La sombra del miedo pánico que produce la enorme magnitud de la crisis económica deja en la penumbra la situación de crisis política donde está el Estado de Partidos. Los defensores de este Régimen creen que la naturaleza y dimensión de la crisis política se reduce a lo que, en los antiguos sistemas parlamentarios, se reconocían como crisis ministeriales. De acuerdo con tal simpleza de análisis, piden al Presidente Zapatero que resuelva la profunda crisis política con el cambio de una media docena de Ministros. Los menos apreciados por la banca y la prensa. Pero la crisis económica y la política no se pueden superar por separado. Una causa común las une y enlaza en el Estado monárquico dirigido por el partidismo financiero y mediático. La unidad del criterio oligárquico se manifiesta en la identidad de propuestas que la gran banca y la gran prensa hacen hoy al gobierno, para que éste deje caer a las entidades financieras sin futuro, junto a los ministros de mayor insolvencia. O sea, limpiar la era sin aventarla. Quiénes fingen creer que la crisis financiera proviene de la falta de recursos propios de Cajas o Bancos particulares, atribuyen la evidente impotencia gubernamental a la incompetencia personal de algunos ministros. Este absurdo late en el fondo de las últimas propuestas de la oligarquía a su gobierno. Donde no hay Parlamento, institución representativa de la sociedad que no sea pura resonancia del intra-mundo de partidos, no pueden existir crisis parlamentarias, sino crisis del consenso. Donde el Gobierno, no elegido por los gobernados, se designa por los jefes de partidos estatales, no pueden existir crisis de gobierno que no sean crisis del consenso. Donde sindicatos estatales obedecen a partidos estatales, el mundo laboral, que llegará a cinco millones de parados, carece de instituciones representativas que lo encaucen hacia el empleo masivo, según las pautas exigidas por la crisis depresiva de la demanda y del crédito. Donde la gran patronal no defiende a los pequeños empresarios ni a los autónomos, los intereses de éstos convergerán con el de los trabajadores no sujetos a sindicatos conformados con la política gubernamental. Sin consenso entre partidos, la convergencia de la generalizada crisis económica-financiera con la particularizada crisis política y sindical, puesta de relieve en la falta de toda autoridad digna de ser obedecida, ha creado la crisis de esta Monarquía de Partidos. Un tipo de crisis que puede ser definido, mejor que por su imposibilidad de seguir en la misma situación, por la dificultad de ser del propio Estado monárquico, según la vieja expresión de Benjamin Constant. florilegio "El consenso hace crisis con la de la economía especulativa en que se basa."