(Foto: PP IB Flickr) Pese a la insignificancia de lo que está en juego -colocar en Bruselas a unos cuantos eurodiputados fieles a las consignas de sus jefes nacionales-, el resultado de las próximas elecciones despierta eso que llamaba San Agustín, la concupiscencia de poder, entre Rajoy y los miembros del aparato dirigente del Partido Popular, esperanzados en arribar a la Moncloa gracias a la deriva que está tomando la crisis económica. Pero Zapatero quiere seguir disfrutando de los encantos eróticos del poder, valiéndose de todo tipo de seductoras añagazas. El que sigue en plena impotencia política, es el pueblo español, al que se le presenta una inmejorable oportunidad para rechazar, con su masiva abstención, el fraude de la partidocracia. En las campañas reinan la impostura y el engaño más burdos, y por eso se convierten fácilmente en el predio de los “hidden persuaders”, es decir, de los especialistas en publicidad, marketing y medios de desinformación. Merced al oligopolio mediático, el poder establecido está en condiciones de practicar a gran escala el lavado de cerebro o la colonización mental del votante-consumidor, asaetándolo con titulares, consignas y eslóganes que sustituyen al razonamiento articulado que debería dirigirse a ciudadanos verdaderamente libres. La conducta central del individuo medio no está basada en la autonomía o mayoría de edad mental postulada por Kant, sino en la heteronomía. Las bellaquerías y las mentiras constantes de los gobernantes y los financistas no provocan protestas y manifestaciones en la plaza pública: los sindicatos están cómodamente instalados en el Estado y los súbditos en el salón de su casa, consumiendo su triste ración diaria de televisión. Hugo Ball, un escritor ex dadaísta, sostenía que la única actitud coherente para un hombre de bien era la de elegir lo que él llamó el “Ohne-Macht” o “sin poder”. Pero sabemos bien que las relaciones de mando y obediencia son inevitables, y que por tanto la preocupación central de una moderna ciencia política ha de consistir en la elaboración de un modelo basado en la división de poderes y en el control permanente de las funciones gubernamentales y demás esferas de poder.