Obama (foto: IowaPolitics.com) Al resultar decisivo el virtuosismo en la ejecución de la medicina, de la navegación o del baile, los griegos extrajeron de esas actividades metáforas con las que aludir a la política; ahora bien, el teatro es el que conserva la mayor afinidad con ella, dado que los intérpretes necesitan una audiencia y un espacio público para mostrar sus habilidades y recabar aplausos y votos con los que proseguir la función. Los políticos españoles, como los jueces y los actores mediocres, siempre están en escena, encandilados con el espectáculo de sí mismos. Viven en un mundo de representación separado de la realidad civil, en un espacio preservado de los peligros de la integridad inteligente y de los movimientos ciudadanos autónomos. No es que haya un espécimen invariable; simplemente no podemos elegir a otros políticos porque han constituido una clase profesional cerrada, que solo permite ser renovada por cooptación de personas de su misma condición. En la aversión por la política, que es voluntad y producto de la acción, hay una confesión de impotencia que se escuda en el prejuicio de la innata corrupción de semejante oficio “maquiavélico”, en un mundo condenado a la maldad y estulticia de los hombres. Pues bien, fue este pensador renacentista el que contrapuso, en el campo de los asuntos comunes, el concepto griego de “bueno para” o adecuado, y el principio cristiano de una bondad absoluta que no es de este mundo y que además permite a los malvados “hacer todo el mal que quieran”. En las simplistas reflexiones sobre la supuesta condición inmoral de la política, sólo se atiende a la razón de Estado, y se olvida que el propio Maquiavelo sostenía que la tarea del político –que implica decisión, riesgo y responsabilidad- presupone la libertad del hombre y no abandonarse nunca al curso de los acontecimientos. Los creyentes en contubernios judeo-masónicos y Gobiernos en la sombra que representan el inatacable poder del dinero y manejan los hilos del mundo, ven en el nuevo presidente de los EEUU otro títere con el que distraer la atención de la sociedad del espectáculo. Frente al determinismo histórico, la pereza mental y el escepticismo paralizador, Obama infunde esperanzas colectivas al recordarnos que la política puede ser la más notoria manifestación de la lucha por la libertad y la justicia.