La verdad es dura. Pero es la verdad. No la adornaré con harapos como hacen los oligarcas y sus partidarios. No hablaré con palabras ambiguas. Renuncio a una salida intelectual por la que retroceder. La democracia es la única meta. ¿Cuál es, entonces, la mayor de las oposiciones que encontraremos en este tránsito hacia la libertad? Hablo de la libertad política, con la que el ciudadano elige quién le ha de representar, por un lado, y quién le ha de gobernar, por el otro, separadamente. ¿Quién disfruta de libertad política en España? Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba, Artur Mas, Íñigo Urkullu, Cayo Lara, Rosa Díez. Y pare usted de contar, que el resto de partidos con presencia en las Cortes va y viene. Seis personas. Estas seis personas son las que le impiden a usted, amable lector, elegir de forma directa a su Gobierno, por un lado, y a su diputado, por otro. Ellos son los únicos con poder para decidir quién será diputado y quién no. Y a éstos podríamos sumar los señores feudales de cada partido en cada autonomía.
Pero hablábamos de cuál es el mayor obstáculo hacia la democracia. ¿Quién o qué se opone a que los ciudadanos disfruten de libertad política? La respuesta es el neofranquismo, que tiene en estas seis personas arriba mencionadas sus rostros más visibles. Ellos son el obstáculo. Ellos y su jefe, el monarca, el que se va a matar elefantes mientras España corre el riesgo de ser intervenida, mientras la deuda externa se dispara, mientras seguimos camino de seis millones de parados. Mantienen secuestrada nuestra libertad política y se la han quedado. Veamos cómo y por qué.
Recibe el nombre de dictadura el régimen de poder establecido por el primer Gobierno de traidores a la Nación presidido por Franco y que se prolongó durante más de 40 años. Dos factores sostuvieron la dictadura, las armas y un entusiasmo hijo del hambre y el miedo que evolucionó hasta convertirse en ideología, el franquismo. No puede decirse que fuera un pensamiento complejo, su único principio era el mantenimiento del dictador en el poder a toda costa. Esto es, el mantenimiento de una legalidad ilegítima impuesta por la fuerza de las armas.
El régimen de poder existente en España en la actualidad recibe el nombre de partitocracia, un Estado de partidos estatales liderado por una oligarquía que renueva sus cuadros dirigentes de forma periódica. Y nos dicen que en eso consiste la democracia. No lo es, sigue siendo una partitocracia heredera de una dictadura, sin representación ni separación de poderes. Conste que no hay voluntad de ofensa. Lo que sí hay es apego a la verdad. Calificar el régimen de poder actual como una oligarquía es una mera descripción de la realidad.
¿Cómo ha podido sobrevivir la partitocracia durante más de 30 años? Lo ha conseguido porque también ésta ha encontrado su sostén, el neofranquismo. Si el franquismo era el referente ideológico de la dictadura, el neofranquismo lo es de la partitocracia.
¿Por qué es neofranquista este régimen? Porque sus fundamentos jurídicos, la legalidad que le dio soporte y aliento, nacieron en el golpe de Estado de 1936. Esta nueva legalidad era tan ilegítima que necesitó la muerte de un millón de españoles para vestir de legal lo que era una imposición por las armas de una mitad de los españoles a la otra mitad. Y ésta es la legalidad que aceptaron todos a la muerte del dictador Franco, los franquistas –por supuesto– y la oposición clandestina. El PSOE y el PCE –hoy IU– aceptaron la legalidad franquista sin inmutarse. Y no sólo sin inmutarse, sino que lo hicieron con una sonrisa, aunque “alguien puede sonreír y sonreír y ser un villano”.
Hemos dicho antes que el franquismo fue la consecuencia del miedo a las armas y el entusiasmo nacido de este miedo: media España se disfrazó de la otra media para sobrevivir y evitar la mezquina denuncia maledicente del vecino. Andando el tiempo, la propaganda de la dictadura y la costumbre hicieron de esta máscara el vestido de diario.
¿Qué es el neofranquismo? Para su mejor descripción, además de las circunstancias jurídicas que sirven de cimientos a la legalidad actual (que se mantiene carente de legitimidad) y que ya hemos mencionado, tendremos que tomar en consideración el origen de su poder político. España es el único de país de Europa en el que se mantiene en el poder el sucesor designado por un dictador del periodo de entreguerras. A título de rey, pero sucesor del dictador a fin de cuentas. Y un sucesor es un continuador de lo previamente existente. Incluso la reforma es continuista, dado que la permanencia de la reforma se sustancia y sostiene con el edificio legal que le antecedió y del que es heredero. Allí donde hay reforma sobrevive el continuismo. La reforma del franquismo es el neofranquismo.
¿En qué consiste la ideología neofranquista? Su principal objetivo político es el mantenimiento en el poder a cualquier precio de quien ocupa la jefatura del Estado, el heredero del dictador a título de rey. El monarca no interviene en política, aunque ello no le eximirá de rendir cuentas ante la Historia por su nefasto reinado. La oligarquía de los partidos y sindicatos estatales, por su parte, tiene asignadas dos tareas, la adulación al monarca y la repetición constante de la palabra “democracia”, como si su mero sonido tuviera el poder de convertir esta partitocracia en lo que no es, la democracia formal a la que sí aspiramos los demócratas, la separación de poderes y la representación de la sociedad por sus diputados. Así, adulación y engaño son los afanes en los que se ocupan los oligarcas.
¿Quiénes son los neofranquistas? Son más fáciles de identificar por el observador externo que por ellos mismos. De hecho, españoles con distintas tendencias ideológicas desconocen su carácter de neofranquista, independientemente de la honradez y buenas intenciones con las que determinadas personas se puedan desenvolver en el mundo de la política. Si el Estado es neofranquista porque heredó las estructuras y la legalidad franquistas, todos los órganos del Estado son necesariamente neofranquistas porque dependen de éste. Todos los partidos políticos estatales y todos los sindicatos estatales son neofranquistas. Lo son ellos y también sus militantes, guardianes de una Constitución nacida de los principios fundamentales de la dictadura franquista. Rebélate, lector, si, pese a ser uno de ellos, quieres romper las ataduras que unen a este Estado con el régimen dictatorial de Franco, del que es heredero.
¿Cuáles son las señas de identidad del neofranquismo? Son dos, el reformismo y el consenso. Los oligarcas no quieren romper con la ilegitimidad del pasado, prefieren reformarlo. ¿Por qué? Porque ese es el medio por el que los franquistas y la oposición clandestina convergen en un único cuerpo de poder, la oligarquía que nos gobierna por gracia de la Transición. Nadie discute, nadie sale perdiendo. Todos ganan. Salvo los ciudadanos, humillados en la condición de súbditos en tanto que huérfanos de su libertad política. Privados de ella, los oligarcas se perpetúan, medran y devoran el Estado.
Oligarcas, la Historia juzgará vuestra complicidad neofranquista con la severidad que merecéis.
Colaboracionistas, ¡despertad! Abandonad la militancia en partidos y sindicatos estatales, exigid la reintegración de los partidos y sindicatos en la sociedad civil mediante la renuncia a la financiación de partidos y sindicatos por el Estado, apartaos del totalitarismo que supone vuestra integración en el Estado. Si no lo hacéis así, la Historia os recordará como hoy recuerda a los que colaboraron con el régimen franquista.
La verdad es dura, pero es la verdad.
Javier Torrox