Con esta publicación que nos llega desde El Viejo Topo, podemos y debemos aprender mucho desde la reflexión y la pluma de Javier Torrox que desgrana cómo deben ser, desde hoy, las ideas y el ideal que debe acariciar una República del siglo XXI y para todos los ciudadanos y ciudadanas que desde este tiempo y desde estas circunstancias quieren una República… porque si el concepto de República ha evolucionado, junto con sus ideas y su ideario, el de ciudadanos y participación ciudadana en convivencia y reciprocidad e intercambio de ideas, pensamiento y demás para con esta cuestión que quiere y acaricia La República no nos equivoquemos debemos trabajárnoslo y debemos actualizarnos. Por que conseguir La República no consiste, solo, en maquillarlo todo echando a la Monarquía…porque eso no sirve de nada si la ciudadanía no se viste de los auténticos valores que deben abanderar a una sociedad en y dentro de una República y en convivencia con ella.
El libro no se complica ni desde su títulos, “La sencillez de las cosas” porque quiere afrontar el “nuevo reto del ideario hacia La República” con las ideas y el “buen hacer” desde la sencillez en las formas
Javier Torrox nos acerca, reconociéndonos políticamente, a aquello que verdaderamente importa, desde un relato sublime con el prólogo de Antonio García-Trevijano.
Lo que nos dice la editorial del libro
La sencillez de las cosas es la contundente respuesta a la catástrofe política, social y económica provocada por el régimen de 1978. España no es una democracia, sino una monarquía de partidos estatales. El Estado impide a los ciudadanos elegir de forma libre y directa a su Gobierno. Igualmente, impide que los ciudadanos puedan elegir a sus diputados, todos ellos impuestos por los jefes de los partidos estatales. Esta es la catástrofe y su motor es el sistema electoral proporcional. Las listas de partidos –con independencia de que sean cerradas o se abran– son el medio por el que la corrupción se legitima y blinda su impunidad. En La sencillez de las cosas se analizan las instituciones que vertebran el Estado actual, se describen sus males, cuál es su origen y cómo estos afectan a la vida de los ciudadanos. A continuación propone la solución que la República Constitucional tiene para cada uno de estos males. Todas las soluciones expuestas parten de la libertad con la que nacen todos los ciudadanos y que ha sido secuestrada por los partidos estatales con la complacencia de la corona. El Gobierno sólo será digno cuando su presidente –que también lo será de la República Constitucional– pueda ser elegido en circunscripción única de toda España de forma directa y por mayoría absoluta, a doble vuelta si fuera necesario. La elección de los diputados sólo será digna cuando cada uno de ellos sea elegido por su nombre en distritos electorales de 100.000 habitantes y por mayoría absoluta, a doble vuelta si fuera necesario. Un hombre, un voto; un distrito, un diputado. La República Constitucional separará al fin los poderes del Estado e instituirá la representación política natural de los ciudadanos.
El autor, Javier Torrox:
Es licenciado en Filosofía y letras por la Universidad de Granada y tiene un Máster en Periodismo por la Universidad del País Vasco.- Ha sido traductor y ha ido desarrollando su tarea como periodista en Diario Sur, La voz de Cádiz, ABC y El Independiente de Cádiz. Es, además, colaborador habitual de El Diario de la República Constitucional. Ahora, trabaja de asesor de comunicación.
– Javier si hablamos de “querer” una República, se trata de compartir unos valores, ideas y argumentos que siempre van como “pegados”, que son inquebrantables…pero el ideario republicano evoluciona conforme a la sociedad y a las necesidades de ésta y a cómo la ciudadanía debería a “entrar en participar” (en la propia sociedad), como ciudadanos participativos ¿qué nuevas ideas deben incluirse en querer acariciar La República?
Es interesante preguntarse cuáles son estos valores y si necesitan o no adaptarse al siglo XXI. Sin embargo, el carácter universal de los valores de la República da una firme respuesta a esta cuestión que podría plantearse cualquier ciudadano. La libertad, la verdad, la lealtad, la razón, la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades son valores ajenos al paso del tiempo, no necesitan ser adaptados. Necesitan ser alcanzados. No hay valores más altos y universales que estos para organizarnos como sociedad y que son inherentes a la República Constitucional.
– La gente tendemos a complicarnos mucho y así a hacer de los cambios un drama y una gran bola de nieve que nunca se derrite, más bien al contrario se congela para salir rodando y cargándose de más nieve…haciéndose más y más grande, casi inmanipulable. En tu libro explicas que haciendo las cosas como más sencillas y partiendo de la sencillez es como mejor se afrontan los puntos que hay que ir adecuando, cambiando, mirando a la cara . En un país ,en que en todas las legislaturas se habla de “reforma constitucional” y que nunca se afronta nada, al menos de cara a la ciudadanía…¿por qué cuesta tanto afrontar los posibles cambios?; ¿ a qué se le teme más: al trabajo que dan los cambios, a afrontar los propios temores y promesas, al ciudadano (“X” el que sea) que a lo mejor puede salir más capacitado que el que ha tenido la idea del cambio o a las responsabilidades…?
No se trata de hacer las cosas más sencillas, sino de asumir la realidad de que las cosas son bastante más sencillas de lo que puedan parecer a simple vista. El libro muestra el funcionamiento del régimen del 78 en toda su crudeza. Desde hace 40 años se nos dice que todo es gris y complejo. Es falso. Todo es sencillo y todas las cuestiones fundamentales son blancas o negras, el gris no existe. El régimen del 78 impide a los españoles elegir a su Gobierno de forma directa. ¿Dónde está el gris? O bien el sistema nos permite elegir a nuestro Gobierno o nos lo impide. No hay término medio, no hay gris. Lo mismo sucede con los diputados a causa del sistema electoral proporcional. Esta es la sencillez de las cosas que trato de mostrar en el libro. La libertad de elegir no puede ser gris: o existe o no existe. Miente quien afirma que podemos elegir. Y, al hacerlo, es desleal con sus semejantes.
Por otro lado, el discurso de la reforma constitucional que aparece de forma intermitente tiene un objetivo político: entretener las voluntades en un debate estéril. La reforma no es posible porque el propio régimen del 78 se ha dotado de mecanismos para impedir que sus cimientos puedan cambiar un ápice. Lo que debemos plantearnos es qué es una reforma. Toda reforma se sustancia en lo existente. De esta forma, el reformista es en realidad un garante del continuismo. Para establecer las bases de la libertad política de los ciudadanos sólo hay un camino: la ruptura democrática.
El miedo al cambio es consustancial a la naturaleza humana. No se le teme a individuos particulares, sino a las consecuencias de los cambios. Quien tiene el poder no lo cederá jamás voluntariamente. Sólo lo hará cuando se sienta deslegitimado y la hegemonía cultural haya cambiado su actual aceptación de lo existente por la exigencia de libertad política.
– Poco a poco, en el libro vas tocando, vas desmigando, todos “los organismos” que, actualmente van rigiendo el Estado:¿ no te parece que, a veces sobran instituciones y falta “acercamiento” para y con el ciudadano , siendo esto una piedra fundamental en la evolución y razón de ser de una sociedad y más si quiere ser republicana..?
Así es. El libro analiza las instituciones que vertebran el actual Estado, describe su origen, su función y los medios de elección de las personas que las gestionan. Una vez que tenemos esta información podemos establecer cuáles son las consecuencias que pesan sobre los ciudadanos por la acción de cada una de estas instituciones. La tesis del libro señala que toda institución que no es útil a la sociedad debe ser liquidada. El Senado, el Defensor del Pueblo, el Tribunal Constitucional, los subestados autonómicos que han reproducido toda la estructura del Estado… Todas estas instituciones son el producto de un régimen que las utiliza para crear una ficción de libertad, todas están al servicio de los partidos estatales para garantizar el triunfo de sus intereses en detrimento de los de los ciudadanos.
Sólo hay un medio de articular la participación de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones políticas: la democracia. El problema es que los españoles aún no hemos conquistado la democracia. Lo que hoy se hace pasar por tal no es más que una monarquía de partidos estatales que impide la participación de los ciudadanos en este proceso porque los partidos han usurpado su libertad política al arrogarse la capacidad de elección del Gobierno y los diputados. La democracia consiste en que sean los ciudadanos los que elijan de forma directa a su Gobierno y, separadamente, a sus diputados. Dicho con brevedad, en la actualidad el poder desciende verticalmente desde las más altas magistraturas del Estado hasta los ciudadanos; con la República Constitucional el poder se invertirá y ascenderá de abajo hacia arriba. Cuando esto sea así, todo el poder que hoy detentan los partidos estatales volverá a sus legítimos depositarios: los ciudadanos.
– El libro parte del concepto de “abogar por la sencillez”. En aquello que de las cosas sencillas y desde las pequeñas cosas, ideas y demás es desde donde, a menudo, se acaban consiguiendo mover más resortes ¿Qué nos puedes comentar? ¿Hoy y ahora es la mejor manera de viajar hacia las valores republicanos?
La sencillez no es un medio ni una nueva forma de aproximarse a los valores republicanos. Lo que trato de trasladar al lector es que necesitamos observar los árboles para comprender la naturaleza del bosque. Una selva de encinas crea un hábitat distinto al que pueda generar un robledal. Conociendo la vegetación de las instituciones del actual Estado podremos conocer su fauna. Una vez que hemos identificado una y otra podremos diagnosticar sus males y proponer remedios. Los valores republicanos de libertad, verdad, lealtad y razón están ahí, a disposición de todos. El ejercicio diario de estos valores es lo que convertirá la idea de la República Constitucional en un hecho.
– Porque, querido amigo, ¿para ti qué es o qué debería de ser, hoy y ahora, “vivir en República”?; ¿qué valores, qué ideario, sí o sí, debe acompañar siempre a la República: la igualdad, la justicia, la fraternidad, libertad..?. Ya sé que son conceptos que encierran sus intríngulis, pero si lo sabemos leer tal cual sin darles tantas vueltas no es tan complejo…
En efecto, no es tan complejo. Los valores universales son sencillos por sí mismos. Lo universal lo es en virtud de su sencillez. El respeto a la vida es el mismo valor en España y en cualquier otro lugar del mundo y en cualquier tiempo, pasado, presente y futuro. No en todos los lugares y momentos se respeta por igual, pero su naturaleza es la misma. La ciencia construye la descripción y comprensión del universo partiendo de las expresiones mínimas de la materia. Del mismo modo, el republicanismo parte de los valores esenciales de la humanidad en su persecución de la mejor y más justa organización posible de la sociedad, los valores que se pueden dar en cualquier tiempo y lugar del mundo: libertad, verdad, lealtad y razón. Estos son los átomos con los que se construyen la igualdad de oportunidades, la justicia, la dignidad del ser humano y su prosperidad.
– Así: ¿qué ideario debemos “cargar” o debemos como tener como más en cuenta: cuidar más la igualdad, viajar hacia una cultura de la libertad que tenga su principal herramienta en la educación; exigir una separación, ya, de los poderes…?
El ideario del republicanismo es el de lo político, que es lo que es público o de todos, el de cómo nos organizamos como sociedad, el de cómo estructuramos el Estado y sus instituciones. Si este ideario no tiene a la libertad como punto de partida, la tiranía prospera. Una vez que conquistemos la democracia -que sólo es posible mediante la separación radical y en origen de los poderes del Estado-, será el turno de la política: la acción de gobierno y la iniciativa legislativa. Será el momento en el que los distintos programas políticos velarán por los colectivos cuyos intereses le son afines: los trabajadores por cuenta propia, ajena, los comerciantes, las profesiones liberales, etc.
La igualdad de oportunidades es algo que debe garantizar la República. Así, la población más desfavorecida podrá escalar socialmente en igualdad de condiciones con los más pudientes. Ahora bien, lo que haga cada ciudadano con las oportunidades que le brinde la sociedad para ganarse su sustento con dignidad y en libertad es algo que queda bajo la responsabilidad de cada ciudadano. La lealtad republicana exige la responsabilidad individual de cada ciudadano para consigo mismo y sus semejantes.
Por otro lado, si la igualdad por la que me pregunta es la material, esa será tarea de los diferentes programas políticos que habrán de defender los distintos partidos. Serán los ciudadanos los que habrán de decidir qué quieren mediante la elección de sus diputados y de su Gobierno. Esa es una cuestión de intereses privados y el republicanismo no ha de ocuparse más que de lo público.
– En el libro te acercas a las instituciones que rigen el Estado…mira, yo que soy también amante de la sencillez te diría que “sobran” instituciones , organismos, pero si reflexionamos…: los nombres, las “categorías”, las estructuras…es lo de menos porque lo más importante es cómo afrontemos los problemas y las necesidades de todo un país, ¿no? . Y, por supuesto, el cómo afrontamos la realidad ante la “idea Republicana”….
Lo cierto es que la estructura del Estado es lo que permite que podamos vivir en libertad o lo que nos impone la tiranía actual. Existe una gran confusión entre cómo organizar el Estado y la acción política para solventar los problemas de los ciudadanos. Son cosas totalmente distintas. La República no puede ser la respuesta política a los intereses de uno u otro colectivo de intereses privados, ese fue el origen del fracaso de la II República muy a pesar de los prohombres que la promovieron y defendieron. La República no puede ser de los trabajadores por la misma razón que no puede ser de los banqueros o de los comerciantes. Aprendamos de los errores del pasado. La República será de todos o no será.
Cada ciudadano tendrá su propia opinión sobre cómo es mejor afrontar cada problema. En función de cómo esté organizado el Estado, el ciudadano dispondrá o no de mecanismos para elegir a quien desee para solucionar los problemas con las propuestas de uno u otro programa político. Si a los ciudadanos se les impide -como sucede en la actualidad- esta capacidad de elección, los programas políticos son impuestos a los ciudadanos. Es importante decidir cómo afrontamos los problemas, pero aún más importante es tener capacidad de elegir qué programa quiere la mayoría para afrontar esos problemas. Y hoy no tenemos esa capacidad de elección, el sistema electoral proporcional del Estado de partidos nos lo impide.
– Porque, querido Javier, conseguir la República se suele confundir con “quitar la Monarquía” y eso estaría muy bien, pero hay que ir más allá, ser más serio y desde la ciudadanía asumir que la República empieza por nuestro compromiso… ¿qué nos puedes comentar?
No defiendo la República como la ausencia de la monarquía, sino como la única forma de Estado y de Gobierno que se genera a partir de la libertad, la verdad, la lealtad y la razón. La República es el corolario de estos valores universales que defiendo. La República nace por sí misma cuando estos valores conquistan la hegemonía cultural en el seno de la sociedad civil. Es la actual ausencia de estos valores la que consiente la supervivencia de la tiranía que soportamos en la forma de una monarquía de partidos. La monarquía debe ser destruida, pero no para provocar su ausencia porque nos impone una odiosa desigualdad, sino por la irrefutable superioridad moral de los valores universales que encarna la República Constitucional.
Adquirir “La sencillez de las cosas”,
de Javier Torrox
Entrevista originalmente publicada en Nueva Tribuna
Fotografías de Javier Díaz