Ha muerto Juan Cueto, nuestro Homero del Trinitron.
–Al televisor le digo tubo, y al tubo, claro, Trinitron.
Los 80 acabarían poniéndonos a todos cara de Boadella mirando por un tubo, que era el Trinitron, y luego leíamos lo visto en Cueto, que se había hecho comentarista en el 69 para darle un palo al “Séneca” de Pemán.
–Le di el palo a Pemán, supongo que a base de progresemas baratos saqueados de la cosecha del 68…
Después le dio a todo el mundo, pero con un ingenio que hasta Hughes no se había vuelto a ver. Sus sitios predilectos para asomarse al Trinitron eran los escaparates, los supermercados y los bares. En Barcelona, una madrugada que andaba uno buscando “comicastros” (astros del cómic: Gallardo, Mediavilla…) para el “Gente y aparte” de ABC, encontré a Cueto sentado, solo, a la barra de un bar de desayunos únicamente porque tenía un televisor encendido.
–Todo en orden. La mejor TV de los 80 es una mediocre televisión de los 70.
La misión del comentarista, según Cueto, era saber lo que se lleva en cada momento (“a ser posible, con mes y pico de antelación”), y nos habló del zapping (hacer zapping, “hago zapping cuando salen los animales, salvo Alf, claro”), de los dinks (“double income”, no kids: parejas con doble sueldo y sin hijos”) y del look and roll o nuevo rollo carismático.
–Pero no un look cualquiera, de esos que sufrimos durante la Movida, cuando unos muchachos fascinados por las tardomodernas señas de identidad metropolitanas descubrieron el Mediterráneo del “todo vale” incluso sin haber leído a Fayerabend.
Cueto amó a nuestras mismas mujeres (Bassinger, Turner, Shepherd, “las tres señoras que mejor provocan en combinación”), más Charo Pascual, “esa larga y disparatada meteoróloga a lo Fanny Ardant que denuncia las borrascas atlánticas con las manos en la espalda”, ajena, ay, a “la incombustible mirada de triple filo de Rosa María Mateo” y a la madre de Cronos, que no es Ana Blanco, sino Julia Otero.
Que la tierra le sea leve.