Asistir como espectador al dolor animal de quienes se matan por comida, agua, medicinas, algo de bienestar y otra vida, mientras se acaricia la nuca del perro que sólo interrumpe el sereno dormitar que disfruta para, de vez en cuando, levantar una ceja y aliviar su ansiosa fidelidad asegurándose de que el gesto del amo no ha cambiado. La tragedia fascina. Durante estos días Haití, mucho antes de llamar a la conmiseración, embelesa. Observar ese naufragio terrestre nos permite sentir cuán lejos estamos del caos y la miseria. Es muy posible que los primeros sentimientos estéticos expresados nacieran del placer que resulta de ver lo cruento, pues también de ese espectáculo la mente sana extrae, por contraste, un valor positivo.   Mirar el poder sin control como se contempla una catástrofe, llenos del morbo azul que cubre la distancia y deja inmaculada la impotencia. Deleitarse con los movimientos de quienes aparentan permanecer ajenos a ese poder mientras lo ejercen con suficiencia e impunidad. Criticar y no ser responsable de la evolución ni de lo criticado ni de la crítica. El gobierno es una calamidad para quienes nada pueden tener que ver con él. Su dinámica atrae como lo hacen las nubes de la tormenta, los circos sangrientos, las cargas policiales, los orgasmos ferroviarios.   Los medios de comunicación de la sociedad audiovisual constituyen el escaparate del poder y la miseria, como lo hace también la caridad de los ricos en las tierras asoladas por el terremoto. La entelequia de una sociedad civil planetaria, que medios y ricos alimentan, sólo esconde la hipocresía de un mundo en el que la economía política de los Estados tiende a estabilizar la población imitando los modelos que han desembocado en una sociedad de dos clases: clase política y clase no política. Ahora, entre quienes hacen cola para donar sangre y dinero, están muchos de los siervos que pertenecen a la inmensa fracción de la humanidad excluida del poder. Intuyen, horrorizados ante la magnitud del cataclismo, que este gesto de solidaridad animal les es necesario para seguir creyendo que su mirada, su compasión y su decencia todavía cuentan.     "A pure theory of democracy"     Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"

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