Estación de ferrocarril abandonada (foto: demodragon) Los personajes de la farándula político-mediática quieren que nos conformemos, como los malos “musolaris”, con una muerte dulce. Ya no es saludable debatir si peor Rajoy o Rubalcaba, ni sirve de nada la memoria histórica, pues en ella tropezamos, al primer paso, con el PSOE de Zapatero y González, el PP de Aznar o el banco azul de Suárez y su sindicato de poder.   Hoy el debate se centra en si estamos dispuestos a seguir cayendo por el plano inclinado de la decadencia moral, económica, política y liberticida dejando que las decisiones se tomen a la manera partidocrática, o forzamos la apertura de un periodo de libertad constituyente. Si podemos aceptar que una caterva de “trincones” tiene secuestrado el futuro de todo un país, imponiendo sus bastardos intereses desde el Boletín Oficial del Estado a todos los españoles, que descendemos aceleradamente por la rampa que la clase política inclina cada día más hacia la decadencia total, a una muerte dulce, pero muerte al fin y al cabo.   Cada minuto la balanza que compara la magnitud de las fortunas amasadas al abrigo del poder con el número de familias que queda sin pan, sin techo, sin trabajo y sin futuro, se inclina más hacia el abismo.   Urge un nuevo paradigma histórico que alcance a poder llamarse progreso, como se pasó del Medioevo al Renacimiento, del Absolutismo a la Revolución, ahora estamos a la salida de la cultura oligárquica, pasando del mundo como fue en la Guerra Fría a otra cosa, con nuevos actores, donde tomarán protagonismo países emergentes, nuevas potencias, nuevas ideas.   El comunismo ya no existe, ya no es ideología enemiga en un mundo de bloques. El estado del bienestar resulta para la clase dominante caro e innecesario para combatir a un enemigo disuelto en su propia miseria. La actualidad ha desahuciado a la socialdemocracia del PSOE. Las exigencias de los mercados a las que Zapatero ha tenido que acceder han socavado sus cestos electorales, la gente ya mira para otros lados. Precisamente es la socialdemocracia que inspira a los partidos del régimen, que son vistos como de derechas por arrimarse a los obispos o de izquierdas por llevar el pañuelo palestino; solo estética.   El mundo ha vuelto a ser viejo, muy viejo, el de siempre, como siempre. La gran mentira prevalece. Unos dominan y otros se someten. Imposturas con formas más o menos atractivas. Propuestas de solución producidas en laboratorios de ideas y presentadas por equipos de sociólogos y psicólogos que saben utilizar el dinero del “comboluto” en costosas campañas de marketing que las posicionan en el mercado del consumo mediático, la opinión pública. El gran hermano orwelliano ya campea en las conciencias sumisas y políticamente correctas del súbdito estandarizado.   El único y verdadero cambio de paradigma es repúblico. Solo la revolución de la libertad política, la que hace ciudadanos libres a los individuos y al pueblo dueño de su futuro colectivo, permite afrontar con dignidad el reto. Si la historia no la escribimos los repúblicos lo harán el marketing, la publicidad y la propaganda del régimen, lo mismo. Hoy es el MCRC el que alza, frente y contra toda impostura, la bandera de la libertad política, la libertad de todos, el futuro.

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