Un descuido de la “aristócrata” con aires liberaloides que manda en la Comunidad de Madrid, nos ha permitido comprobar en toda su desnudez, la zafia arbitrariedad con que los oligarcas toman represalias y dispensan prebendas. Ante semejante vulgaridad y dada la nulidad de casi todos los diputados que integran los rebaños parlamentarios, convendría fijar la mirada en el nefasto procedimiento de selección de candidatos que utilizan los jefes de los partidos estatales. Éstos, a toda costa, buscan y premian la docilidad, ya que encontrándose en una situación de privilegio por oportunismo o por una designación autoritaria, temen perderla por la competencia leal de colaboradores con una personalidad no fabricada en serie. Cuando la señora Aguirre manifiesta que no le parecería “normal” (dentro del patológico régimen electoral vigente) que Cobo (el esbirro de su enemigo interno) volviese a figurar en las listas de las municipales, ha de tener en cuenta que, ahora, pueden medirla a ella con el mismo rasero de exabruptos. Pero debería preocuparle más lo que representa el mito conservador de Saturno, versión latina del dios Cronos, encarnado en Rajoy: el destino inexorable del usurpador que, para mantenerse en el poder, ha de ir eliminando la posibilidad misma de toda existencia de rivales.   La mayoría electoral a favor de un partido no transforma la cantidad en calidad ni la fuerza en razón, sino un determinado número de votos en cantidad ganadora. Con un sistema proporcional de listas, las elecciones no suponen selección, la cual exigiría tomar en consideración aspectos cualitativamente importantes, sino mera atribución de fuerza. La misión servil de los votantes consiste en establecer la correlación de fuerzas dentro de un club cerrado de partidos.   El poder manifiesta la dominación por el hecho de la posesión, por estar sentado públicamente sobre el objeto de su dominio. El vocablo “seer” (estar sentado) compone con el prefijo “po” (raíz latina de poder) el verbo poseer. El jefe del clan primitivo se sentaba materialmente sobre su tribu. La silla gestatoria del patriarca romano perpetúa esta ostentación del poder sentado. Los jefes nacionales y jefecillos regionales de los partidos, aposentados en el Estado, distribuyen, graciosamente, sillas en los consejos de administración de las cajas de ahorro. Y doña Esperanza tiene la desvergüenza de jactarse de no ser “intervencionista”.     "A pure theory of democracy"     Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"

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