“En pequeñas ciudades de Pensilvania y Medio Oeste se vienen perdiendo puestos de trabajo durante 25 años, sin que las Administraciones de Clinton y Bush hayan regenerado esas comunidades. No sorprende, por tanto, que se amarguen, que se apeguen a las armas (de caza), a la religión, a la antipatía por quienes no son como ellos, al sentimiento antiemigrante o contra el libre comercio, como formas de expresar sus frustraciones”. Este razonamiento de Obama (6 abril, San Francisco) ha sido calificado por Hillary de “elitista y divisorio”, en contraste con el orgullo, que ella comparte, por el estilo de vida de los trabajadores de esas pequeñas ciudades. Según la cadena ABC, Clinton está presentando  a Obama como “un campeón de la amargura”. Ante la campaña de los medios conservadores, con ecos macartistas contra Obama, éste se ha tenido que disculpar “por no haber elegido las palabras más adecuadas”.   Pero el error de Obama no está en su discurso ni en su disculpa. Aquél no contiene el menor indicio de elitismo, de intención divisoria entre categorías sociales, ni de amargura personal, sino todo lo contrario. Pues solo trataba de explicar cuales podrían ser las causas del desapego a la esperanza política, que se superarían con un acertado desarrollo de la economía regional. Y la disculpa, que no rectifica el sentido racional de su discurso, solo pretendía tender un puente de unión entre los divisionarios de su propio partido. Táctica que ha dado sus frutos en la conciliadora actuación de los dos candidatos en el debate televisado del 16 de abril.   El error de Obama, que le obligará a pedir constantes disculpas por sus palabras, está en que parece no haber comprendido todavía que la causa profunda de su rechazo por el conservadurismo estadounidense no deriva tanto del color de su piel, como de la condición de ser un negro más inteligente y cultivado que la mayor parte de la clase gobernante. La inteligencia es un factor negativo en toda carrera politica dentro de un partido. Adlai Stevenson lo comprobó bajo el mandato de Kennedy. Se puede admitir la igualdad de un negro, incluso su excelencia en esferas específicas, como la musical o deportiva, pero no su superioridad intelectual en materia politica. Eso es lo que humilla a Hillary Clinton. florilegio "Las grandes personalidades no se soportan las unas a las otras. Lo que les sobra en entendimiento les falta en comprensión. Por eso las ambiciones sin causa moral se rodean, en la acción política, de pequeñas inteligencias voluntariosas, más capaces de servicio personal que de oficio intelectual. "

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