moción de censuraLa moción de censura presentada por el grupo parlamentario de Podemos para proponer a Pablo Iglesias Turrión, secretario general de este partido estatalizado, como presidente del Gobierno ha sido la escenificación de lo que el Régimen del 78 es en realidad: una farsa. Iglesias presentó su candidatura haciendo pasar por propuestas de acciones de Gobierno lo que no era más que un Quítese usted, que me quiero poner yo. El jefe del partido de los círculos (estructura interna tomada de los falangistas Círculos de José Antonio, de marcado carácter anticapitalista) no mencionó una sola iniciativa encaminada a que los ciudadanos puedan elegir a su Gobierno y a sus diputados en elecciones separadas.

Muy al contrario, Iglesias Turrión y su telonera, la chillante diputada de lista Irene Montero, mostraron lo que son: firmes defensores del Régimen del 78 al que dicen combatir mientras los hechos revelan que su alineación con él es absoluta. La propuesta de elevar a Iglesias Turrión a la Presidencia del Gobierno se saldó con 82 votos a favor. Le faltaron 94 votos, más del doble de los que obtuvo. El resultado político es que no sólo ha fortalecido la posición del Gobierno de Mariano Rajoy, sino que el Régimen del 78 sale revivificado, refrescado y con nuevo aliento tras la bufonada protagonizada por el farsante Iglesias Turrión. No lo bastante contentos con ello, los correligionarios del candidato fracasado salieron en tromba afirmando –firmes enemigos de la realidad– que la moción de censura había sido un éxito. Para ello, con el secretario de Organización de Podemos –el científico Pedro Echenique– a la vanguardia, sumaron las abstenciones a los votos favorables como si fueran la misma cosa, revelando así serios problemas de comprensión del sencillo diagrama de Venn que aprenden los parvularios.

Sabedor del mal trago que le esperaba a lo largo de su opereta, Iglesias Turrión necesitó trasegar más de tres litros de agua (diez vasos) a lo largo de su primera intervención. No sorprende así que, ante las interpelaciones de otros diputados, el secretario general de Podemos agachara la cabeza o mascara la bola de saliva pastosa del impostor. Peroró el podemita con chaqueta durante más de dos horas y media, malencarado y con el ceño fruncido del niño malcriado que cree que su fastidio le carga de razones.

En la ópera bufa de la moción de censura, la prima donna Rajoy consolidó su posición y le dio a Iglesias Turrión buena ración de lo que da a todos los españoles a diario, desdén. El circulita que fingía ser aspirante a desbancar al gallego de la Moncloa hizo su papel de prima-donna-would-be para fortalecer a quien dice oponerse. Y todos los demás hicieron de claque en esa caja hueca en la que, el franquismo primero y el Régimen del 78 después, han convertido el Congreso de los Diputados.

Y después de todo, nada. Como siempre.

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