A principios de julio, un amigo, muy relacionado con petroleros tejanos y con quien trabajé en el pasado, me propuso colaborar en la campaña de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos para tratar de captar el voto hispano, de enorme importancia en varios estados clave y uno de sus grandes talones de Aquiles. En ese momento me encontraba inmerso, aparte mi actividad profesional, en tratar de convencer a Bruselas de la necesidad de auditar las cuentas nacionales españolas, escandalosamente manipuladas desde 2008, algo que convierte en ciencia ficción todas las afirmaciones de una recuperación sostenible, ya que el crecimiento real es inferior (un 2% aproximadamente) al oficial, y está financiado por una gigantesca burbuja de deuda que estallará antes o después, por lo que inicialmente dije que no.

Sin embargo, Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, que leyó nuestro análisis, parece inclinado a formar una comisión en octubre sobre ese tema, siempre que nuestra cifra calculada a partir de los valores añadidos se confirme con los otros dos procedimientos de cálculo: a partir del gasto total y de las rentas recibidas. Algo que ya les adelanto arroja el mismo resultado: el PIB real de España es un 18% inferior al oficial, por lo que la deuda total (pasivos en circulación totales, porque las comunidades autónomas jamás devolverán su deuda al Estado) es del 170% del PIB y no del 138% (la deuda PDF, 100% del PIB, que es la publicada, no recoge toda la deuda), y la presión fiscal es del 47% y no del 38%. Dado que habrá que esperar a octubre, acepté la propuesta de colaborar con el equipo de campaña de Trump.

Las razones para apoyar a Trump

Permítanme antes de seguir explicar las razones por las que entendí que debía (muy modestamente) colaborar con el equipo de Manhattan en su estrategia para captar el voto hispano, un voto muy reticente por las descalificaciones y frases disparatadas lanzadas por el candidato. Pero como me dice su gente: “Donald es como es y nadie va a hacerle cambiar”. Y las razones se resumen así: si gana las elecciones, se va a producir un giro radical en la política exterior y en la política económica de los Estados Unidos, que favorecerá significativamente a Europa y a otros países, aparte de la novedad que implicaría un presidente con excelentes relaciones con el primer mandatario de Rusia.

La candidata presidencial del Partido Demócrata, Hillary Clinton. (Reuters)

En primer lugar está su compromiso firme de aniquilar al Estado Islámico, lo que dará un golpe muy serio al terrorismo que, sin sus bases logísticas y de mando y sin el magnetismo que ejercían sobre muchos jóvenes radicales los éxitos del Estado Islámico, ocurrirá como con Al Qaeda cuando perdió su bastión de Afganistán: su capacidad de atentar disminuirá drásticamente. Después, y como Trump no es un imperialista, se concentrará en los problemas internos, sin inmiscuirse en la política de otros países. Todo lo contrario que Hillary Clinton, cuya desastrosa política exterior ha traído ríos de sangre, dolor y lágrimas. Mucho mas agresiva que Obama, es extremadamente peligrosa para Oriente Medio, Rusia y China: “No hay país que no esté dispuesto a invadir o intervenir”, denuncia Trump.

Clinton fue la principal impulsora de la denominada ‘primavera árabe’, que creó al Estado Islámico, derrocó a Gadafi en Libia, instaló a los fundamentalistas musulmanes en Egipto hasta que fueron eliminados por el general Al Sisi, ha estado a punto de derrocar a Bashar al Asad en Siria, que solo se ha salvado por la firme ayuda de Putin, y apoyó decididamente el golpe de Estado de los pronazis de Kiev para debilitar a Rusia, generando el caos y la miseria en toda Ucrania. Es la responsable de la oleada migratoria musulmana que está anegando Europa y destruyendo nuestras raíces cristianas y nuestra civilización. Trump, admirador declarado de Putin, iniciará una nueva era de colaboración con Rusia, levantando todo tipo de sanciones, lo que favorecerá a Europa y a España en particular.

Luego viene la parte económica y social, que es la que decidirá la campaña. Hillary Clinton, al igual que ha ocurrido en la Unión Europea, propone una política económica ultraliberal que beneficia esencialmente a unas élites depredadoras que controlan todos los grandes medios de comunicación, ferozmente anti-Trump. Un 1% de la población se ha apoderado de la casi totalidad del crecimiento de las últimas décadas. La clase media y trabajadora está literalmente harta de escuchar falsas promesas mientras su vida no mejora, y lo que es peor, por primera vez en su historia los hijos vivirán peor que sus padres. “La crisis les ha atenazado y afectado gravemente a sus vidas, por ello muchos votantes prefieren a un duro hijo de puta que derribe al ‘establishment’, al que culpan de todo ello”.

Luego están los cambios sociales, muy bien descritos en el ‘El País’ por Marc Bassets: “Para muchos americanos que pasan por serias dificultades económicas, existe una sensación de precariedad que les hace cuestionar la futura seguridad económica de ellos, de sus familias y del país, a lo que se unen los cambios poblacionales y culturales que han ocurrido de modo muy rápido, como la diversidad racial o los nuevos derechos civiles para gays y lesbianas”, quieren conservar su cultura y sus valores y legar un mundo mejor y no peor para sus hijos, que es lo que está sucediendo, “que al menos tengan lo mismo que ellos tuvieron”, y esto es lo que Trump les garantiza junto con la protección de sus puestos de trabajo, fuertemente amenazados por la globalización descontrolada o la manipulación de los tipos de cambio como hace China.

Trump acusa también a la Reserva Federal de mantener tipos de interés bajos por razones políticas, lo que esta creando una ‘falsa economía’, como en la Unión Europea. Si gana las elecciones y su política económica triunfa, el ‘establishment’ europeo tendrá muy difícil mantener su disparatada política de expansión monetaria sin reglas ni control alguno a intereses negativos para financiar el despilfarro. Por otro lado, Clinton es una persona profundamente mentirosa y deshonesta, como han demostrado lo poco conocido de sus correos por el descarado favoritismo que está mostrando el director del FBI James Comey, en su investigación sobre la candidata, ocultando o pasando por alto numerosas evidencias incriminadoras, como declaraciones falsas, obstrucción a la Justicia y destrucción de pruebas.

El equipo de campaña de Trump

Las personas que he conocido, empezando por Paul Manafort, el anterior jefe de campaña, son gente extraordinaria, competente y muy preparada —cuando uno los compara con los pigmeos intelectuales y chacales morales de nuestro país, a los que ‘Der Spiegel’ califica de “la clase política más torpe y ruin de la UE”, entran ganas de llorar— y nada hace pensar que el nuevo equipo, después de la dimisión de Manafort por sus relaciones comerciales con un íntimo de Putin y con la facción prorrusa ucraniana, no sean lo mismo. El nuevo jefe ejecutivo es un antiguo banquero, Stephen Bannon, y la nueva jefa de campaña es Kellyanne Conway, una abogada de éxito con su propio bufete y profesora en el George Washington Law School, ambos son triunfadores natos. “Mira, Roberto —me dijo uno de los colaboradores de Manafort—, no te fíes de las encuestas, en las últimas 10 elecciones presidenciales, en cinco el ganador fue el que daban perdedor”, aunque por primera vez el pasado martes una encuesta de CNN/ORC daba ganador a Trump, con un 45% frente a un 43% de Clinton.

Stephen Bannon, antiguo banquero y el nuevo jefe de campaña de Donald Trump. (Reuters)

Las ideas que les envié primero y discutí con ellos después para captar el voto hispano eran tres muy sencillas que resumo brevemente. La primera, que los hispanos son muy sensibles al idioma y orgullosos de sus países de origen, por ello un primer paso para ganarse su voto sería que las propuestas del candidato les sean explicadas en los estados con presencia hispana importante en su propio idioma: el español. A este fin, los directivos de campaña deben buscar y encontrar, entre los hispanos que les apoyan, las mejores personas para explicar con claridad las ventajas de apoyar a Trump; incluso el propio candidato debería incluir dos o tres frases en español cuando se dirija a estas audiencias.

La segunda son las medidas económicas, que es lo que más preocupa al electorado norteamericano (hispano o no) con gran diferencia. El reparto más justo de la riqueza creada, el empleo digno y la presión fiscal sobre la clase media y la clase trabajadora es lo que decidirá las elecciones. Y aquí el programa de Trump supera al de Clinton por goleada. Trump será bueno para los negocios, particularmente para los millones de pequeños y medianos empresarios y para los autónomos, entre los que se encuentran infinidad de hispanos, pero sobre todo para los contribuyentes, va a bajar los impuestos a la clase media y a la clase trabajadora, y va a acabar con paraísos fiscales que utilizan masivamente las grandes corporaciones norteamericanas. Hillary Clinton, por el contrario, seguirá la política de Obama favorable a las élites, haciendo más injusto y débil Estados Unidos.

Por ello, cuando se dirija a los electores latinos es transcendental (y es aquí donde he puesto mayor énfasis) el explicar claramente que ellos serían los principales beneficiarios de sus políticas económicas. El tema fiscal es clave, propone reducir los tramos de siete a tres (12%, 25% y 33%) y bajar los tipos a la mayoría de ciudadanos. Comparen ustedes con la situación en España para tramos equivalentes de 24%, 37% y 45% y con toda la depredadora clase política y la caterva de medios endeudados esperando el maná que los mantenga, pidiendo que se suban “porque son bajos”. Además, propone bajar todos los impuestos que penalicen el ahorro y la inversión; en concreto, para los intereses, dividendos y plusvalías, propone tipos del 0%, 15% y 20% (20%, 22% y 24% en España). Trump elimina también el injusto impuesto sobre el patrimonio, que en España es el más alto de Occidente, el impuesto de sucesiones, y quedan exentos los que ingresen menos de 22.000 euros.

España es un auténtico infierno fiscal para la clase media y trabajadora, que soporta los terceros mayores impuestos de la OCDE, y si se considera la eliminación masiva de deducciones por Rajoy, y el sinfín de impuestos y recargos de comunidades autónomas y ayuntamientos, la familia media española está sometida al mayor expolio fiscal de Europa. Si Trump pudiera presentarse en España, arrasaría. Finalmente, en un tercer punto, explico el proceso de degradación económica, cultural y moral en el que esta inmersa la Unión Europea, con la inmigración masiva e incontrolada de personas que rechazan nuestros valores y nuestro modo de vida, un caballo de Troya que acabará destruyendo la identidad europea.

Por supuesto, estas consideraciones al votante norteamericano, que ni sabe qué es la Unión Europea, ni el Brexit, le traen al pairo. Sin embargo, los paralelismos entre lo que propone Clinton y los irresponsables gobiernos europeos son importantes para los debates específicos. De hecho, el equipo de campaña me ha pedido la máxima información sobre por qué el programa de estímulos de expansión monetaria del BCE, que incluye tipos de interés negativos, préstamos a bajo tipo de interés a bancos y programas de compra de bonos por trillones (americanos) de euros está fracasando estrepitosamente tanto en crecimiento como en inflación (Trump aboga por hacer justo lo contrario). Quedan dos meses para las elecciones y y Trump ha remontado espectacularmente desde mediados de agosto.

El próximo día 26 se producirá el primer debate Clinton-Trump. Espero seguirlo desde la Torre Trump en Manhattan, donde el optimismo es cada día mayor, sobre todo después de que Hillary Clinton, que se cree que estamos aún en la época de la Guerra Fría, cometiera el mismo error que Mitt Rommey en 2012 frente a Obama, sacando el espantajo del “grave peligro de Rusia” después de que Trump se deshiciera en elogios sobre Putin, cuando el votante americano no ve ese peligro por ningún lado. Lo único que le importa es un reparto más justo de la riqueza, su puesto de trabajo y los recortes de impuestos. “Tenemos un 100% de posibilidades de ganar”, me dijo el viernes Carter Montgomery, un destacado miembro del equipo de Trump, a quien conocí hace tiempo en el Dallas Petroleum Club. Amén.

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