(Foto: Janesdead) Había una vez un circo In illo tempore, cuando yo no era embrión ni sabía cargar de tinta las plumas –me gustan de émbolo y no de cartucho– aunque nadie lograra la cuadratura del círculo, lo cierto es que las cosas, bien o mal, cuadraban. Es decir, cuatro lados iguales y 4 ángulos de 90 º. Nos matamos, éramos fascistas, Hitler y Franco se dieron un french-kiss en Hendaya, la Legión Cóndor alemana arrasó Guernika; Pablo pintó un inmenso cuadro para el Reina Sofía; ¡No pasarán! pero al final pasaron; Machado hizo camino al andar hasta el eterno detenerse en Colliure; en el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo Franco. Burgos 1 abril 1939.   ¡Yo qué sé! Todo fue como el Infierno de Dante pero con semáforos y pasos de peatones. Hubo un orden al estilo de Joseph Conrad, una lógica desquiciada que se fue quiciando, 'ajustes' de por medio, hasta que todo Dios comenzó a llorar de emoción en la Plaza de Oriente porque España se había salvado de los rojos, dejando al arcoiris con la camisa nueva. Luego Pepe Isbert y Berlanga recogieron los chicles Bazooka que habían traído los norteamericanos para paliar las hambres de la posguerra -conocida ya la sangre de cebolla para amamantar bebés- e hicieron una película en blanco, negro y boina. Y corrió el tiempo como sólo corre el tiempo y de pronto los del Opus consiguieron que los españoles fornicaran en los 600 y al mediodía hubiera pollo en la mesa. Habían pasado ya aquellas nubes del ¡viva España y un huevo pa' tres! ¿Qué más quieren que les cuente que ustedes no sepan? Decidimos entonces que, quedase como quedase el paisaje, había que traer suecas a coger sol, suecas aunque fueran de Glasgow, porque lo nuestro siempre ha sido el ladrillo. Hasta anteayer. Pero esa ya es otra historia. El caso es que hasta Ava Gardner se vino para España y le colocó la cornamenta al mismísimo My Way, cornamenta que consiguió de las astas que por la noche le regalaba Dominguín, tras haberla excitado con la taleguilla a las cinco de la tarde. No, el vino lo ponía ella misma. Era una hembra de carácter. ¡Pero coño!, todo cuadraba, todo parecía tener un orden. Y hasta los palmeros lo pasaban en grande cuando la Lola se iba al Pardo a cantarle ¡ay pena penita pena! al Caudillo por la gracia de Dios. Y tanta era esa gracia, la de Dios y la de Lola, que la Iglesia sólo se cabreó cuando Rita Hayworth se quitó los largos guantes negros como quien se quita las bragas y Glenn Ford le dio una hostia.   Frustrada la carrera de astronauta de Carrero Blanco y, a sabiendas de que los dictadores, es patente, acaban cuasi momificados en vida, apareció el 'clan de la tortilla' y algunos opositores que escuchaban a Raimon y a Lluis Llach, y con un tarro de vaselina y un Príncipe capaz de jurar los principios del Movimiento movieron el tema sin que se moviera demasiado, convirtieron la dictadura en partitocracia y señalaron que aquí la honradez iba a ser la rehostia. Yo creo que en ese momento fue cuando en el lenguaje entró el superlativo con tanta fuerza que si ahora algo no es súper, híper o mega, es una mierda. Y en hablando de mierda, la cantada democracia no llegó a tal – lo habrán leído con asiduidad en estas páginas – y se quedó en oligarquía, consensos varios de por medio.   En fin, llegó la crisis y mandó parar el castillo de fuegos artificiales que habían montado unos cuantos zoquetes haciéndose cargo motu proprio del poder del Estado. Del estado lamentable. Tanto que si calificáramos la dictadura de 'error', lo que ahora vivimos es la confusión y el caos. Y me temo que sólo un big bang puede convertir un proceso destructivo en un movimiento creador. De modo que indolente el ademán, es decir, con los ciudadanos en Belén con los pastores, unos cuantos, ya unos bastantes, muy bastantes, pensamos que éste es el momento de coger la abstención activa por el mango y, paralizando el guateque, habilitar una República Constitucional y colocar más mesas para que puedan comer todos.   Todavía hay muchos a los que, cuando escuchan la palabra República –no hay que negar que la II fue un desastre– se les afloja el intestino y corren a refugiarse en la miserable alternancia. Pero el mago de Aladino ya no sale cuando se frota la lámpara. Aladino anda ahora preocupado con los problemas del Norte de África. Decía y digo que la palabra República acojona un poco al personal poco versado en política y entonces todos entonan el conocido tópico: “El Rey es nuestro gran representante en el exterior”. Todo este 'descargue' que les he largado viene de la vergüenza ajena sufrida al ver en los periódicos la fotografía de Juan Carlos I sentado y haciendo risitas con la élite del absolutismo y la dictadura en el planeta: nada menos que alrededor de doce monarcas y presidentes de estados árabes a los que se les podría aplicar sin demasiado pudor el calificativo de fascistas. Exprimen el cuello de sus ciudadanos y a través de la nariz obtienen el petróleo. Cualquier analista, a la luz de los casos de Túnez, Egipto y ahora Libia, sabe que a esos jeques no les quedan demasiadas afeitadas.   Zapatero mandó al Rey a festejar la liberación de Kuwait, cuando los españoles nos limitamos a tener dos fragatas en aguas del Golfo en misión humanitaria, pero no tomó ninguna medida contra Gadafi, después de que ya fueran miles los muertos por la represión del que quiso traerse a las huríes a su casa antes de abandonar la tierra. Obama, sin embargo, congeló todos los bienes del dictador y Francia, Canadá y Reino Unido, que dejaron muertos en la 'Operación Tormenta del Desierto', rompieron las relaciones diplomáticas con Libia. La política exterior española ha sido siempre esperpéntica y cambia con cada Gobierno, lo que da una idea de lo que aquí significa el Estado. Pero saber, como dice Asuntos Exteriores, que Juan Carlos I dijo en medio del desierto que es un ”interlocutor privilegiado” entre el mundo occidental y el árabe provoca convulsiones en cualquier mente sana. Hubiera debido demostrarlo con el problema del Sahara, que tiene al lado, o con el de Palestina, ayudando a Baker por ejemplo. Una frase así sólo puede atribuirse a un excesivo consumo de té con hierbabuena. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, tras la fiesta y la foto, Zapatero devolvió al monarca a casita y asumió toda la labor diplomática en la zona, llegando también, como no podía ser de otra manera, al disparate: ir a explicarle a los tunecinos cómo se hizo la transición en España.   Aún Zapatero, hombre de reacciones tardías, no se ha dado cuenta de que a la lucha de civilizaciones se ha unido la lucha de las civilizaciones consigo mismas. A distintos niveles, obviamente. En Islandia ha habido cambios importantes, en España crece día a día el sentimiento de repugnancia ante el corrupto sistema de partidos y los alemanes están exigiendo a Merkel que el Fondo de Rescate para países ruinosos, como el nuestro, no sólo no se amplíe económicamente sino que se 'olvide' un poco. Mientras, en los regímenes dictatoriales y monarquías absolutistas árabes la población se ha lanzado a la calle, o lo hará en breve, a por cotas de libertad que nosotros ya tenemos. Ambas acciones, la de Occidente y la del Islam, son liberadoras, pero sería un error admitir que llevan al mismo destino. Un error garrafal.   Dicen algunos observadores que la verdadera embajada de España en Libia ha sido Repsol y sabrán ustedes ya que Mr. Gadafi posee una inmensa finca en Málaga donde, según datos de hace unos dos meses, quería construir como “proyecto de especial interés turístico”, alrededor de 2.000 casas residenciales, un campo de golf, un Palacio de Congresos y un Hotel de gran lujo. Los rebeldes, la ONU y la UE obligarán a España a frustrar el invento de 'La Resinera'. Gadafi y sus hijos, aunque no leían a Delibes, parece que también se pasaban de vez en cuando por estos pagos a liquidar perdices a troche y moche.   En definitiva, la absoluta confusión lleva a futuros impredecibles e imprevisibles. Franco duró 40 años como dictador; Gadafi, 42. Tal vez, si los españoles abandonamos la apatía, logremos en bastantes menos años pasar de la oligarquía a la democracia formal. Estoy convencido de que así será bastante más fácil afrontar la que se nos viene encima con el Rey como 'interlocutor privilegiado' y Zapatero o Rajoy como energúmenos despistados. Piénsenlo. Si quieren.

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