EEUU y Europa están separados por la democracia, un sistema de poder ideado por los primeros y que los segundos creen disfrutar porque así se lo dice la TV.
Donald Trump ha sido elegido presidente por su pueblo siguiendo las reglas del juego político que establece la Constitución de los EEUU, a la que ha jurado lealtad al tomar posesión de su cargo. Es un hombre del sistema y forma parte de la elite empresarial, pero no del establecimiento, del que se ha declarado enemigo y que hasta ahora se ha desarrollado al amparo del sistema al que parasita. Las elites de las que se compone el establecimiento consideran al sistema como un patrimonio propio. Para estas elites, Trump no es uno de los suyos, es un intruso que ha tenido el atrevimiento de seguir las reglas formales de la Constitución en lugar de las informales de la propia elite, las que dicta el establecimiento. Por esta razón no sólo se ha tenido que enfrentar a Clinton, sino también a su propio partido y a todos los grandes medios de comunicación. De este modo, la victoria de Trump es la de la normalidad del juego democrático y la derrota del establecimiento que se había apropiado de este juego.
El establecimiento ha entrado en pánico porque su chiringuito se desmorona. También en Europa. El Brexit fue la primera derrota del establecimiento europeo. El referéndum de Italia fue la segunda. La victoria de Marine Le Pen en Francia será la puntilla. La UE está herida de muerte porque el establecimiento que la sostiene apenas puede sostenerse a sí mismo. Ha perdido su fuerza porque la asunción de la realidad de que todo se puede desmoronar con pasmosa facilidad es el agente que produce la impotencia que le debilita. Perdida la autoridad (léase legitimidad), el poder se le escapa al establecimiento. Desconcertado ante el curso de los acontecimientos, no acierta más que a poner de manifiesto su terror con imprudencias que aceleran su colapso.
El establecimiento es un tumor social que nace alrededor del poder alimentándose de él y que cada cierto tiempo debe ser extirpado. No hay cura contra este tumor. Siempre volverá a aparecer. Es el producto de los intereses creados. Es la viva imagen de la descripción que hizo Joyce de Irlanda hace cien años, una cerda vieja que devora a su camada. Es Saturno devorando a sus hijos para impedir que le disputen el poder.