Los síntomas de esclerosis ejecutiva que hemos observado este último año han desembocado en el reconocimiento por parte de Zapatero de su propio desgaste: de la pérdida de la causa de gobernar o de la potencia vital para dirigir las aspiraciones de los gobernados. Ahora, ya, ni siquiera vanas palabras de satisfacción de sí mismo tratan de ocultar el estado de impotencia en que se encuentra para resolver la crisis. Así, atendiendo al sentido pactista del Estado de Partidos, preconizado y recomendado por el rey para tiempos de turbación, Zapatero pide y ofrece “consenso” a todos los grupos de la Cámara, con su mejor voluntad. Este bálsamo de Fierabrás del Régimen sería necesario para afrontar el conjunto de las reformas que requiere la crítica situación. Es decir, un Gobierno sin causa ni razón, quiere durar y sostenerse a costa de no gobernar. La vida política se reduce a operaciones formales del poder, a pura tramitación de expedientes. Cuando Zapatero dice que “vamos a poner toda la carne en el asador”, lejos de tener la intención de realizar alguna acción sustantiva de poder, anuncia la formación de una comisión encabezada por sus lugartenientes: la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, y los ministros de Fomento e Industria, señores Blanco y Sebastián, para que “emprendan un diálogo y una negociación con los diversos grupos”, con el fin de arbitrar medidas que despierten la inanimada competitividad de la economía española, fomenten la creación de empleo (aunque bastaría con que se frenase la destrucción), e impulsen ¡nada menos! que la “reactivación” del modelo productivo. Además, ahora que las arcas públicas están vacías, el Gobierno abriga la esperanza de recaudar más dinero luchando contra el fraude fiscal y derribando los tabiques de la economía subterránea, con lo que podría provocar un hundimiento completo. Mientras, el jefe de la derecha estatal hace oídos sordos a la operación de socorro orquestada en la Zarzuela, y rechaza el pacto para no hacerse “corresponsable” de la irresponsabilidad gubernamental. Rajoy ha recordado las diferencias ideológicas aducidas, no hace mucho, por Zapatero, para no arrimarse al PP, concluyendo que lo que les separa son diferencias al asumir la realidad. Ajeno a ésta parece estar también don Mariano, cuando reclama una rebelión en las filas del PSOE a causa del desvarío de su patrón, como si no estuviera al corriente de la domesticación oligárquica de los grupos parlamentarios. "A pure theory of democracy" Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"