El Partido Popular de la Comunidad de Madrid anuncia su intención de modificar de la ley electoral autonómica, para que dos tercios de los representantes en su asamblea sean elegidos por el sufragio directo de los ciudadanos. La señora presidenta sea inspira, a pesar de su proclamado liberalismo a la inglesa, en el parlamentarismo de sistema proporcional Hare-Niemeye de Alemanía. La Ley D´Hont, vigente en España, tiene su prueba de toque en Bélgica, patria donde nació, y el resultado es un reino en permanente disolución aplazada por flamencos y valones. Sus efectos perversos en España son la suma de las crisis económica, financiera, política e institucional que se ciernen sobre la vida diaria de los españoles. Que dos tercios de los que se sienten en la asamblea madrileña sean elegidos por sufragio directo de los electores en circunscripciones uninominominales es mejor que nada, pensarán algunos; pero seguirán siendo candidatos de los partidos, pues el otro tercio saldrá de la suma de los votos recibidos por cada partido. Ese tercio de la asamblea estará compuesto por comisarios políticos de los partidos. Se quiere experimentar en Madrid un lavado de cara para el régimen vigente, que se hunde con la corrupción y los nacionalismos periféricos y nos ha hundido en la miseria a la mayoría de los españoles. Para ello se sigue al pie de la letra el consejo del Príncipe de Lampedusa: “Se vogliamo che tutto rimanga come è, tutto deve cambiare”. Esta iniciativa evidencia el temor a una revolución democrática que no cesa contra la partidocracia, aunque permanezca silenciada en los medios afectos al régimen; manifiesta el cinismo mas descarnado de una clase política que intenta perpetuarse en el poder por medios distintos de los que se ha valido hasta ahora. Satisface a quienes reclaman más proporcionalidad general para colmar sus aspiraciones de mayor representatividad y reparto de subvenciones, y así seguir esquivando la representación política de los electores, la responsabilidad ante el ciudadano. El cansancio de una sociedad agobiada por una clase política despótica y corrupta, sorda e indolente, que goza impunemente de las gabelas sin tasa ni medida de la partidocracia. Una sociedad que ha empezado a revelarse contra lo que dijeron era democracia, pero que ya comienza a intuir que no lo es. Ahora se le presenta otro juego de cartomancia, otra apariencia, otra ilusión, otro señuelo con el que sorprender los espíritus menos avisados y que así permanezcan las cosas como están. La Ley Hare-Niemeye no es menos tramposa que la Ley D´Hont, simplemente sus trampas contra la democracia tienen diferentes matices. Esa es la ley que hizo generar en el Tribunal Constitucional de Bonn la doctrina del “Parteienstaat”, Estado de Partidos. Las instituciones políticas del Estado, donde debería estar representado el pueblo, son ocupadas por comisarios de los partidos, que en lugar de defender el interés general, promueven los intereses políticos privativos de cada partido en pugna permanente por alcanzar mayor cuota de poder. Todo seguirá igual, aunque a algunos les parezca que cambia todo, solo es eso lo que se busca. La relación de poder continuará siendo idéntica. Los partidos seguirán buscando el voto de los electores, no para representarles, sino para refrendar su presencia en las instituciones y legitimar el régimen que les acoge y del que se aprovechan. Todo con tal de negar la democracia, todo para que al votante no se le permita el pleno ejercicio de sus derechos políticos, todo para que no exista separación de poderes y perpetuar la corrupción y el privilegio. La señora presidenta se asegura que los candidatos que ella presente no voten, en la sesión de investidura, a otro para presidir la Comunidad de Madrid. Sin duda la señora Aguirre tiene miedo a que sean los madrileños los que elijan con el voto igual, directo y mayoritario a quien quieran que presida su Comunidad Autónoma.