Los indignados del 15-M continúan sin tener claro lo que quieren, es decir, lo que significa en concreto democracia real. Saben, en cambio, lo que no quieren: “ser mercancía en manos de políticos y banqueros”. Son conscientes de que la televisión y la prensa manipulan la información. Así se deduce de su último lema: unidos por un cambio global. Y sin embargo las consignas, pancartas y escenificaciones individuales recogidas por los medios españoles raramente aciertan en la explicación de esa alegre indignación que ha caracterizado la movilización del 15-0, en el renacimiento del 15-M. Los jóvenes indignados padecen más la euforia de sentimientos rebeldes que la claridad de las ideas políticas, conocidas por sus mayores en la lucha por la libertad politica, que podrían acabar pacíficamente con la partidocracia. Sin recibir, y asumir como propia, la herencia de la lucha clandestina por la democracia durante el franquismo, y el permanente combate de los que no claudicamos ante la impostura de la Transición a la Monarquía de Partidos estatales, es imposible que esta engreída, pero prometedora masa rebelde llegue a vislumbrar siquiera el camino de la libertad colectiva.   Esta masa acrítica conoce, sin embargo, aunque sea de oídas, que los centros de decisión causantes de la crisis económica, contra los que se dirigen primordialmente las indignadas protestas son los Bancos y las Bolsas. En lugar de fijar la atención del público en la corrupta y despreciada clase politica del Estado de Partidos, creen o al menos fingen creer que el poder financiero tiene la originalidad de un poder corruptor de políticos y gobiernos. De este modo, y de manera tácita, inducen a la errónea creencia de que los partidos estatales no solo carecen de pecado corruptor, sino que en tanto que sólamente corrompidos, pueden frenar la corrupción sistemática de las finanzas.   En realidad, la falta de preparación intelectual y de conocimiento de la historia contemporánea les hace creer que el enemigo público número uno, al que hay que denunciar, combatir y aniquilar, no es el pequeño colectivo de la llamada clase gobernante, ni tampoco el más amplio de la conocida como clase politica, sino abstracciones tan indefinidas como los mercados o la propia crisis económica, como si ésta estuviera dotada de propia personalidad. Los indignados ignoran todo lo que el neo-marxismo analizó y difundió: 1º Los banqueros en particular y los financieros en general no están en los gobiernos, y no son por ello clase reinante responsable directa del desastre. 2º. El mundo financiero y la economía especulativa pueden ser los principales agentes de la crisis económica. Pero sin gobiernos dóciles que se adelanten a sus deseos, o los cumplan fielmente aunque el resto del mundo se hunda, sería imposible que esta crisis hubiera nacido o alcanzado las dimensiones colosales que la han precipitado en la caída acelerada de todas las crisis sistémicas. En este sentido, y sólamente en este sentido, se puede afirmar que la causa actualísima de la crisis es, paradójicamente, la propia crisis.   Sólo si el movimiento de indignados eleva hasta sus últimas consecuencias sus propias intuiciones se dará cuenta de que la solución a la crisis detonante de su indignación estará en un proceso de libertad constituyente, un proceso de total libertad de información sobre la forma de Estado y de Gobierno, que arrumbe el primitivismo de la democracia directa o asamblearia, y que reduzca el espacio de la democracia participativa a los pequeños núcleos de población o de afectados que hacen innecesaria la representación politica.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí