El viernes pasado se cumplieron los primeros cien días de gobierno de Mariano Rajoy. A finales del pasado año, en un libro titulado El Disparate Nacional (1), detallé los hechos y las personas que han llevado a España a la ruina, desde el fraude de la Transición al desastre ZP. Pues bien, lo ocurrido en estos primeros cien días ha sido una continuidad de la irresponsabilidad y los desatinos que nos han colocado al borde del abismo. Con la nación de nuevo en recesión, Rajoy no ha dudado en perder tres meses preciosos para acometer el control de las cuentas públicas, ni en mantener un discurso populista de gasto y subvenciones en Andalucía para ganar unas elecciones que al final ha perdido, convirtiendo a España en el primer problema de Europa. Todo el cortoplacismo, toda la falta de sentido del Estado, todo el nepotismo que han marcado 35 años de Monarquía oligárquica, pueden encontrarse en mayor o menor escala en estos primeros cien días.
El viernes conocimos los PGE 2012, en los que Rajoy, con una insensatez absoluta, apuesta por mantener un modelo de Estado hipertrofiado y corrupto, a costa de la economía productiva con mas impuestos y menos inversión y del desmantelamiento de la nación española, y solo consiguen menos de la mitad de la reducción de déficit necesaria, 27.300 millones frente a 56.000. Se castiga la inversión, el ahorro y el crecimiento de las empresas, y se realizan recortes brutales del gasto de ministerios e instituciones (que han sufrido recortes del 25% desde 2010) que hacen ya imposible financiar el correcto funcionamiento de España. Mientras, mantienen íntegras las duplicidades, el clientelismo y el despilfarro de unas Administraciones Territoriales (AATT) incompetentes y corruptas.
Ni la Justicia, ni la Policía, ni las Fuerzas Armadas, ni las infraestructuras, ni la investigación disponen ya de medios para realizar sus funciones (poco más de 60.000 millones de euros) mientras las AATT disponen de 302.000 -180.000 para CCAA, 60.000 para ayuntamientos, 22.000 para diputaciones y 40.000 para empresas públicas- y su supuesto control se aplaza hasta mayo, aunque CiU ya ha anunciado que no piensa recortar nada. Todo ello sin tener en cuenta que 15.000 millones son los de diciembre, que la recesión y el paro han reducido casi un tercio los supuestos ingresos, que a la vez del recorte/subida de impuestos se incrementaron gasto y deducciones fiscales por 14.000. Y ya, el colmo, sin un mísero cuadro macroeconómico que los sustente. En resumen, una chapuza en toda regla.
Cortoplacismo y abdicación de España
Y no es solo eso. La falta de sentido de Estado de Suárez, acomplejado por su pasado franquista, cuando claudicó ante el ultimátum de Clavero Arévalo (“O das a Andalucía la misma autonomía que a Cataluña y al País Vasco o me voy de UCD”, el origen del “café para todos”) está a punto de destruir la nación española. La rendición posterior ante Marcelino Oreja y Rodríguez Sahagún al restaurar los fueros medievales de Guipúzcoa y Vizcaya -“porque de no hacerlo UCD perderá las elecciones”-, un robo de 9.000 millones anuales a los españoles, tienen la misma motivación cortoplacista e irresponsable que la actuación de Rajoy al aplazar la adopción de medidas inaplazables, infligiendo un daño enorme a la economía y a la credibilidad de España. Cuando, finalmente, las toma, prioriza a las AATT frente al Estado y el despilfarro frente a la economía productiva, y no aborda las reformas estructurales del Estado.
Por otra parte, ignora el desafío independentista de CiU mientras entrega con una irresponsabilidad absoluta pedazos esenciales de poder financiero, energético y de telecomunicaciones a empresas catalanas controladas por los independentistas. Como me dijo una conocida y brillante política: “Ni tienen patriotismo ni ambición de país, esta derechano tiene media bofetada… y con lo que se nos viene encima en el País Vasco y Cataluña”. Por si fuera poco, Rajoy, como dijo Monti, “ha perdido el control de las cuentas públicas”. En los dos primeros meses, el déficit del Estado se ha incrementado un 64,8 % y las CCAA están en práctica insumisión fiscal. Y vayan preparándose: a mediados de año habrá más recortes/subidas de impuestos, ya que el hundimiento de la economía, que estas medidas acentúan, hará imposible las recaudaciones y el ahorro que con tanto optimismo prevén.
Sin principios y sin coraje
Rajoy me recuerda a Groucho Marx en aquella mítica escena: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”. Ha demostrado que no tiene principio alguno, excepto el poder. Durante su largo mandato al frente del PP, fue incapaz de poner orden en su casa, en el despilfarro y la corrupción en sus propias CCAA y Ayuntamientos. En el caso de Asturias, después de prometer a Cascos que sería cabeza de lista del PP, llega Cospedal y le dice que de eso nada, porque no estaba dispuesta a correr el riesgo que Cascos pudiera, a través de Caja Astur, que había comprado CCM, tener acceso a los documentos de las tropelías allí cometidas y que tanto el PP como el PSOE han pactado ocultar. Y Rajoy, olvidando su palabra, se plegó a sus deseos. Ni siquiera tuvo el valor de dar la cara: se limitó a no recibir a Cascos. Eso le ha costado una autonomía, porque el interés personal de Cospedal es mucho más importante.
Y, después, está Andalucía. Todo el mundo sabía que Arenas no era un candidato capaz de ganar. Casi 500.000 andaluces que votaron al PP en las generales no han querido votar a Arenas, porque era más de lo mismo, nada de ajustes, subvenciones a todo trapo, PER y nepotismo… cualquier otro candidato que hubiera vendido cambio y no continuidad habría conseguido la mayoría. Sin embargo, Rajoy creía que el triunfo estaba hecho y se plegó por entero a su propuesta de relajación general; no tuvo coraje para cambiarle, no tuvo coraje para mantener los recortes y está por ver si tiene el coraje de mandarle a casa. Ante una derrota relativa, -porque tienen a la Junta de Andalucía cogida por las narices controlando el Estado y los municipios y los pueden estrangular sin más que cumplir con la necesaria austeridad- parecen desfondados y aterrados.
El miércoles, a 24 horas de la huelga general, la ministra Ana Mato entregó a CCOO y a UGT 1,3 millones de euros con cargo al dinero del IRPF para los temas más absurdos que cabe imaginar, pero lo inaudito es que Mato, en lugar de cortar ese despilfarro, les ha entregado más dinero que Leire Pajín por las mismas partidas. Después, aceptó unos servicios mínimos que eran casi la mitad que los de la huelga anterior. Y lo, que es peor, el jueves el Secretario de Acción Sindical de USO acusaría públicamente al Gobierno de estar manteniendo reuniones secretas con UGT y CCOO para mantener todos sus privilegios a cambio de la paz social. Lo dicho, ni tienen principios ni tienen coraje, reparten el dinero de los españoles como si fuera escombro y se arrugan a la mínima.
“Me comprometo a decir la verdad, sin adornos y sin excusas”
Preciosa declaración de principios, que sería incumplida desde el primer día. Rajoy inició su andadura mintiendo sin recato. Después de haber explicado mil veces que subir impuestos era un disparate que solo empeoraba las crisis, después de afirmar el 20 de diciembre que bajaría el IRPF y el IVA, diez días después subió los impuestos sobre la renta y el ahorro al nivel más alto de Europa. “No he tenido más remedio”, afirmó con absoluta desvergüenza. Es decir, teniendo a su cargo 460.000 millones de gasto, Don Mariano no había encontrado ni un solo sitio, ni uno solo, en el país de las subvenciones, del despilfarro y de la corrupción, del que recortar 6.000 millones. Luego, la sorpresa: “Resulta que el déficit del 6% del PIB era mentira”. Al igual que su amigo Zapatero, Rajoy nos toma por imbéciles. Lo sabían desde julio; en septiembre Montoro me dijo personalmente que el déficit superaría el 8 %… ¿a qué viene entonces semejante mentira?
El discurso de investidura fue una compendio de generalidades y buenos propósitos. Disciplina presupuestaria, reforma financiera y reforma laboral fueron los tres ámbitos de actuación anunciados. En el debate tendría palabras amables para todos, excepto para Rosa Díez, quien le planteó los problemas cruciales de España y le exigió acabar con “la corrupción política que es la mayor lacra de nuestra democracia”, “reformar una Ley Electoral que consagra la desigualdad entre los españoles”, “eliminar las duplicidades y despilfarro de las AAPP, antes de subir ningún impuesto ni recortar ninguna prestación” y “controlar no solo la cantidad sino el destino del gasto autonómico”. Rajoy, que se mostró visiblemente contrariado durante la intervención, estalló como una pantera en la réplica, negó la existencia de corrupción política, la necesidad de reforma la Ley Electoral y de todas sus propuestas con tan malas formas que al final Díez tuvo que decirle aquello de “todavía no es Presidente y ya está cabreado”.
En los días y semanas siguientes, y como explicaré la semana que viene, hizo todo lo contrario a lo prometido. Y lo peor de todo, aprovechando la barra libre del BCE, endeudó a España de forma disparatada, casi 60.000 millones de euros en el primer trimestre, entregó ríos de dinero a CCAA y bancos insalvables y perdió, de hecho, el control de las cuentas públicas. Rajoy no solo no ha inculcado austeridad a las regiones, como dicen en Bruselas, es que no ha hecho absolutamente nada para ello. Mientras, el ajuste del sistema financiero “esta todavía a mitad de camino” y se indigna con Almunia porque dice lo mismo que los mercados: que las provisiones previstas por el Gobierno son claramente insuficientes.
(1) El disparate nacional, Planeta 2011.