“Es típico de un siervo no decir lo que piensa.” Eurípides
“A callar.” Pilar de Borbón
No he de callar, por más que con el dedo,
Ya tocando la boca, ya la frente,
Silencio avises o amenaces miedo
Ya lo dijo Quevedo…
Poder hablar, luchar por la palabra y por el silencio propio, no tener que oír ni escuchar lo que no se quiere son facetas de esa piedra preciosa que es la libertad, manifestada como deseo vital elicitivo, como ética de la acción libre, siguiendo al padre Suárez.
Callo porque quiero no porque tú me lo mandes, brota de la boca del niño como de un manantial natural que manifiesta la unicidad del ser, afirmándose ante el mundo, es decir ante la familia. La sociedad española aún ni siquiera es un niño callándose ante el poder porque quiera ella no porque se lo mande el poder oligárquico. Devolviéndole con un silencio su llama da a las urnas, mostrándole las anchas espaldas de su libertad.
Hubo un largo silencio antes del primer hágase. El logos pensaba qué sonido articularía por vez primera. En un tiempo se polemizó sobre qué lengua fue aquella que escucharon los cielos si es que ya tenían capacidad auditiva, pero sobre lo que casi nadie discutía es que le antecedió un largo o corto silencio. El logos pensaba. Tenía el poder de callarse pero decidió hablar y ahí empezó todo el lío. Luego los reyes hicieron suya la costumbre de hacerse oír, de hacer callar y de juzgar. En los relatos homéricos el cetro, el skeptron, era el símbolo regio que administraba la voz y el juicio. Al orador los heraldos le pasaban el cetro para que pudiera hablar entonces. Si de Zeus venía el cetro del monarca, de este venía el tuyo. En los actos solemnes de algunas universidades todavía los bedeles portan los skeptra academica que simbolizan la autoridad académica y pedagógica.
El poder social está asociado al derecho a hablar, a dejar hablar y a hacer callar. El olvido puede llevarnos a desestimar el poder asociado a los medios de comunicación, cuando creemos a un director de periódico u otro medio definirse como un simple director de periódico. La historia nos ilustra sobre ello. Siendo la palabra intrínsecamente humana su ausencia no deshumaniza cuando viene de fuera; nos esclaviza.
En las Fenicias de Eurípides, Polínices, el hijo desterrado, responde a la pregunta de cuál es la desgracia del exilio: “ Una y grandísima, no tener libertad de palabra “. Yocasta, su madre ,añade lo fundamental : “ Es típico de un siervo no decir lo que piensa. “ Estamos en el territorio de la franqueza que se ha transformado en la parresía democrática, en la libertad de palabra.
Cuando alguien, persona, institución o cosa nos quiere hacer callar, nos manda callar, o no nos deja decir lo que pensamos, como pasaba en España hasta la aparición de este diario, estamos literalmente desterrados en nuestra propia tierra, como Polínices. Este diario es el navío que nos devuelve a España. Gracias.
Fotografía de la escuela de los domingos