Los partidos estatales aseguran su estabilidad en el poder ejecutivo del mismo modo que la Naturaleza fija el éxito de una especie antes de extinguirla: por medio de la repetición, por el rechazo de la innovación, y por ensimismamiento en el método que procuró el triunfo en otras circunstancias. En suma, por tratar los aspectos dialécticos del ambiente con la simpleza de respuestas mecánicas. La extenuación en el ejercicio del poder conduce inexorablemente a reincidir en el error y en el automatismo de las reacciones. Toda la anterior ambición se diluye en la estabilidad ficticia de la repetición de un mismo discurso. Pero las palabras, siendo las mismas, llegan a oídos nuevos. Con el retroceso progresivo de la sensibilidad se atrofia la vivacidad y crece el descaro. Aquí, la mala educación no proviene de un defecto en las formas, sino de aplicar réplicas manidas, fuera de lugar y tiempo, a incitaciones nuevas. La ambigüedad del lenguaje del poder – desplegado en el plano oblicuo y genérico, propio de la retórica y la sofística-, que en su fase ascendente servía a la generalidad de los intereses convocados, sólo cubre en su declive, la vacuidad de su contenido. El discurso político, entonces, se enreda de impertinencias. En el momento que se separa por entero una idea de su base en la experiencia real no es difícil establecer una conexión entre ella y casi cualquier otra idea: si existe un reino independiente de ideas puras, todas las nociones y conceptos no pueden sino estar interrelacionados, ya que éstos deben su origen a la misma fuente: una mente vista en su subjetividad extrema, inalterada por la experiencia y sin relación con el mundo, jugando para siempre con sus propias imágenes: las de la paz y la cohesión social, en el caso del presidente del Gobierno. Es posible hallar, aparentemente, gente obtusa, incapaz tanto con la pluma como con la palabra de desarrollar sus ideas, y que, sin embargo, se desenvolverían de maravilla en la esfera de la acción. Aunque el señor Rodríguez Zapatero nos ha dado muestras palpables de ser una nulidad en ambos campos, no se le puede negar una denodada voluntad de poner buena cara al mal tiempo. Y de esta manera incorregiblemente optimista, intentará seguir dando a entender que cuando la puerta de la especulación inmobiliaria se cierra la del cambio de modelo productivo se abre. No obstante, la visión pesimista/realista nos indica que cuando una puerta se abre (y la de la crisis está de par en par) cien se cierran. "A pure theory of democracy" Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"