El viernes 24 de marzo se presentó la última Antología de nuestro admirado poeta y amigo Joaquín Brotóns, espíritu romántico y dionisíaco, y quizás el más grande poeta manchego del último cuarto del siglo XX. El presentador mostraba su extrañeza por la poca producción poética que Joaquín ha hecho en los últimos veinte años. Pero ese es el sino de los poetas románticos y dionisíacos; su espontaneidad vital en la expresión del espectáculo auténtico de su alma los agota; su total entrega personal en la obra les deja sin combustible, exhaustos, extenuados, consumidos, crucificados. “Tanta tensión de frases en griego, / dejó exhausto al poeta, que ahora ya/ cualquier cosa lo fatiga” (Cavafis). Sólo el poeta “de lirismo clásico”, que construye sus versos con modelos académicos y temas de belleza universal puede tener una “vida profesional” algo más larga. En ese sentido podríamos relacionar las obras de Constandinos Petros Fotioadis Cavafis y de Joaquín Brotons, unidas muchas veces en relación a la temática amorosa, pero separadas en el planteamiento formal del poema, independientemente de los noventa años que los separa. Ya sólo el hecho de que el inglés fuera para Cavafis su lengua primera, y que su lengua de creación, el griego, fuera aprendida a posteriori, hace que el alejandrino pueda distanciarse de su anécdota vital y autobiográfica, sobre la que construye el poema de marmóreas estructuras académicas con un griego arcaizante, que ya tenía que sonar muy artificial a sus vecinos griegos alejandrinos. “Fortalecido por la contemplación y el estudio, / no temeré, como un cobarde, a mis pasiones. / Entregaré mi cuerpo a los placeres, / a los goces soñados, / a los más osados eróticos deseos, / a los impulsos lascivos de mi sangre, sin/ miedo alguno, pues cuando quiera/- y lo querré, fortalecido como estaré por la contemplación y el estudio -/ hallaré de nuevo en los críticos instantes/ mi espíritu ascético de antaño”. Sus propias y ambiguas fantasías eróticas las pone en primera persona el poeta alejandrino en el estudiante Mirtias, contemporáneo de Constante Augusto Y Constancio Augusto, mientras que en segunda persona salen los deseos del poeta valdepeñero. “Gozarás el amor que tu cuerpo y tu corazón/ te pedían tiempo atrás (…) Nadie te invitará a la fiesta. Pero tú te arrojarás a la hoguera de la soledad de la luna”. Brotóns se queda en Valdepeñas enredado en los linajes. “Me sugirió/ que me marchase a vivir/ a la ciudad cosmopolita (…)/ Y me quedé a vivir un exilio en soledad, / el destierro interior/ de la amada tierra que me vio nacer; / me vi atrapado/ por la compleja y extraña/ red de las raíces”. Cavafis también se queda en su Alejandría, pues cuando se arruina la vida la propia ciudad es la misma en todas partes. “Mi corazón está – como un muerto – enterrado (…) / No hallarás nuevas tierras, / no hallarás otros mares. / La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas/ calles. Y en los mismos barrios te harás viejo; / y entre las mismas paredes irás encaneciendo (…)/ No tienes barco, no hay camino. / Como arruinaste aquí tu vida, / en este pequeño rincón, así/ en toda la tierra la echaste a perder”. También dirá Joaquín más explícitamente: “Y triste y destruido, / derrotado, / solo, / borracho, / caminas pesadamente, / torpemente/ por las largas y silenciosas/ calles de la ciudad amada, / por plazas, / parques/ y callejuelas…” Y en otro magnífico poema Brotóns se ve como marino en dique seco definitivo. “O como un viejo marino/ que espera volver a navegar, / surcar encrespadas olas/ de agua-vidrio/ transparente e incoloro, / penetrar mar adentro/ hasta encontrar la oculta/ y perdida ruta de los caballitos/ y las estrellas marinas.”
En realidad, la poesía erótica de Brotóns es más sincera, sobria, descarnada y vital que la cavafiana. Cavafis soslaya su evidente realidad de forma muy cerebral, antivital casi y relegada a un pasado suficientemente alejado mediante dos vías: una, a través de la evocación de experiencias propias y otra, quizás la más significativa, impregnando de sensualidad determinados pasajes de sus poemas históricos, casi siempre relativos al período helenístico oriental – entre Lágidas y Seléucidas –, al Imperio Romano de Oriente o al Bizantino. Pero ambos poetas expresan la belleza del joven, aparecido como un milagro, con la observación de un entendido en arte estatuario. Así, nos dirá Joaquín: “Sus ojos son negros, / de un extraño color negro azabache. / El cabello moreno, / ligeramente rizado, / ondulado por el sol, / las olas y el viento del sur. / Y la piel tersa, oscura, / africana, / cálida y ardiente/ como la arena de la playa/ que cada día pisan sus pies/ de Hermes descalzo, / sus maravillosos pies de silfo.” Y el alejandrino: “Tan intensamente contemplé la hermosura, / que llena está mi vista de ella. / Líneas del cuerpo. Labios rojos. Miembros placenteros. / Cabellos como tomados de estatuas griegas, / siempre hermosos, incluso despeinados, / sobre pálidas frentes algo caídos. / Rostros de amor como los quiso/ mi poesía…en las noches de mi juventud, / en mis noches, encontrados a escondidas…”
Joven de la Transición, el poeta valdepeñero tiene que tocar el tema social con su “hermano hombre” y “esta tierra donde el labriego agoniza su vida y su pobreza”, extremo este que no se permite jamás tocar el aristocratismo satrapesco de Licenciado Vidriera, de Cavafis, “autogenés éidos”, jamás creador de versos redentores o moral o políticamente protrépticos, sino siempre habitante de un universo helenístico puramente cultural – que no muerto -. En este sentido nos parece más humano Joaquín Brotóns que el gigante alejandrino. Casi siempre la poesía de Brotóns está hecha de modo esquemático y estampillado, a diferencia del equilibrio verboso de Cavafis. Brotóns es un griego arcaico, como Teognis, y Cavafis es el poeta clásico que escribe en la modernidad.