No serán las ideologías, sino los futuros acontecimientos, quienes decidirán si los bancos de depósito y crédito, deben continuar siendo propiedad de los accionistas, y dirigidos por unos administradores de su confianza que, por ser fieles al ánimo de lucro inherente al capitalismo, han creado la inflación crediticia causante del colapso internacional del sistema financiero. Pues los hoy denostados administradores sólo han hecho lo que les permitía el mercado amoral de la especulación, como lo harían los que los critican a toro pasado, si hubiesen tenido esa misma oportunidad de negocio. De momento, y por temor ideológico a la nacionalización, los gobiernos liberales de EEUU y los socialdemócratas europeos están improvisando fórmulas intervencionistas, de porvenir incierto, que convierten de hecho al Estado: en propietario de bancos hipotecarios quebrados; en rescatador de bancos de negocio y fondos de inversión naufragados; y en avalista de los depósitos en todos los bancos comerciales. Estas medidas expeditivas serán gestionadas por los mismos expertos en especulación que ocasionaron el caos financiero. El secretario del Tesoro, Hank Paulson, ha reclutado para su equipo gestor a los mejores especialistas de la odiada Wall Street. Si la crisis del sistema financiero, en una economía mundialmente globalizada, llega a estancar el sistema de producción, empleo y consumo, lo que hoy parece un despropósito de la economía de mercado, estatalizar la banca, será moneda de uso corriente en la opinión pública. Fueron las necesidades de los mercados nacionales las que estatalizaron los bancos emisores de moneda, en el siglo XIX, y ningún sector liberal pide hoy que se privaticen los Bancos Centrales. Fue la Gran Depresión del 29 la que impuso la intervención directa del Estado, no en la simple regulación del mercado, sino en la economía de producción y consumo, con gigantescas obras públicas y demandas a largo plazo de bienes de equipo a la industria privada. La guerra mundial acentuó esa tendencia, que en la postguerra dio lugar a la formación de grandes corporaciones. La gran industria necesitó ser asistida por una gran banca privada. Hasta que, con el final de la guerra fría y de los viajes a la luna, ese predominio se invirtió, y el capital financiero tomó el control de la economía industrial y los gobiernos. La reflexión no ideológica, sobre la actual coyuntura económica y la adecuada política estatal que requiere, está convocada en la vocación de este Diario. florilegio "Ya no es aquel tiempo de los Henry Ford, cuando la banca era sitio seguro de guardar dinero industrioso, dándole intereses en lugar de cobrárselos."