26 de Abril de 2018, el Ministerio de la Presidencia junto con la Asociación de Constitucionalistas de España organizan el XVI Congreso titulado “40 años de constitución: Una mirada al futuro”, en la Facultad de Derecho de Málaga. Todo un despliegue de propaganda del régimen de partidos al que asistían renombrados a la par que infames políticos como Susana Díaz o López Aguilar (PSOE), así como el alcalde de la ciudad Francisco de la Torre (PP), y una tropa de invitados trajeados – pudimos ver 3 autocares llenos – entre los cuales iban supuestas eminencias del Derecho. Todo estaba preparado para que la fiesta del consenso transcurriese, valga la obviedad, sin que hubiese ninguna nota discordante. Pero no contaban con un grupo de repúblicos malagueños que, en cuanto tuvimos noticia del acontecimiento, vimos la oportunidad perfecta de plantar cara a los enemigos de la Libertad en su propia casa. Una casa de la que se han adueñado cual okupas, pues es un hecho a la vista de todos que las universidades son parte de su cortijo. Nuestro éxito fue rotundo, como podrán comprobar a continuación, y lo recordaremos como una de las mejores acciones realizadas en nuestro territorio.
El plan consistía en llegar justo antes del acto inaugural programado para las cinco, montar la mesa informativa en el interior junto a la puerta y repartir octavillas y folletos a todos los asistentes al congreso, introduciendo así en la cámara nuestra denuncia. Un bonito acto simbólico. Como es habitual en nuestra lucha, nada salió como pensábamos.
Seguimos escrupulosamente el protocolo y Adrián Peña solicitó el debido permiso a la Facultad de Derecho para establecer un puesto informativo en el interior del hall principal, que fue aprobado el 10 de Abril. Transcurridos dieciséis días, con todo preparado a pocas horas de comenzar el congreso, recibimos el aviso de que rescindían el permiso debido a una aglomeración de actos en la Facultad. Esto sentó como un tiro a quien escribe estas líneas, ya que había pedido permiso en el trabajo para poder estar en el lugar a la hora acordada. No lo dudé, aquí hemos venido a luchar, no a que nos mangoneen a placer; me plantaría allí pasase lo que pasase. Así lo habíamos pactado. Adrián trató de negociar pero poco pudo hacer, nos dieron permiso para estar a partir de las siete – el congreso terminaba a las ocho -. No era suficiente.
Pasadas las cinco llegué al campus universitario, descargué todo – pancarta, cartel, caballete, dípticos…- y cargado como una mula fui desde el aparcamiento hasta las escaleras, por donde ya subía la comitiva de “gente importante”. Fallé por cinco minutos. No había tiempo para el desánimo, casi sin aliento subí las escaleras hasta la entrada y monté con rapidez la estructura de la pancarta y el cartel. No sabía si vendría alguien a echarme de allí y debía darme prisa. A las cinco y media clavé mi pica en Flandes, conseguí la foto:
Descansé y me puse a repartir octavillas a los estudiantes y asistentes que pasaban. El viento, nuestro fiel enemigo, no puso las cosas fáciles y poco pude hacer por mantener los carteles en posición vertical. El personal de la Facultad ya era consciente de mi presencia para ese momento, aunque no dijeron nada. Afortunadamente, pasadas las y media, llegó Adrián Peña y nos ocupamos de afianzar los carteles. Las miradas sorprendidas de las personas que se encontraban con nuestra pancarta nada más pisar la Facultad no tenían precio. Poco después apareció Juan Manuel Núñez y pudimos ampliar nuestro radio de acción. Adrián se adentró en el edificio para diseminar nuestras octavillas en el interior mientras nosotros seguíamos entregándolas en mano a los transeúntes.
Agotamos las octavillas en muy poco tiempo, pero teniendo en cuenta la hora que era y que la Facultad contaba con servicio de reprografía, fui directo a por más munición. Doscientas copias más. Doscientas balas de plata contra la mentira. Mientras tanto, una de las secretarias avisó a Adrián y Juan de que podían mover todo al interior cosa que, en principio, era buena al poder despreocuparnos del viento. Evidentemente el lugar donde nos invitaron a trasladar la pancarta no era el que más nos convenía. Nos pusieron cerca del centro del hall, junto a unos enormes carteles en los que contaban cuentos sobre la falsa constitución del 78. Un sitio en el que no molestábamos. La visibilidad de nuestra acción quedó reducida a la nada.
No me conformé. No señor. Hay que ir a por todas. Si les sigues el juego estás perdido. Fui con Adrián a pedir un sitio mejor, que no nos podían dar. Siempre hay que intentar el acuerdo, conseguir lo que quieres sin violar normas innecesariamente. Fracasada la negociación, animé al resto a movernos justo enfrente de la puerta principal, y que saliese el sol por Antequera. Allí éramos lo primero que veía cualquier visitante.
Junto a nosotros se encontraba una mesa llena de micrófonos y aparatos, Canal Sur Radio había estado realizando entrevistas hacía un momento. Adrián Peña, en un arranque de valor, nos comunicó su intención de pedir ser entrevistado a los periodistas allí presentes. Estuvo hablando con uno de ellos, quien lamentó no tener tiempo dentro de la programación que habían preparado para entrevistar a nadie más, ni herramientas para una entrevista en diferido. El hombre se interesó por nuestra asociación y las ideas que defendemos y dijo conocer la figura de Antonio García-Trevijano, cuyo intelecto admiraba, si bien no se posicionó a favor ni en contra de su pensamiento.
A eso de las seis y media se nos unió Francisco Javier Gutiérrez, quien estuvo fotografiando los tablones informativos allí dispuestos con motivo del congreso, y documentó gráficamente el resto de nuestra acción. Entre tanto, un hombre joven, aparentemente encargado de la organización del evento, revoloteaba a nuestro alrededor, nervioso, preocupado por la mala imagen que estábamos dando a sus labores. Preguntó sobre nosotros en recepción; se acercó a nuestro cartel sin hablarnos en ningún momento; iba, venía. Pobre.
La traca final se acercaba, ahorramos munición. Apenas quedaban diez minutos para las ocho y pronto saldrían en tropel todos los asistentes al congreso. Había que preparar el último frente. Movimos todas nuestras cosas al exterior, colocamos la pancarta en un lugar en el que se viese claramente sin que estorbara el paso, mirando hacia la puerta, y nos preparamos para coser a octavillas a manipuladores y manipulados. Sus autocares ya estaban listos al final de las escaleras, pero no se irían sin conocer a estos repúblicos. Se demoraron aproximadamente treinta minutos más en salir. Tan pronto aparecieron, disparamos una ráfaga de Verdad. Entre los heridos en su orgullo, pudimos escuchar un “estos vienen por nosotros”. Victoria.
A las nueve recogimos y marchamos a casa con la tranquilidad del deber cumplido. La Libertad Política Colectiva está un paso más cerca.
Prácticamente empapelamos la Facultad. Trescientas octavillas sobre la constitución. Más de cien dípticos. veinte octavillas promocionando los libros de Trevijano que donamos hace un tiempo, repartidas por mesas y tablones de anuncios, y muchas anécdotas que paso a relatar brevemente:
En el interior se nos acercó un grupo de cuatro personas de unos cincuenta y tantos años. Se pararon a leer el cartel sobre la democracia representativa.
– Ah, Trevijano, ese era todo un personaje – soltó uno de ellos.
Intenté darle una octavilla y la rechazó – No, a mí no me des, yo soy profesor de Derecho constitucional.
– Pues entonces con más razón, más le tiene que interesar.
– Para nada, yo me dedico a desmentir todas estas cosas.
– Y nosotros a confirmarlas – le contesté. – — Todo esto está muy bien – dijo una señora que iba con ellos – pero hay cosas que son muy discutibles.
– La ciencia política no es discutible.
– Bueno pero todo es matizable – respondió.
Socialdemocracia en vena. Todo vale. No hay verdad. Todo es relativo, según nos convenga. Todo es democracia, si nos ponemos de acuerdo.
Un profesor asentía con la cabeza mientras pasaba a nuestro lado. – Tenéis toda la razón, bien dicho – dijo. Fueron muchas las personas que reprodujeron esta actitud.
Una profesora habló con Juan y nos dio la razón haciendo referencia a que no había independencia judicial. También habló de la etapa de Felipe González. – Vosotros sois jóvenes, pero yo viví esa etapa en la que Felipe González se salía con la suya y Guerra tenía que dar la cara, y ahora aquél es multimillonario.
Un grupo de muchachos muy jóvenes mostraron gran interés y compartían lo que les explicábamos. Quedamos en hablar después pero no tuvo lugar.
Explicamos a un chaval muy joven qué defendíamos y cómo lo queríamos conseguir. A pesar de su gran interés, no veía claro la forma de alcanzar la meta. Esto es muy común, todo el mundo espera una fórmula mágica para cambiar lo que hay mañana mismo, pero eso es imposible.
Una muchacha estuvo escuchándonos un buen rato. Le dimos todas las señas posibles para que se informase de nuestro ideario.
Intercalamos nuestras octavillas con los dípticos oficiales del evento que había amontonados en una mesa del hall.
Un periodista, no sabemos de qué medio, nos hizo una foto.
Nos visitó un repúblico, Carlos, malagueño viviendo en Madrid.
Uno de los visitantes al congreso, a la salida, se paró a hablar con nosotros. Por su acento parecía francés. Nos dio la razón en todo.
Una pareja dijeron haber oído hablar del MCRC y de Trevijano, y estaban interesados en los programas.
Vimos en la cafetería a unos muchachos discutiendo amistosamente esgrimiendo nuestros folletos.
Una acción inolvidable. Gracias a todos los repúblicos que la han hecho posible, es un orgullo estar en la acción junto a vosotros. Y a los indecisos: recordad que la lucha es HOY. Pocas cosas más gratificantes vais a experimentar en esta vida. Si sólo cuatro personas podemos conseguir esto, ¿qué no podríamos hacer veinte?
Alejandro Villalba
Coordinador territorial del MCRC en Málaga
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