Mientras que la democracia formal es una amenaza para cualquier sistema oligárquico, la democracia material de falsas metas sociales es una amenaza para la civilización. ¿Cómo se puede mentir desde posiciones utópicas de ultraizquierda con la promesa de renta universal por haber nacido en España o la prohibición de todo tipo de desahucios? ¿Cómo puede un partido ser de izquierdas sin Libertad Política si no es porque confunde la única democracia, la formal de la libertad, con la democracia de la igualdad material, pretendida por millones de partidarios? [1].

Anteriores a la libertad hay derechos sociales a modo de regalos sociales del Estado benefactor, sin notar que tales derechos otorgados nacen de la explotación de las clases pobres y medias que financian derechos institucionalizados por la demagogia socialdemócrata y sus oligarquías de partido. La igualdad es una tendencia, una inspiración legislativa, pero no puede haber una norma constitucional que obligue a que todos los ciudadanos sean iguales, algo anti-natural, dictatorial y totalitario, origen de las grandes tragedias que han asolado a la humanidad por no haber comprendido que mientras el principio de la libertad política es absoluto, y sin excepciones, el principio de la igualdad es relativo, y que el ideal de la igualdad se tiene que ir acercando poco a poco traducido en mayor igualdad de oportunidades y de derechos, no en la garantía de igualdades materiales para que los pobres tengan lo mismo que los ricos. Utopía -esta- en la que todas las experiencias políticas en ese sentido han retrocedido a la humanidad mucho más de lo que estaba antes de empezar las dictaduras colectivistas, socialistas o soviéticas.

Si existen derechos que proceden de un poder, quien tiene poder tiene derecho y el derecho es la concesión de un poder. De hecho, el derecho es poder dictatorial u oligárquico, relativo a derechos regalados, concedidos u otorgados por un poder previo a la libertad [2]. Ahora bien, la Libertad no admite que los derechos sean regalados, concedidos ni otorgados por un poder real previo y la verdadera Libertad es la que funda desde abajo los derechos convirtiendo el derecho personal en una consecuencia de dicha Libertad. Pero, evidentemente, esa Libertad nunca puede ser la libertad personal del individuo y los repúblicos persiguen la Libertad Colectiva que es la Libertad Fundadora, la que puede fundar una Constitución y, por definición, Libertad Constituyente.

Por eso, el objetivo del MCRC no es la democracia social, los derechos sociales ni la igualdad material, del todo intrascendente o inicuo en una Constitución. Nuestro objetivo es la democracia formal, una República con separación de poderes: inspirar y reproducir esa Constitución para que España sea una República Constitucional, que al mismo tiempo alcance la representación política, aboliendo las listas de partidos del sistema proporcional, las cuales eliminan todo elemento de representación personal porque nadie está representado en ellas excepto los jefes de los partidos que las hacen. En su lugar, emergerá un verdadero sistema parlamentario con representación o representantes individuales de los que votan, nominales de distrito, sin listas de partido. Sin eso no hay representación ni régimen parlamentario.

Los partidos son órganos del Estado, y cuanto perjudique a los partidos estatales beneficia al MCRC y su propósito de que la Libertad Política Colectiva funde un nuevo Periodo de Libertad Constituyente donde surjan partidos nuevos que no sean estatales sino de la sociedad civil y fieles a la misma [3]. Semejante función social, política e histórica de apartar del horizonte los partidos estatales y construir un verdadero sistema político constitucional, no un régimen de poder, es el verdadero propósito y el orgullo de ser repúblico: preparar la Libertad política colectiva, soporte y esencia de la Constitución que dé cabida a los extremos a la derecha y, ahora sí, a la izquierda que se ocupen de temas de gobierno, no de normas de partida o reglas de juego.

Referencias y notas:

[1] C. Villaescusa García, «La imposibilidad de la democracia material y su ruina (I) y (II)», DiarioRC.

[2] Y la principal Carta otorgada que el pueblo aceptó, engañado, fue la Constitución del 78, dictada por unos pocos en secreto: una Carta otorgada desde arriba hacia abajo, sobre un pueblo ignorante en materia política y sin un periodo de información o Periodo de Libertad Constituyente, al que imponen un referéndum sobre la Constitución. Falsamente, “la Constitución que nos hemos dado”.

[3] Aquel partido de la sociedad civil que adquiera, dentro de esa Libertad Política Colectiva, hegemonía en la sociedad política será el que gobierne y pase al Estado. Pero, una vez que otro partido conquiste la hegemonía que haya perdido en unas elecciones, dejará de gobernar y saldrá del Estado volviendo a la sociedad civil.

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