de este singular DIARIO. Porque sabe la solución, y el modo inteligente de llegar a ella, será implacable en la tarea de destrucción de la causa del problema. Este subsistirá mientras no haya separación de poderes en el Estado; mientras el poder judicial, con presupuesto autónomo, no sea elegido por los actores jurídicos en el proceso de la justicia legal; mientras las campañas electorales no sean gratuitas; mientras la prensa sea más fiel al Estado que leal a la sociedad. Esto no es quimera ni sueño de los buenos deseos. Está construido en la ciencia de la República Constitucional. florilegio "La libertad construye lo nuevo, el consenso mantiene la vieja incoherencia."