La situación política en España no termina de mostrar una tendencia decidida hacia la libertad política a pesar de la evidencia de la inseparación de poderes, de los escándalos de corrupción, de las mentiras de un poder político ilegítimo, de las votaciones autonómicas de los ERES, de los simulacros de huelga general… y de la creciente abstención, pero… ¿debemos ser pesimistas?- No, y mil veces no. Conviene, pues, hacer una “huelga” correcta, un descanso para tomar aire y reflexionar en nuestro camino de Libertad. Ni un paso atrás, pero tampoco un paso en falso.
No todo podemos crearlo de la nada o de nuestra imaginación. Algunas realidades nos vienen impuestas o sugeridas, o, mejor dicho: somos nosotros los que venimos y vamos en ella, a veces zarandeados sin compasión y otras, ¡milagro!, podemos coger el timón de nuestras vidas o ideas. Nuestra lucha por la Libertad.
La nación, la sociedad, la familia, el lenguaje y otras muchas realidades, que van desde lo más pequeño (los genes) a lo más grande e infinito (los universos), nos llevan y llevamos en nuestras consciencias sin reparar en ello.
Aristóteles, el Filósofo realista, siempre insistía en comenzar el pensamiento (y la acción) por el todo y no por las partes, y eso mismo quiero hacer ahora yo: Los españoles, uno por uno, no somos un centro de acción y pensamiento independiente del pensamiento y acción de la sociedad española en su conjunto; somos, entre otras cosas, lo que España es ahora, ni más, pero tampoco menos.
También el periodista y filósofo Karl Marx era consciente de lo que digo – y decía el Filósofo- y no por ello dejó de luchar hasta sus últimos días: “El modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política, y espiritual en general. No es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino, a la inversa, su ser social el que determina su conciencia”.
La sociedad honrada y libre, constatamos por nuestra impresión sensible y por impresión de reflexión- que diría Hume- está naciendo en España porque se identifica, por fin, la realidad del Estado de partidos y su distancia abismal con la naturalidad del ser humano libre.
Antes de nosotros ( los repúblicos), por ejemplo la crítica a la corrupción política y a las injusticias legales no superaba el nivel de una mera crítica moral ( Libertaddigital, Es.radio, 15M, etc. ) o el nivel de lo utópico o ucrónico ( 15M y republicanos de partido).
La sociedad civil, en la que estamos y somos, por tanto, no es una simple asociación voluntaria de “ciudadanos”, ni la ley, o una futura constitución, puede obligarlos en cuestiones de conciencia y acción, coma las de ser republicanos de partidos estatalizados.
La conciencia estará condicionada o determinada, como indicaba Marx, pero no está condenada a la servidumbre. Marx estaría con nosotros, los repúblicos.
Para ser repúblicos debemos tomar consciencia de la lucha por la libertad de todos y no únicamente de nuestra egoísta libertad individual o del partido; toma de consciencia que se debe producir ahora cuando estamos en la acción constituyente y también cuando conquistemos la constitución de la libertad política; por otro lado, tan necesaria.
Sabemos que no estamos predestinados a la servidumbre voluntaria pues la materia social, sujeta a tendencias naturales y culturales, no está predestinada a sufrir las dominaciones de cualquier forma de Estado, ni de cualquier forma económica o moral. La realidad es dinámica. La historia existe.
La verdadera potencia no es mera posibilidad. “Siempre hay en ella tendencia y acción” – decía Leibniz. La tendencia y la acción de la sociedad civil de escapar para no estar sometida a un poder ilegítimo e indiviso como el de la Monarquía juancarlista de partidos. Escapamos, los españoles libres, pero no huimos de la realidad. Espartaco estaría con nosotros, los repúblicos.
Por esa tendencia a la que se refería Leibniz: la energía de la materia social produce, como estamos viendo en nuestra lucha por la libertad, las ideas-fuerza, definidas por el filósofo que inauguró la modernidad, Descartes, como un “poder suficiente de la potencia dispuesta a la acción”; a la acción constituyente.
Potencia que comprobamos en la vanguardia de la sociedad civil española. Quizás en su abstención electoral, quizás en los diversos conflictos y reflexiones que la actualidad política y económica nos impone.
La objeción de Hume a la ley de la causa y efecto de que nada hay que propicie la idea de un poder en el antecedente causante del consecuente, queda superada, en una creencia racional, como nos enseñan nuestros maestros granadinos en siglo XVI, Francisco Suárez, y Antonio García-Trevijano, en el siglo XX y XXI, si con “ la inteligencia individualizante y la intuición individuante” somos capaces de deducir de la potencia social española un esquema dinámico del proceso de acción hacia nuestra Libertad colectiva.
Repúblicos de España, uníos.
Antonio Muñoz Ballesta.