¿Qué podemos decir de lo que ocurre con el Mar Menor? Pues que responde al mismo mal que padecen los afectados por el cierre de las cercanías en el valle del Guadalentín. El mal mayor que deriva de la ausencia de democracia formal en España.
No podemos elegir diputados de distrito que nos representen en el Congreso. Los ciudadanos acuden confundidos a las urnas y refrendan listas de partido. Entonces, los diputados allí estabulados no hacen otra cosa que responder al interés del jefe supremo que les ha incluido en la lista.
¿Se conoce en el Congreso alguna iniciativa conjunta de los diez diputados electos por Murcia referente al problema del Mar Menor? ¡No!
Al no haber separación de poderes en origen y no existir independencia judicial, al no existir contrapoderes que se vigilen el uno (el legislativo) al otro (el ejecutivo), y al estar sentado el Gobierno en el Parlamento, son imposibles la democracia formal y la representación política del elector.
La comarca del Mar Menor no tiene representantes en el parlamento nacional; representantes que, de existir, podrían arrastrar al resto de diputados murcianos hacia una acción política contundente en defensa de los intereses de ese tesoro natural y de la vida de los ciudadanos y municipios afectados.
Sólo un presidente elegido por todos los españoles, por mayoría absoluta, a doble vuelta —si fuera necesario—, libre de hipotecas para su elección, sin depender de apoyos parlamentarios, y menos aún de partidos nacionalistas-independentistas; y sólo una cámara de representantes en la que los diez diputados murcianos fueran libres de emprender acciones conjuntas verdaderamente contundentes frente al ministerio de Medio Ambiente y frente al Gobierno, habrían evitado este inmenso desastre medioambiental.
¡Otra cacicada más que estamos soportando décadas! Mientras tanto, el Gobierno autonómico y el Gobierno de la nación miran para otro lado.