En el estado de poderes inseparados los acontecimientos políticos de consumo interno son siempre algo previsible. Era previsible que cambiara el gobierno. Era previsible que el PSOE perdiera unas lecciones que, convocadas como legislativas, en realidad sirven para designar al jefe del ejecutivo. Era previsible que el PP ganara esas elecciones, y no es previsible sino seguro, que Rajoy será el próximo Presidente. Por eso no es extraño que el programa electoral del partido ganador al contemplar su declaración de intenciones en lo relativo a lo judicial encabece el apartado correspondiente como “Justicia ágil y previsible”. Era previsible. Cuando hay identidad entre política y justicia porque ésta no se encuentra separada en origen de aquella, es previsible que la segunda diga lo que la primera ordena. Es previsible que los tiempos políticos coincidan con los tiempos procesales, y es previsible que los jueces miren a la coyuntura y posición de los partidos como el girasol al astro rey. Las propuestas programáticas de los conservadores en materia judicial siguen la natural tendencia centrípeta hacia la concentración de poderes de toda reforma de la Justicia que se emprende sin separar antes la función jurisdiccional del poder político del estado. Es algo previsible. Más desjudicialización, administrativizando parcelas antes en manos de la judicatura con reducción del ámbito de intervención del juez en beneficio de los Secretarios Judiciales. Reducción del sistema de recursos, siguiendo así la línea Caamaño de limitar las garantías de los justiciables y propuesta de una nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal indeterminada sin aclarar la espinosa cuestión de la posición de la fiscalía en la instrucción de causas penales. Todo ello ahondando en la concepción de la Administración de Justicia como una máquina de producir sentencias de un automatismo burocrático. Eficacia en lugar de eficiencia, cantidad en lugar de calidad. Todo muy previsible. El PP reconoce en su programa electoral el papel “insustituible del Tribunal Constitucional” introduciendo medidas para hacer más previsible la novación de magistrados mediante el recambio en el tiempo constitucionalmente ordenado. El perfeccionamiento de la institución del jurado, la introducción de tecnologías en la oficina judicial y la modificación de la forma de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial por la sociedad política son los instrumentos con los que se pretende hacer una Justicia ágil, y como no, previsible. Lo dicho amigos, no esperen novedades favorables a la independencia de la Justicia porque todo sigue su curso ordinario, como era previsible.