Los analistas occidentales consideran que la revuelta iraní agoniza por falta de líderes (titular a toda página, El País 25-6-09). “Mussaví solo ha sido un catalizador del malestar que existía en amplias capas de la sociedad iraní por su escaso margen de libertad personal. Fue abrazado con el entusiasmo con el que un náufrago se agarra a un flotador. Sin embargo, a medida que pasan los días, su ausencia y su silencio revelan su resistencia a encabezar un movimiento que ya quiere más que la anulación de los comicios”. Quien esto escribe desde Teherán ignora los fenómenos colectivos que causan los movimientos de reforma, cuando son paralizados por la represión directa de las armas de fuego. Una cosa es que la protesta popular no se manifieste masivamente en la calle, y otra que esté agonizando. Las azoteas orquestan en las noches de Teherán la misma voz unida que promovió la revolución contra el Sha. Una distinta táctica, aconsejada por la salvación de vidas jóvenes, que además de revelar la persistencia del movimiento ciudadano, expresado ahora con indignación por las mujeres, enseña al pueblo la imposibilidad de reformas liberales sin conquista revolucionaria del poder. Los intelectualistas se resisten a ver, en el ansia popular de reconocimiento público de la verdad, el motor anímico de la revuelta, cuando es el factor religioso el que lo ha puesto en marcha y lo mantiene aún caliente. Toda la oposición iraní no respirará hasta que se lo permita el oxígeno de la verdad. Verdad sobre el fraude electoral. Verdad sobre la brutal represión, número de victimas y detenidos. Verdad sobre censura de información veraz en los medios, bloqueo de Internet, perturbación de telefonía móvil, expulsión de periodistas extranjeros. Verdad sobre la causa exclusivamente interna de la revuelta y ausencia de conspiración anglosajona. Verdad sobre división de los directores religiosos. ¿Es posible que la revuelta pueda agonizar porque una sociedad religiosa carece de promotores de la verdad? ¿Se olvidan los intelectuales, desconfiantes de la religión como factor de cambio político, que la revolución liberal, la inglesa, se hizo bajo bandera protestante contra la católica romana? Cuando se grita en las noches “Alá es el más grande” se condena, con voces multitudinarias, la autoridad política de la máxima autoridad estatal. Por supuesto, Mussaví no es líder revolucionario, pero reúne las condiciones políticas para mantener viva la lucha popular por la verdad de los hechos, del mismo modo que los grandes ayatolás tienen más autoridad dogmática en cuestiones de fe y costumbres religiosas que el jefe del Estado y del gobierno. Aquí seguimos pensando que la rebelión por la verdad no ha terminado y que la represión puede convertirla en revolución.   florilegio "Rebelión y revolución se diferencian como el esbozo y el cuadro acabado."

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