Melvin Mc Leod, editor del libro Política con conciencia (2010), declara en su introducción que si Gautama, el Buddha, se hubiera presentado alguna vez para un cargo político, lo habría hecho acompañado de un programa de cuatro puntos que, en puridad, podrían resumirse en uno solo: «procurar la felicidad de todos los seres».   «La política, en realidad ?dice este autor?, concierne al modo en que vivimos juntos en tanto que seres humanos.» Y añade que la palabra clave en los cuatro puntos «inconmensurables», propuestos como hipotético programa político del gran iluminado, es todos, puesto que este deseo benéfico de felicidad no se limita sólo a ciertas personas, sino a todos. «No sólo ?continúa? a personas de un determinado partido, país, clase social, raza, región, religión, sexo o ideología con las que nos identificamos y cuyos intereses defendemos, sino a todas las personas, sin prejuicios ni discriminaciones.» La ecuanimidad y otras virtudes como el perdón, la generosidad, la conciencia, la bondad y el altruismo son para el autor ?serían para el Buda Gautama, como sugiere Mc Leod?, el medio para alcanzar la felicidad.   A pesar del acierto de este autor señalando que el objeto de la política somos todos, y que la felicidad es el objetivo final de la vida de todos los seres humanos ?afirmación, por otra parte, un tanto tópica y manida?, algo le ha pasado inadvertido. Y este algo es ?nada menos? una verdad política y social primordial, anterior a la de la felicidad: la libertad colectiva.   Antonio García-Trevijano, en su libro Teoría pura de la República, donde sienta las bases de una nueva ciencia política, ha definido la verdad en política como la libertad colectiva, formulando esta verdad en forma de sencilla ecuación: verdad política=libertad colectiva.   «El mejor conocimiento de las ciencias naturales ?afirma Trevijano? ha permitido encontrar en la naturaleza un principio universal que supera en extensión y eficacia a todas las virtudes morales. La República no requiere ser asistida por ciudadanos virtuosos, como pensaba Montesquieu. El espíritu republicano encuentra su fundamento natural en la lealtad a las dos causas objetivas que lo crean: la identidad de la materia humana en los individuos y la libertad colectiva de todos ellos para asegurar que sean políticamente tratados con igualdad de derechos y oportunidades.»   Es, pues, la libertad colectiva ?como demuestra García-Trevijano?,  y no la felicidad o ciertas virtudes humanas, la que produce el espíritu común republicano. Este espíritu se nutre de todo lo humano que sea leal a la naturaleza y a la identidad de la verdad con la libertad.   El descubrimiento en la naturaleza de la especie humana de la presencia y actuación simultánea de dos principios: el de individuación, que actúa en el cigoto, y el de individualización, que lo hace en el entorno cultural donde se inserta el individuo, permite situar el problema social y político en su justa perspectiva.   «Conforme al principio o proceso de individuación ?afirma Antonio García-Trevijano?, la pareja dividua produce individuos iguales. Por el contrario, la sociedad, ateniéndose al principio de individualización produce individualidades diferentes», o dicho de otro modo: «si el proceso de individuación está determinado por la genética, el proceso de individualización lo está por la libertad personal. La libertad actuante en el proceso de la individualización personal, orientado por la cultura, no se explica con el proceso de individuación, determinado por la genética. Donde hay determinismo no puede haber libertad.»   El autor de la Teoría pura de la República demuestra que la ignorancia de estos dos principios, que se completan evolutivamente, es causa de la falsedad de las relaciones políticas, y que la República Constitucional, al resolver el problema de la libertad política, uniendo de modo natural la lealtad del principio de individuación de la especie, con la verdad de la libertad como principio individualizante de la persona, actúa como guía, o brújula indicativa, para la superación de los conflictos sociales.

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