Don Mariano ha hablado, ha dicho que estamos en crisis, que si puede, recortará, pero que no es un tema que deba tomarse a la ligera. La decisión la tomará hoy, o quizá mañana. Que el tiempo vuela, pero las ganas no. Esperen ustedes el cambio, asunto capital, “emprenderemos acciones para luego explicarlas, antes de que vengan otros y las apliquen previamente a emprenderlas para más tarde olvidarlas, si es que se puede olvidar lo que no se ha acometido nunca, o sí, que de alguna manera se hará, si se hace lo que se tenga que hacer”.
Don Mariano despierta cada mañana con el mismo deseo, gobernar. Pero cuesta tanto levantarse para eso… ¡no digamos presidir el comedor de los ministros! ¡Mira que lo hizo mal Zapatero! ¡Será canalla! “Por su culpa no me ha quedado más remedio que tomar las riendas” -Piensa el perezoso dirigente popular-. “¿Ahora qué hago?, ¿qué intervengo?, ¿cierro las ruinosas televisiones públicas españolas? No, que si las cierro antes de explicarlo, vendrá alguien y me recriminará que debí debatirlo antes de
siquiera pensar en echar el cierre. Además, Televisión Española la pagan los españoles para que vengan unos humoristas a reírse con ellos… ¡Se les queda una cara de idiotas!
Intervención, me dicen desde Alemania. ¡Intervenga! ¿Y por dónde empiezo? Sube la prima, baja el Villarreal CF. De verdad, me lo ponen difícil. ¡Cómo quieren que me intervenga a mí mismo! ¿Y ahora a quién le echo la culpa de esto? – Mariano coge el teléfono y marca- .
– ¡Oiga! ¿Es el enemigo?
– No, soy Rubalcaba.
– Pues eso… Que te parece si hacemos oposición mutua. Que la cosa está que arde. No es por nada, pero esta mañana ha caído la bolsa y se han cabreado los mercados. Yo no sé qué hacer, si echar a Lotina de España, como primera medida, o aprobar un Real Madrid-Barça semanal por decreto. – ¡Qué dices! ¿Acaso quieres que se declare una guerra? ¡Los españoles se dejan robar de lo lindo! ¡Pero son implacables con el fútbol! ¡Puro sentimiento! Digo. Querido Mariano, no es por nada, pero ni por un minuto sueñes que pienso gobernar por ti. ¡No sabes lo a gusto que se está en la
oposición! Sales en la tele, hablas por hablar y sigues subvencionado por el Estado. Así da gusto… Cómo lo sabes tú, so caradura, que te lo has pasado bomba los ocho últimos años de aquí para allá con la cantinela del “tema capital”.
– ¡Ay Alfredo!, tú siempre tuviste ojos y oídos en todas partes… Pero, a lo que iba, ¿entonces no cuento contigo para uno de nuestros consensos? Nos repartimos la responsabilidad y el poder. ¡Qué los españoles invitan con la próxima subida de impuestos!
– No, Mariano. Prefiero seguir con el juego de siempre. Cuidemos al Rey y su régimen, que si se nos cae el Señor de los elefantes… puede que el pueblo nos exija una auténtica democracia, una de esas a la americana en las que los políticos no viven toda la vida de la política porque no hay subvenciones ni para ellos ni para los sindicatos. Imagínate, no confeccionan listas cerradas, ni nombran jueces, ni fiscales y dejan que el pueblo elija representantes que luego votan con libertad en el Congreso…
¡Eso sí sería una verdadera crisis! ¡Pero para nosotros!
– Vale… Pero anda… por lo menos haz un discurso ingenioso de esos tuyos criticando a la “derecha”. Así cabrearás a los míos y me dejarán un rato tranquilo mientras te ponen verde a ti. Que la derecha es mansa, pero no idiota.
– ¡Y luego tú no dejas acampar a mis amigos “indignados” por las calles! No señor. Aquí hay que respetar los pactos de Estado. Tú me das la calle y yo te doy los argumentos para que llegues a cumplir ocho años de gobierno.
¡Luego ya me pienso si asumo el mando de España!
– ¿Otra vez el juego del Poli bueno y poli malo?
– ¡Exacto Mariano!
– ¿Y qué opinara Artur Más de todo esto?
– Dirá lo de siempre. Que los catalanes son víctimas del Estado español y tal y cual… Pero tú déjale que oprima los catalanes que se sientan españoles, permítele que censure el español como lengua vehicular, y no se te ocurra meterte con sus embajadas… Y asunto nacionalista resuelto.
Estos de CIU son tan nuestros como los que más. Ellos harán su juego, reclamarán más dinero… y que paguen los españoles, total, de aquí a la intervención puede que no quede nada. ¡Imagínate! ¡Ya no tendremos ni que tomar decisiones! ¡A vivir del cuento!
– ¡No digas eso, Alfredo! ¡No seas agorero! Déjame gobernar un rato, o por lo menos pensar que puedo hacerlo. Ya te llegará el turno cuando los míos se abstengan de votarme en masa. ¡Lo mismo que te pasó a ti! Jajaja
– Pero si yo no quería gobernar… ¡Qué cansado! Siempre aguantando a periodistas y asociaciones de víctimas. Eso te lo dejo a ti. Que en esta España nuestra se vive igual trabajando que sin trabajar siempre que te lo pague el Estado, que para eso está. ¡No olvides mantener educación para la ciudadanía! Es importante la ingeniería social si queremos establecer un turno de gobierno.
– ¿Niños tontos?
– Claro, Mariano. Niños tontos y padres en paro. Para listos ya estamos nosotros, los políticos y los sindicatos, y esos ñoños de la CEOE, tan necesarios para mantener el tinglado socio laboral. Bueno, debo colgar. Mi mujer me llama. Es hora de cenar. Nos vemos mañana en el Congreso y tomamos unos vinos después de insultarnos en el escenario.
– Bueno, bueno. Está bien. -Cuelga-
Lo tengo claro. El objetivo es superar la crisis aplicando medidas que luego se expliquen de tal manera que no se puedan comprender sin haberse aplicado previamente a su aprobación. -Piensa Mariano mirando al techo-.
Uff… Menuda suerte tuvieron los anteriores presidentes… a ellos sí les prestaban, así cualquiera, a mí me toca idear, pero estoy tan agotado… ¿Cómo voy a detener este chorreo de deuda generado por todos los partidos y sus autonomías? ¿Y si encarcelamos a un banquero? ¡Pero si éramos nosotros, los de los partidos y los sindicatos, los que dirigíamos las Cajas de ahorro! ¿Cómo voy a encerrar a uno de los nuestros? ¡Eso no le gustaría a Rubalcaba! ¿Y si empujamos al Rey por la escalera? ¡Un pequeño golpe! ¡Qué parezca un accidente! Ahh… si se ha tirado él mismo de un elefante y no ha servido de nada… Además, la reina está muy cansada con tanto viaje
desde Londres.
Don Mariano abandona su despacho y sale a la calle. Se enciende un puro, se fija en la luna y dice en voz alta: ¡Oh satélite planetario! ¡Tú siempre dando vueltas al mismo sitio! ¡Sin hacer nada! ¡Unas veces redonda!, ¡otras de perfil!, ¡a la mitad!, ¡otras oscura! Luna del mundo, mi ejemplo… (Alfredo adora al sol, que ciega y quema). Uno y otro son necesarios para que unos pocos se aprovechen de unos cuantos. Así va España.
Paco Bono Sanz