JOSÉ JUAN MARTÍNEZ NAVARRO
No sé qué es peor, si el programa electoral en negativo (que no es programa) que plantean los de Podemos o los programas de los partidos grandes y que incumplen de continuo, en tanto que no representan ni a sus electores ni a otro superior interés que no sea el propio.
No sé si es peor la multimillonaria corrupción de los partidos y los sindicatos del establishment o esa otra -que ya menudea- de los que fueron a vender su escasa ciencia, con marchamo de calidad universitaria española, allende los mares y que aparte de un suvenir, que es réplica en miniatura de la espada de Bolívar, se han traído unos bolívares –no declarados- para construir “una sociedad más libre” (sic).
No sé si es peor que se le dé coba a quien dice que la existencia de medios de comunicación privados atenta contra la libertad de expresión o la existencia de medios de comunicación privados que no se salen del guión que marcan los partidos/dueños del Estado.
No sé cuáles son peores, si los jueces estrella cuya carrera naufraga en el éxito editorial y de los bolos o los que ocupan el terciopelo y la madera noble del CGPJ a fuer de no decir ni mu.
Tanta desorientación vital me produce, como a tantos, un profundo desasosiego espiritual, así que voy a poner la tele, que si no redoma sí es remedo del bálsamo de Fierabrás, por si mis cuitas tuvieran cura sin necesidad de ensalmos (tic, tac, tic, tac, etc…)
Vaya. No sé qué es peor, si ver Gran Hermano Vip (Telecinco) o Parlamento (TVE) y/o sus análogos autonómicos (Canal Sur, que es mi caso) o las tertulias de ignorancia enciclopédica que ahora se atempera con la moda de invitar a economistas con pizarra.
El mando a distancia de la televisión es muy democrático (así se lo oí decir a Gustavo Bueno), de modo que intentaré aprovechar las ventajas de la era digital para encontrar en alguna peli de John Wayne la implícita respuesta a dudas tan poco serias. Si resultará, no- lo- sé (Fernando Fernán Gómez).
