Después de ver a Talavante en un tris de tomar el olivo en Las Ventas perseguido por un cuvillejo (¡una liebre detrás de un galgo!) contra el que acababa de sacudir las migas del mantel que es su capote, he vuelto a Max Weber y su teoría del liderazgo, castizamente resumida por Curro Fetén:
–Para ser figura del toreo hay que mandar, y aquí no manda nadie. Y si manda, aquí no llega.
No hay líderes en los toros, y como los toros son la continuación de la política por otros medios, tampoco los hay en la política. Una pena, porque, al decir de los antropólogos, el mantenimiento de la autoridad del Estado depende de las ideas supersticiosas de las masas, que tienen la creencia de que sus líderes pertenecen a un orden de humanidad más alta que ellos mismos.
Con la regleta de Max Weber en la mano, el único “líder carismático” que anda suelto es Trump, el emperador. May es “líder legal”, y lo demás, simples jefes de partido (Merkel, Mariano), pues Macron, ni eso, dado que carece de partido.
El marianismo es como una consultoría de abogados de pasillo con un folio en la mano para refutar a Von Ihering (“la espada sin la balanza es la fuerza bruta, y la balanza sin la espada es el derecho en su impotencia”) en lo de la sedición catalana, contra la cual no piensan aplicar… “medidas coercitivas”. Pero, sin coerción, ¿para qué queremos ley?
Y el macronismo, al decir de Macron, es una filosofía ¡La filosofía del interfaz! Todo el “interfaz” que hace falta para ir por el mundo de “le coq” comportándose como un “poulet” que el domingo jura el cargo con un programa económico y el lunes rinde pleitesía a frau Merkel, que se hizo una pajarita con la hojilla. “Poulet” de veleta, mirando hacia donde empuje el viento, que sopla desde la nación vencida, Alemania, a la que América le puso un estanco, la UE, para tenerla entretenida. Ike se empeñó en dar el papel de vencedora a Francia, pero De Gaulle sólo habría sido la hoja de parra de Vichy.
Hay que releer a Belloc.