ALBERTO MUÑOZ.
El jurista y pensador político volvió a dejar asombrado al numeroso público que se acercó al Paraninfo de la Merced. Con 90 años conserva un chorro de voz que llegaba hasta las puertas del recinto, donde se amontonaban los más rezagados, que ya no encontraron un metro de suelo libre en el interior.
El acto fue emotivo, cercano y a la vez de una altura intelectual como no se recuerda en la región, en cualquier región. Un murciano se levantó en el turno de preguntas para preguntarle qué pasó hace 40 años en la cárcel de Carabanchel, cuando ambos eran presos políticos, qué pasó para que todos aquellos que se reunían en torno a la figura de Trevijano, al que respetaban como máximo opositor a Franco, abandonaran y se terminara perdiendo la lucha por la ruptura democrática.
Un joven guineano se levantó después. Le preguntó por otra hazaña de García-Trevijano, esta vez de hace 50 años. A pesar de su juventud le conocía bien, como todos en aquella tierra. Las difamaciones del PSOE y de toda la prensa postfranquista no calaron allí, donde sabían que sólo un español fue quien intentó liberar a ese pueblo. Aquí, en España, le destrozaron.
Después se levantó un catedrático de derecho de la universidad de Murcia, que acababa de terminar un libro en el que explicaba por qué no hay separación de poderes en España, y que quería a regalárselo a su maestro, Don Antonio. Le siguió un profesor de arte, que agradecía al notario granadino, a Don Antonio, su maravilloso libro “ateísmo estético” y así continuaron las preguntas. Muchas le pedían que desarrollará más alguno de los temas que había tratado en la conferencia. Querían entender mejor aquellas palabras que nunca antes habían escuchado pero que ya reconocían como verdaderas.
Antes de todo esto, el maestro improvisó una hora de discurso al hilo de la libertad política colectiva, sobre el que pespunteaba ideas, historia, actualidad, acción, denuncia y soluciones.
Emprende ahora una nueva gira por toda España en busca de ese tercio de conocedores de la libertad, para que se asocien al movimiento que él preside (MCRC, movimiento de ciudadanos hacia la república constitucional) y hagan caer de una vez por todas a este régimen de falsa democracia. El primer paso, el primer golpe, la abstención: no votar.
Lo primero que hizo al dirigirse a los murcianos fue confesarles un secreto: “si él estaba aquí, en un salón abarrotado, si su pensamiento había llegado tan lejos, si todo el orden establecido en España le sigue teniendo terror, era principalmente por una cosa: porque no tenía miedo a decir lo que veía, porque nunca ha dejado de decir la verdad”.
También puede escuchar la conferencia completa en este enlace.