Pocas personas se permiten la temeridad de no mirar hacia atrás de modo permanente en su vida cotidiana. El hábito de repasar la jornada para tomar conciencia de la situación que se espera encontrar mañana, se convierte en método de investigación en cualquier rama del saber. Nada se construye ni se averigua sin asegurarse previamente de la firmeza de lo ya construido o sabido. Al conocimiento del pasado real, fundamento de la historia, lo hace muy difícil el hecho insoslayable de que lo miramos con ojos dominados por la visión y los valores culturales del presente. Habría que prescindir de las gafas que enfocan nuestra mirada actual, una tarea sobrehumana, para llegar a percibir la realidad de los tiempos pretéritos, que dieron causa y sentido a los hechos que nos llegan interpretados como históricos. No hay ley de memoria histórica que pueda escapar de la deformación del pasado causada por la necesidad de mirarlo desde el punto de vista del presente. Esta deformación no sólo afecta a los hechos remotos. Los más próximos, los acaecidos en el año que acaba, también han de ser depurados de las emociones actuales para ser bien comprendidos. No somos dioses bifrontes, como Jano, dotados de retrovidencia y providencia.   Es costumbre extendida a todos los campos de actividad hacer un balance del año que termina. Cuando no se trata de cosas materiales, susceptibles de ser medidas y pesadas, en ese balance se inflan o desinflan los datos objetivos según el criterio subjetivo del fabulista contable. España se acerca a cincuenta millones de habitantes. Pero ese crecimiento no puede aislarse del hecho constatable de que la sociedad española decrece culturalmente. Décima potencia en actividad económica, y una de las últimas de Europa en lectura, educación escolar, formación universitaria, investigación científica y criterios morales. Y del valor mas excelso que mide la sabiduría y la verdadera grandeza de los pueblos, la libertad politica, España está más lejos que hace treinta años.   El año 2008 termina con la tristeza que comunica a todas las dimensiones éticas y culturales de la vida colectiva nacional, la inmediata perspectiva del porvenir material. Cuando no hay más valor que el dinerario, cuando la libertad es menospreciada hasta el punto de confundirla con la de los partidos políticos, cuando la cultura de la verdad y la belleza está tapiada con muros especulativos de ladrillo y finanzas, la depresión de la economía coloca la única esperanza de alegría y libertad en la revolución política.   florilegio "La memoria olvida lo que supo. La moral sabe la libertad que no tiene y la que jamás tuvo."

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