Ahmadineyad y Chávez (foto: dAVIDb1) A fines del siglo V, el papa Gelasio I hacía notar al emperador Anastasio I que dos eran las cosas por las que se gobernaba sobre todo este mundo: “la sagrada autoridad de los papas y el poder real”. Desaparecen las teocracias que imperaban en los Reinos católicos del Antiguo Régimen cuando van eliminándose las sanciones religiosas de la política y se mantiene el principio de separación entre el Estado y la Iglesia. Los súbditos del rey absoluto se transforman en ciudadanos de una Nación donde la soberanía residiría en el pueblo: que es la ficción sobre la que se asienta el Nuevo Régimen.   En la República Islámica de Irán se da a los votantes la oportunidad de escoger entre el inmovilismo y cierto reformismo. La victoria del “ultraconservador” Ahmadineyad cuando se habían puesto muchas esperanzas en la “moderación” del otro candidato, Musavi, ha sido interpretada por éste y amplios sectores de la población como un fraude en toda regla, por lo que están solicitando la anulación de los resultados electorales. Algo sobre lo que tendría que pronunciarse un Consejo de Guardianes de la Constitución, que actúa como correa de trasmisión de las órdenes del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei -detentador del poder absoluto-, que ya ha expresado su respaldo al “presidente reelegido”.   El presidente venezolano se ha apresurado a felicitar al “valiente defensor de la revolución islámica”, Mahmud Ahmadineyad, con quien Chávez proseguirá la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, “por un mundo mejor”. En la búsqueda de alianzas tácticas durante la Guerra Fría, desde la URSS se descubrió una forma primitiva de comunismo en el énfasis del islam en la igualdad, la caridad, el reparto de la propiedad y la yihad. Más tarde, frente al ascenso del nacionalismo laico en el mundo árabe, se recurre a la religión como suprema defensa contra el comunismo, al que se presenta como un invento de los judíos. Arabia Saudí creó su propia organización en contra de los socialistas, La Liga Islámica Mundial.   El comunista bolivariano se olvida de promover la emancipación de las mujeres -un “sucedáneo de proletariado”-, cuya “horrenda situación” en el mundo islámico, dice el mismísimo Gaddafi, precisaría una “revolución femenina”.

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