Entre toda la clase política europea, la británica es la menos corrupta. El sistema electoral por mayoría, la responsabilidad de los elegidos ante sus electores de distrito, cierran la puerta a tipos de corrupción al por mayor y a la más dañina de todas las degeneraciones políticas, la corrupción de partido. Los escándalos públicos suelen ser allí de levantamientos de faldas extramatrimoniales por los poderosos. Pero en lo tocante a la corrupción al por menor, la que infla los gastos de vivienda o viaje, la que traslada al Tesoro público el importe de facturas de mobiliario doméstico y reformas caseras, nadie iguala en moderación a los diputados británicos. Si pueden meter algunas libras esterlinas de más en sus gastos reembolsables, lo hacen con la buena conciencia de no saber que se están corrompiendo a pequeñas dosis diarias. Son tan escrupulosos, ante la “res publica”, que prefieren quebrantar su moralidad personal, con triquiñuelas de contables infieles, antes que causar grave daño económico al Estado. Para ellos seria inconcebible que, pudiendo meterla de matute, la factura del sastre la pague una empresa privada, a cambio de contratos millonarios en fraude del Estado. Tan mezquinos como pequeños usureros y sisadores, no tienen el porte de grandeza de nuestros políticos valencianos. La dimisión del Speaker de los Comunes ha conmovido hasta los mismos cimientos del parlamentarismo. Un acontecimiento semejante no sucedía desde finales del siglo XVII, cuando reinaba Guillermo de Orange-Nassau, y aún vivía el gran John Locke, ideólogo de la gloriosa revolución liberal y primer teórico de la separación del poder legislativo respecto del ejecutivo, que entonces era nombrado libremente por el monarca. Sistema que cambió de naturaleza a principios del XVIII, cuando el nuevo Rey, Jorge I, elector de Hannover que no sabía inglés, tuvo que ponerse en manos de Walpole, único parlamentario capaz de reunir una mayoría de diputados comprados, mediante concesiones en la India y privilegios comerciales en régimen de monopolio. Esta corrupción (spoil system) transformó el parlamentarismo constitucional en parlamentarismo de gabinete, retirando al Rey la facultad de nombrar al Jefe de Gobierno, y perpetuando el antecedente que le obligó a designar Premier, en dos legislaturas seguidas, al jefe de la mayoría. La dimisión de Michael Martin ha conmovido porque los británicos habían olvidado que su sistema parlamentario proviene de la inseparación de poderes que la corrupción de Walpole impuso a Jorge I. El Presidente del legislativo dimite porque el del ejecutivo le ha retirado la confianza. florilegio "En las dictaduras y las oligarquías, aunque éstas sean representativas, la costumbre contra ley crea más instituciones arraigadas que la propia ley."