Querido Paco: El 11 de noviembre, día de San Martín, de 2016 no puede suponer tu muerte de creador fecundo, de desbordamientos incontenibles y vida constante. Los creadores no mueren, sólo se ausentan, hacen mutis del proscenio para mirar desde un ángulo mejor al público querido e idear nuevas formas de representación. Por otro lado, como vivir es estar en constante peligro de muerte, al morir le pasa lo mismo. Todo en la vida y en la muerte es imaginario, fingido y representado. Ahora yo sé que desde las fotos miras a Jose como un ángel protector y ayudas a su Ángel Custodio a defender esa inocencia roqueña, incorruptible, de tu pareja. Los inocentes siempre están inermes ante este mundo enseñoreado siempre por la canalla, y cuanto más inocente más incómodo se es. No sé el tiempo que estarás ausente, pero estoy seguro que desde tu eternidad vendrás a vernos de vez en cuando, a contarnos tus conversaciones con Aristófanes, Menandro, Ésquilo o Plauto. ¡Vaya tipos que tienes ahora como compañeros! ¡Cómo te lo vas a pasar! Sé que serás feliz en ese empíreo de creadores, pero que esa felicidad que nadie ya podrá quitarte no te desvincule del todo de nosotros, don Francisco. Me dijiste un día que te encantaría tomar el sol en un banco de la plaza de tu pueblo, acompañado de los viejos con quienes de niño jugabas hace tantos y tantos años. Necesitabas mucho la compañía de los viejos de tu pueblo, presentías su inteligencia ya sagrada y tenías hambre de ella. Disfruta de ese sol ahora en la plaza de tu Valdepeñas, rodeado de tus compañeros, habitantes ya de los intermundia, con pasadizos que llevan acá o con los que se alcanza el allá. Ellos te pondrán al corriente de tu pueblo que, por cierto, sigue haciendo las mismas locuras que hacía cuando tú eras niño. Pero tú desde allí, que te veo ahora enseñando modales y vistiendo de siglo XVIII a la Magosta hasta hacerla hermosa, no se te olvide usar el internet y seguir en contacto con tus amigos a través del correo electrónico. Siempre has sido literatura en estado puro: tu vida tiene la magia y coherencia argumental de la mejor literatura, y la Literatura está inserta en tu vida de modo inextricable, de suerte que contigo no podemos diferenciar la vida de la literatura, y cuando evocabas recuerdos uno nunca sabía lo que era literatura y lo que era biografía.
Siempre has sido un iconoclasta más de las mundivisiones sociales que de la literatura, con la que eres sumamente reverente, sobre todo con los autores clásicos, entre los que a veces te escondes en los mechinales de sus grandes edificios de palabras. Entre Ramón Gómez de la Serna y el academicismo más clásico y de Alta Cultura, tú y el postismo os habéis movido. Has huido siempre de los pelafustanes que con un glosario de una docena de vocablos imponen sus dogmas bárbaros sobre el mundo y el arte. Los ignorantes, llenos de acrimonia y resentimiento, muy alta la cabeza por falta de peso, tienen demasiada inspiración, y eso les mata. Y ahora que estás ausente, volverán a hacer de las suyas como en la Pasión y Gloria de un Monumento. Tienes la gracia de convertir lo más estrambótico y asombroso en algo tan cotidiano como el café con churros que se toman los madrileños por las mañanas. Tu gata aristócrata y señorial, Chufa, con su andar ingrávido y flotante, lejos siempre de la vulgaridad de lo real, y tu perro pekinés, Tirso, educado caballero de capa y espada, te añoran tristes y silenciosos como ausente y se sienten consolados por las manos bellas y delgadas de Carlota Basilfinder, Tirita y Dorita. Estuviste a punto de hacer un personaje literario de doña Carmen Polo, y debías rematar la faena, aunque quizás ya aquella dama era demasiada literatura en sí misma. Decías que sólo en España, donde los viernes por la noche la gente como triviales al ajillo, no hay persona vulgar que no sea extraordinaria. Y es lógico porque aquí el grito aplasta la palabra. Algunas de tus heroínas visten al mundo todo de ganchillo, lo cual prueba que el arte es una virtud doméstica y que la mujer ve la belleza del hombre con los ojos de la ilusión. Hay que desterrar la naturalidad de la existencia porque sólo lo supremamente artificial nos hace humanos. Te ausentas sin el Nobel y el Cervantes, y eso me duele como español espantosamente. Pero también le duele a la gran escuela británica de estudios clásicos que premiemos a una mediocre divulgadora. España, gran español que eres tú, amigo mío, español hasta la médula, a menudo nos inquieta. Veo a las dos evanescentes tórtolas de tus Tórtolas en la ceremonia de tu ausencia en el María Guerrero, dos hadas iguales como dos gotas de agua. El beso tenue de la hadas te despide en el viaje. Corona de flores blancas de la Academia, con su director derrumbado al final. A los buenos se les echa más de menos en su ausencia. La Floria de Salvator Rosa saluda al Ministro consciente de tu ausencia pudorosa. Sólo las cortesanas de Roma venidas a Nápoles – en general todas las cortesanas – pueden entender la naturaleza última de un artista. El alcalde de tu querido pueblo parece entender bien en sus saludos la graduación de los sentimientos verdaderos. El gran Antonio López otea tu ausencia en el grande y alabastrino Teatro del Mundo, de azulismo paradisíaco. La injuria embellece mucho a las actrices. Entreví a la Torvah en tu palco y hasta me sonrió. Es verdad que la admiración dificulta el conocimiento, pero esa dificultad la superamos, maestro, con un bello afecto mutuo de buenos amigos.
Un abrazo inmenso, amigo poderoso y entrañablemente bueno, generoso y digno,
Martín-Miguel Rubio Esteban.