Dice María San Gil que tratará de recuperar la confianza en Rajoy. Tarea de lo imposible. La confianza, cuestión de fe y de creencia, no depende de la voluntad ni de la razón. La voluntad de creer presupone una continua y constante incredulidad. Y hay que desplazar a la razón, apartarla de la vida política, para que deje lugar a la fe, o mejor dicho, a la necesidad de fe en los dirigentes políticos. Por eso dijimos en el anterior editorial que el problema de San Gil es común a toda la actual clase politica, generada con la voluntad de creer en el consenso de la Transición. Sin desconfianza general no se habría impuesto la exigencia de consenso entre partidos. La perdida de la confianza es un fenómeno, como el tiempo físico, de carácter irreversible. La recuperación de la confianza es simulacro de la voluntad de creer. Lo que se restablece ya no es la confianza, sino el mutuo interés. Ningún pensador ha dilucidado la diferencia que separa a la fidelidad, base de la confianza sentimental entre personas, de la lealtad, soporte de la constante conducta de adhesión racional o intuitiva a una causa objetiva. La fidelidad cree “en alguien” de fiar. La lealtad cree “que algo” es verdadero o valioso. La confusión entre fidelidad subjetiva y lealtad objetiva, producto del pensamiento único, está tan generalizada en España que hasta el Diccionario de la Academia las considera voces sinónimas. Los partidos piden fidelidad al jefe a costa de la lealtad a su causa de ser, a sus principios fundadores. Obama reclama en EEUU la vuelta del Partido Demócrata a la coherencia de los partidos de principios, es decir, a la lealtad como virtud superior a la de fidelidad al mandamás. En España, la cultura politica de la Transición se ha derivado de la suprema deslealtad a los principios de libertad politica, democracia formal, justicia legal, honestidad personal y patria común. Es normal que, siendo la fidelidad mera condición de supervivencia en el poder, nadie se fíe del Rey, ni de nadie. No solo en el PP. Sucede lo mismo en el PSOE. Pero éste, al tener a su disposición las prebendas del poder gubernamental, tiene más capacidad de mitigar y apaciguar los motivos de infidelidad con promesas de mejorestar. Lo estamos viendo en el conflicto actual sobre la financiación de las comunidades autonómicas. florilegio "La lealtad se define como consagración consciente, vital y práctica de una persona a la idealidad causante de la humanidad realizable. La fidelidad, cuando es desinteresada, fundamenta la propia personalidad, para que ésta, no siendo aniquilada con la infidelidad o la muerte, viva en lo perdurable."