Una sola frase del discurso inaugural de la Presidencia de Obama, “estamos dispuestos a asumir de nuevo el liderazgo” del mundo, revela cuales son los límites de la novedad de su pensamiento y de su cultura político-religiosa. Se acerca más de lo que él mismo hubiera deseado al “Destino Manifiesto”. Aquella idea providencial de la séptima presidencia, la de Jackson, que ha venido inspirado los fundamentos raciales de la discriminación interior, contra la que Obama se ha revuelto con notable éxito, así como de la nefasta concepción imperialista de la política exterior, que no ha cesado de acentuarse desde la guerra colonial contra España (Cuba-Filipinas), calificada por Paul Valery de guerra contra Europa. La intervención del Presidente Wilson en la guerra del 14 y la de Roosvelt en la del 39, crearon un profundo sentimiento de gratitud europea, que se ha borrado casi por completo con la actitud de EE.UU., apoyando dictaduras en la guerra fría y desatando conflictos armados contra países productores de petróleo. Lo inquietante no es la pretensión de ejercer el liderazgo de EU en el mundo, cosa que se deriva con naturalidad de la conciencia elitista de seguir siendo una primera potencia, a pesar de la rivalidad de Rusia y China. Lo preocupante es que, al decir “asumir de nuevo”, está legitimando el liderazgo militar de los presidentes anteriores, en lugar de haber definido la noble aspiración a dirigir el mundo de forma civilizada, extendiendo por todo el orbe la nueva influencia política que se derive de una superior potencia democrática, cultural, tecnológica, ecológica y moral de EE.UU. La idea de liderato, que en su origen conceptual nada tiene que ver con la de jefatura, implica una serie de connotaciones negativas que hasta ahora no parecen darse en Obama. Su indudable carisma personal no necesita ser reforzado con los tradicionales atributos del jefe, para que personalidades distinguidas y masas anónimas de todo el mundo confíen y depositen una nueva esperanza en su mandato. Lo cual no excluye que la inteligencia crítica, la sensibilidad moral y la rica tradición cultural de los europeos permanezcan despiertas, a fin de analizar con frialdad, y sin prejuicios, las medidas de política internacional que adopte su gobierno. Es inevitable que su forma de afrontar la crisis económica repercutirá, aunque no sea la mejor, en la política económica de todos los gobiernos. Y eso obliga a prevenir, en España, los efectos no deseados que siempre lleva consigo la importación de ideas a contextos económicos y culturales diferentes. florilegio "A un jefe legal se le obedece. A un líder, incluso sin poder, se le sigue."